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Viaje por la historia de las señales de tráfico: de los romanos a la actualidad

La DGT ha anunciado que, para indicar las zonas de bajas emisiones de las grandes ciudades, utilizará una nueva señal de tráfico. Si algo cuesta a los países es acordar cómo deben ser este tipo de indicaciones.

Dos operarios colocan la nueva señal de tráfico en una carretera de L'Hospitalet de Llobregat.

Dos operarios colocan la nueva señal de tráfico en una carretera de L'Hospitalet de Llobregat. / JOAN MATEU PARRA

Xavier Carmaniu Mainadé

Una nueva señal de tráfico ha nacido. Es redonda y con el contorno rojo, como todos los que indican prohibición, y en el centro hay un coche que se supone que está echando humo en exceso. El objetivo de este nuevo pictograma es marcar las zonas de bajas emisiones que, antes de 2023, deberán tener todas las ciudades de más de 50.000 habitantes.

Esta señal de tráfico ha sido diseñada por la DGT y es similar a otras que existen en Europa. De hecho, uno de los problemas que ha habido a lo largo de los últimos cien años es cómo conseguir dotar de coherencia a los indicadores que existen en las carreteras de los países, para que sean comprensibles para cualquier persona que circule por ellas, sea de donde sea.

Las señales con los romanos

En tiempos de los romanos lo tenían más fácil. Como hace dos mil años todas las vías las construían ellos, las señales eran homogéneas. Cabe decir que tardaron dos siglos en darse cuenta de que tenían que ponerlas. Fue idea, en 123 a.C., de un político llamado Gaius. Cada kilómetro y medio hizo colocar unas piedras de tres metros de alto y sesenta centímetros de ancho.

Después, el emperador Augusto decidió situar el punto inicial de todas las rutas (su kilómetro cero para entendernos) en el Foro de Roma y ordenó que a 200 kms a la redonda todos los indicadores anunciaran a qué distancia se encontraba la capital imperial. No es extraño que dijeran aquello de que todos los caminos llevan a Roma.

Cuando el dominio romano decayó, nadie se ocupó de las vías ni se preocupó de mantener la señalética. Tuvo que llegar otro poder robusto, muchos siglos más tarde. Concretamente en 1669, el famoso monarca francés Luis XIV firmó un decreto ordenando que se identificaran los cruces de caminos de sus dominios. Él era el Rey Sol y debía quedar claro que su poder llegaba hasta todos los rincones del país. Controlar los caminos era una buena forma de demostrarlo.

Edad Moderna

A finales del siglo XVII también se pusieron señales en otros lugares. Entre ellos Dinamarca e Inglaterra, donde desde 1698 fue obligatorio que cada parroquia (nuestros términos municipales) hiciera saber a dónde llevaban las rutas que había en sus límites. Este tipo de señales tenía forma de dedo índice para que el viajero no se perdiera.

En las colonias británicas de América enseguida también buscaron fórmulas para organizar el tráfico. En 1704, en Maryland, ya se aprobaron leyes explicando cómo tenían que ser los indicadores de carretera. Parte de esa experiencia serviría, más adelante, para la señalética de Estados Unidos.

Fueran a uno u otro lado del Atlántico, todo estaba pensado para el transporte tirado por animales, que iba una velocidad pausada y tranquila. Era fácil detenerse y preguntar cuál era el camino para llegar al destino. Todo esto cambió radicalmente a finales del siglo XIX, cuando con los automóviles se podía ir de un punto a otro mucho más rápido y nadie quería perder el tiempo parando a pedir indicaciones.

Esto hizo que, entre los últimos años del 1800 y los primeros del 1900, los clubes de conductores de Francia, Italia o EEUU colocaran paneles a lo largo de las rutas para facilitarles las expediciones sobre cuatro ruedas.

A partir de ese momento se empezó a hacer evidente que había que ponerse de acuerdo y en 1908 se celebró un Congreso Internacional donde se consensuaron cuatro señales comunes de peligro: vado, curvas, paso a nivel y cruce. Tras la Primera Guerra Mundial, al ponerse en marcha la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra, se promovieron nuevas reuniones. Una de ellas, en 1923, se celebró en Sevilla.

Tres años más tarde, en 1926, en una convención en París se acordó utilizar letras blancas sobre fondo azul y en 1931 en Suiza se incluyó el '!' como sinónimo de atención, el panel triangular para ceder el paso y la barra blanca sobre fondo rojo en una señal redonda para indicar dirección prohibida. Todas aquellas señales que todavía las utilizamos hoy en día y forman parte de nuestro paisaje cotidiano de nuestras ciudades, al igual que ocurrirá con la que acababa de diseñar la DGT para las Zonas de Bajas Emisiones.

Guerras mundiales

Ahora que gracias a los teléfonos de última tecnología todos llevamos un GPS en el bolsillo, no somos conscientes del valor estratégico que tuvieron las señales durante las dos guerras mundiales en Europa. Cuando un país era invadido, una de las primeras cosas que hacía era eliminar los paneles indicadores de sus carreteras para dificultar la incursión de los enemigos.