LA CARA B DEL CÁNCER (II)

Alfonso, expaciente de cáncer: "Al banco le da igual que seas solvente, si has estado enfermo no te dan un crédito"

Tras más de 20 años en plantas de oncología relata las dificultades a las que ha tenido que hacer frente durante este proceso. Desde créditos denegeados hasta el despido de su mujer por no poder conciliar para cuidarle

Alfonso Dacasa, paciente de Linfoma no hodgkin

Alfonso Dacasa, paciente de Linfoma no hodgkin / Ferran Nadeu

Marta Alberca

Marta Alberca

La historia de Alfonso Dacasa es de esas que se escapan de todas las evidencias médicas, probabilidades y porcentajes fundados en casos de otros pacientes. A él le detectaron un Linfoma no Hodgkin en 2005, cuando tenía 21 años. En ese momento era militar y su sueño era pertenecer a la Unidad de Salvamento Marítimo. Pero su vida se frenó en seco.

Por delante, dos años de tratamientos y un autotrasplante que consiguieron mantenerle lejos de las dificultades de la enfermedad durante un lustro. Fue en ese momento de "paz" cuando consiguió formar parte de la unidad que tanto había deseado y ser buceador. Sin previo aviso, su vida volvió a dar un giro en 2009: tuvo una recaída. “Estaba en mi mejor momento y de repente todo volvió a pararse”, cuenta en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. En este ocasión, la enfermedad se presentaba de una manera más agresiva. “Estuve casi dos años sin salir del hospital”, explica Dacasa.

Lo que vino después es esa parte de la que mucho se habla, pero que cuesta tanto aceptar: tratamientos agresivos, consultas médicas, intervenciones, miedos e infinidad de efectos secundarios. Hasta que la única solución fue el trasplante de médula. “No tenía donante emparentado y era muy difícil encontrar a alguien compatible, hasta que por fin apareció”, señala. La búsqueda traspasó nuestras fronteras y finalmente el donante se localizó en Alemania gracias a la Fundación Josep Carreras. De esta manera, consiguió curarse y está en remisión desde hace 10 años: "Me han dicho que me iba a morir en más de una ocasión y al final sigo saliendo hacia delante”.

Pero su vida no ha vuelto a ser la misma. Porque hay cosas que no desaparecen, y no solo hablamos de la salud mental, que es una de las cuestiones más complicadas e invisibles. “No tengo cáncer, pero tengo 17 patologías asociadas a la enfermedad y derivadas de efectos secundarios de los tratamientos. No hay tumor, pero convivo con todas las secuelas que me ha dejado, que son muchas”, señala. 

Alfonso Dacasa en unas fotos para El Periódico de España

Alfonso Dacasa en unas fotos para El Periódico de España / Ferran Nadeu

Ahora tiene 39 años y la experiencia suficiente para contar la cara B de la enfermedad. “Cualquier trámite que he tenido es un problema, si ya no tenemos bastante con lo que tenemos”. Uno de esos escalones infinitos es el de pedir un crédito: “Te llaman para pedirte una entrevista y al final te lo terminan denegando, porque para ellos eres un riesgo. Les da igual que seas solvente o tengas un aval, en el momento que el Comité de riesgos establece que has tenido la enfermedad no te lo aceptan”. 

Cáncer y trabajo: una tarea pendiente

Si hablar de cáncer en el entorno laboral sigue siendo en muchos casos un tabú, todo se complica cuando ese trabajo está relacionado con un cuerpo como el ejército. Sus compañeros se volcaron con él, pero los problemas vinieron cuando no pudo retomar su trabajo por las secuelas. “Tengo una discapacidad del 67%, así es imposible”, asegura Dacasa. Casi todos los pacientes (9 de cada 10) desean volver a trabajar, según señala el informe “Jóvenes y leucemia: más allás de sobrevivir”. El inconveniente no es el deseo de estar inactivos laboralmente sino los problemas que tienen para readaptarse al mercado laboral: tratamientos, cansancio, secuelas, dificultades para seguir el ritmo... 

El principal motivo por el cual los pacientes dejan de trabajar es simplemente que el tratamiento les impide hacerlo. Tras el segundo diagnóstico, Alfonso tuvo que reclamar una pensión: “Conté con un abogado porque sino me daban 300 euros al mes”, añade.  Otra cuestión es la figura del cuidador. Según este mismo informe un 88 % de los encuestados, de entre 18 y 35 años en el momento del diagnóstico, afirman que quien cuidó de ellos fueron sus padres y, en el 53 % de los casos, la pareja. En el de Alfonso, fue su mujer la que le ayudó, y ahí también vinieron las complicaciones laborales. “La acabaron echando porque al final no podía conciliar porque tenía que cuidar de mí. Llevamos viviendo varios años solo con mi pensión y la prestación del cuidador no profesional”, dice. 

De aquel chico de 21 años quedan muchas cosas, entre ellas la ilusión. Precisamente, es la que le ha llevado a emprender varios proyectos, entre ellos el de crear una cuenta en Instagram (@dwein_bibbli) cuyo objetivo es ayudar a personas que están pasando por una situación similar a la suya. “Piensas que eres único y solo te pasan las cosas a ti, pero luego descubres que hay gente que puede ponerse en tu lugar”, añade. Es de los que creen que el dolor compartido, pesa menos

El otro gran motor es estudiar el Grado de Medicina en la Universidad de Barcelona, en el que está matriculado desde 2020, “la especialidad de paciente la conozco muy bien y me gustaría verlo desde el otro lado”. Una de las cuestiones que le ha llevado a tomar este decisión es mejorar el trato a los afectados, “la comunicación es un factor muy importante, no tanto el qué se dice, sino cómo se dice”. Aunque sabe que nunca va a poder ejercer como profesional sanitario asegura que esto le ayuda a entender mejor su enfermedad, “es una manera de aprovechar todo lo que me ha pasado, que sirva para algo. Al final de lo se trata es de canalizar el sufrimiento”