ENTREVISTA

Cómo la ciudad más grande del mundo consiguió mantener el comercio local y no llenarse de franquicias

El arquitecto español Jorge Almazán es autor de Emergent Tokyo, un libro sobre cómo la capital de Japón consigue equilibrar su estatus de ciudad global con negocios independientes y comunidades locales

El arquietcto español Jorge Almazán, autor de 'Emergent Tokyo"

El arquietcto español Jorge Almazán, autor de 'Emergent Tokyo" / Cedida

Analía Plaza

Analía Plaza

El área metropolitana de Tokio tiene casi tantos habitantes como España entera: 40 millones. Es una de las grandes megaciudades globales y como tal está sujeta a las mismas amenazas: a que los precios de la vivienda expulsen a la población y a que esos mismos precios homogeneicen el paisaje comercial y lo llenen de franquicias. Sin embargo, algo en el urbanismo de Tokio ha conseguido mantener callejones en los que florecen comercios minúsculos e independientes, en los que los comerciantes se autogestionan más allá de la planificación urbana gubernamental.

El arquitecto español Jorge Almazán estudia en Emergent Tokyo: Designing the Spontaneous City qué características crean este "urbanismo emergente". Su obra, publicada en 2022 en inglés y con la versión en español y en chino en marcha, ha sido aclamada internacionalmente, tanto en el mundo académico como en medios generalistas internacionales, como The Economist o Bloomberg. Almazán conversa con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA y da pistas para ciudades europeas y españolas.

P. Quiere derribar mitos. ¿Qué mitos? ¿Que la ciudad más grande del mundo es caótica y estresante?

R. Yo llevo muchos años en Japón. Mi actitud siempre ha sido respetuosa con la cultura japonesa: no quería llegar y hacer juicios de valor a los dos días, sino aprender bien. Pero vas a simposios, a conferencias, lees libros… y todo el mundo dice lo mismo, tanto los extranjeros como los propios japoneses. Hay mitos que nadie se preocupa de investigar. Quise escribir el libro que a mí me hubiera gustado leer cuando llegué. Porque decir que algo es cultural… Todo es cultural, ¿no? Eso no explica nada.

Hay etnocentrismo cuando hablamos de Tokio y de casi cualquier ciudad que no sea Nueva York, Berlín, París, Madrid, Barcelona… Hay clichés: la ciudad donde se funde lo tradicional y lo moderno. Se dice de todas, pero en Tokio no lo dicen solo las guías turísticas, también libros arquitectónicos serios. Lo interesante es: ¿por qué hay un rascacielos al lado de unas casas bajas? ¿Qué legislación lo ha permitido? ¿Cuál ha sido el proceso histórico? ¿Qué condiciones sociales se dan ahí? No todo se puede determinar por la cultura.

El segundo mito es la ciudad del caos. Lo pone en todas partes. Un barrio periférico de una ciudad periférica española es igual de caótico que Tokio o más. Pero no lo vemos como la ciudad del caos, sencillamente es un barrio periférico, o el sprawl… Quitémonos el filtro orientalista y dejemos de verlo como caos. Aceptemos que es diferente, pero veámoslo como otro tipo de orden. Porque esto funciona como un engranaje perfecto.

P. Identifica varios patrones—los edificios altos con un comercio en cada planta, las callejuelas con pequeñísimos restaurantes o las zonas comerciales bajo las vías del tren— que hacen de Tokio una ciudad "espontánea". ¿Nadie las había identificado antes?

R. No digo que todo sea novedoso, pero alguna cosa, como los edificios zakkyo [edificios con un comercio en cada planta y grandes carteles de neón], sí. Es algo que nos sorprende mucho a los extranjeros. La mayoría de las fuentes japonesas los tratan desde el punto de vista de la seguridad edificatoria. Pero no hay estudios arquitectónicos y urbanos. En algunos campos sí he sido pionero. En otros no. Pero es original conectar estos fenómenos y ponerlo dentro de un mismo marco teórico: el del orden emergente.

En cada planta hay un comercio

En cada planta hay un comercio / A. P

P. Algo que llama de las calles de Tokio es que no hay coches aparcados. ¿Por qué? ¿Cómo influye esto en el urbanismo?

R. Cuando compras un coche tienes que demostrar que tienes aparcamiento. No puedes aparcar en la calle. No hay más. Visualmente, las dos hileras de coches que bloquean las calles de cualquier ciudad española son terribles. Bloquean, quitan visibilidad, accesibilidad… Quitarlas es, evidentemente, mucho más agradable. Los coches no son muy agradables.

Muchas calles de Japón son estrechas. La urbanización japonesa empieza en los años veinte de siglo pasado, antes de que se popularizara el coche. El método que querían imitar a toda costa era el tren. Las calles tradicionales, como en España, son estrechas porque no estaban pensadas para el coche. Lo que sí hay son torres de aparcamiento con ascensores, muchos de ellos automatizados. Metes el cochecito a una plataforma rotatoria y lo sube. También hay aparcamientos en solares vacíos, para sacar beneficio económico mientras estén desocupados.

Tokio es la demostración de que una gran ciudad puede funcionar sin tener aparcamiento en el espacio público. 

No hay coches aparcados en las calles

No hay coches aparcados en las calles / A. P

P. Se aprovecha todo el espacio disponible, hasta las partes de abajo de las vías del tren, que están llenas de negocios.

R. Es algo que no tenemos tanto en España ni en Europa. Quizá en Berlín. Japón comenzó a desarrollarse en un período en el que el país más avanzado era Inglaterra, que tenía muchísimo tren, más que ahora. Se quedaron con la idea de que el tren era el futuro. Empresas privadas urbanizaban a la vez que construían líneas de tren, como la Ciudad Lineal de Arturo Soria. Ahora en España muchas estaciones de tren están a las afueras y hay vacío alrededor de la estación. Aquí la estación es un nodo que se mezcla con la ciudad. Es un ejemplo perfecto de Transit Oriented Development (desarrollos orientados al transporte): la estación como centro de actividad. Los distritos comerciales se producen alrededor de la estación. Eso hace que muchos espacios intersticiales, bajo las vías, sótanos… se utilicen. En el caso de las vías elevadas, los espacios se colonizan al máximo.

Para entender el desarrollo del Japón que yo describo hay que fijarse en la posguerra. Imagina una ciudad, que era de madera, que ha sido bombardeada con bombas incendiarias. Una ciudad arrasada. La gente creaba mercados negros de estraperlo, igual que en la posguerra en España. Se creó una cultura en la que se aprovechaba todo el espacio. Cualquier sitio era válido para sacar adelante un pequeño negocio. Un mercado de estraperlo suena ilegal, pero al final eran madres o soldados que volvían de la guerra y montaban un puestecito de ramen o de gyozas. En lugar de intentar eliminarlo, las autoridades tuvieron la inteligencia de integrar esa economía informal.

Restaurantes y actividad bajo las vías del tren

Restaurantes y actividad bajo las vías del tren / A. P

Eso creó un modelo que se repitió en los años 60 y 70. Se siguieron haciendo vías elevadas y se siguió aprovechando el espacio en lugar de crear una barrera. En vez de segregar, se forma un centro neurálgico que atrae a la gente. Esa inteligencia se perdió en los 80 y 90 porque se tendió al modelo de centro comercial, grandes almacenes y con todo interior sin ventanas. Los promotores inmobiliarios se dan cuenta ahora del potencial de los espacios abiertos bajo vías. La primera reacción de un promotor inmobiliario es: voy a coger a todos mis clientes y los voy a encerrar. Pero es una política muy cortoplacista, porque matas toda la vitalidad que había alrededor. Los espacios más interesantes son los que están abiertos al exterior y los que se han mantenido más años. El caso de Ueno es el más famoso. Lleva sesenta o setenta años. Sería el sueño de cualquier promotor: tener una inversión que siempre funciona.

P. ¿A quién pertenecen esos espacios?

R. A las municipalidades o a las empresas de ferrocarril. Eso es una amenaza, porque cuando las empresas se dan cuenta del éxito dicen: quitemos los negocios independientes y hagamos un centro comercial con franquicias. Si intentas planear demasiado, matas la espontaneidad, que es precisamente lo que creaba valor.

P. ¿Es la regulación o la falta de regulación la que permite que surjan estos negocios en cualquier pequeño espacio?

R. Yo uso a propósito un oxímoron, que es designing the spontaneous city, diseñando la ciudad espontánea. Es una contradicción. El libro se ha comentado en círculos anarcocapitalistas de Estados Unidos. No es mi intención. Yo digo que necesitamos diseñar para crear las condiciones que produzcan esa espontaneidad. En comparación con Europa, sí se podría decir que hay menos regulación y que esto es el resultado de una mayor libertad. Pero es libertad a pequeña escala. Si aplicas la misma libertad a grandes conglomerados de empresas y oligopolios, puedes tener fuertes impactos ambientales y sociales. Cuanto más grande es algo, más impacto tiene. Y yo creo que eso también funciona relativamente bien en España.

En Estados Unidos la zonificación es terrible. Tener un pequeño taller, un café o una boutique en el primer piso de tu casita está prohibido. Eso en Tokio está permitido y no significa que haya un caos. Los yokochos [callejuelas con restaurantes minúsculos, de entre 7 y 15 metros cuadrados] son espacios que vienen de mercados negros. Muchos son construcciones de madera de muy alta densidad. No cumplen la normativa antiincendios y de seguridad. Pero se crean en ellos comunidades muy fuertes de los dueños de los bares, asociaciones que muchas veces llaman al departamento de bomberos y ven qué hay que mejorar en la zona. Hay dos formas de conseguir seguridad o que los edificios funcionen. Una es a través de sistemas regulatorios muy fuertes y otra es a través de coordinación entre comunidades con gran interés en que se mantenga.

P. Eso les permite escapar de las garras de promotores que querrían comprarlos y poner rascacielos...

R. Sí, en lugar de capitalismo podría ser un ejemplo de autogestión. En algunos yokochos el terreno es colectivo. Se crean redes informales que funcionan. No necesitas tenerlo todo controlado y una regulación súper estricta.

Los 'yokochos' son callejones llenos de restaurantes minúsculos

Los 'yokochos' son callejones llenos de restaurantes minúsculos / Chris Yang en Unsplash

P. ¿Eso también pasa a nivel de casas, no? Hay casitas con su negocio debajo.

R. En Japón, la zonificación residencial permite negocios de pequeña escala. No lo he hecho, pero por amigos sé que abrir un negocio en tu casa es tan fácil como entregar un documento. Tienes derecho a abrir una boutique, un café, una escuela de canto… Yo tengo al lado una y a veces me molesta un poco, pero bueno, es la vida.

P. Ciudades como Madrid se enfrentan a la pérdida de comercio local por los elevados precios del alquiler o su conversión en pisos turísticos…

R. Lo que está pasando en los centros de las ciudades europeas también pasa en Tokio. Las ciudades están perdiendo su carácter por los precios del alquiler. En Tokio, todas estas medidas que comentamos permiten a los pequeños comercios sobrevivir. Una forma en la que Tokio te permite emprender y que permite que haya más diversidad y que no todo sean franquicias es que puedas montar un negocio en tu casa.

Pero hay otra tendencia: los proyectos de remodelación, que son todo franquicias. Es violento. No solo cambian los contenidos de los edificios, sino que derriban varias hectáreas a la vez y ponen torres. Es algo que en la ciudad española y europea no pasa. No tenemos ese nivel de violencia urbana. Respetamos los edificios.

Un pequeño puesto de 'yakitoris' en un callejón

Un pequeño puesto de 'yakitoris' en un callejón / A. P

Pese a ser una ciudad global, en Tokio puedes encontrar a un abuelito que ha abierto su puesto de ramen y otros negocios súper interesantes. La cafetería que más me gusta de Tokio es de una señora que tiene más de 80 años. Es el salón de su casa. No hay nada cuqui, todo es viejo. La señora se ha dedicado toda su vida a seleccionar los mejores granos de café y los tuesta en el momento. Es una ciudad que te permite seguir tus manías y tus sueños. Esta señora se ha pasado cincuenta años apasionada por el café y la ciudad le ha permitido desarrollar su obsesión. Y gracias a eso puedes tomar muy buenos cafés. El edificio será de su propiedad; si es en alquiler, será muy bajo. Y también es un espacio muy pequeño. ¿Cómo es posible? Los espacios muy pequeños te permiten probar y fallar al principio. Si eres un chef joven y consigues clientes en uno de esos espacios, puedes pasarte luego a uno más grande. Hay un ecosistema en el que la gente creativa puede probar y ver si funcionan. Es un ecosistema de microescala.

P. ¿Cómo puede ser que Tokio no tenga una gran crisis de vivienda como el resto de megacapitales?

R. Me hicieron la misma pregunta en un programa de la televisión pública australiana en el que comparaban varias ciudades. En Tokio puedes construir vivienda en cualquier sitio, con la excepción del suelo industrial. La ciudad puede reaccionar orgánicamente a la demanda: si hay demanda en ciertas zonas, puedes dar vivienda. Y en esas zonas también puedes tener pequeños restaurantes, bares o boutiques. Está mezclado. En otras ciudades hay zonificación, en Tokio no. Vivir en el centro es caro, pero si no te importa vivir un poquito fuera de la almendra, puedes conseguir cosas baratas. Quizá no te importe vivir en 20 metros cuadrados en un apartamento de madera porque te pasas la vida fuera. Es una ciudad donde comer fuera es más barato que en casa. Y otro secreto es el transporte público, que permite que tu casa sea todo el área metropolitana. Vas conectando, puedes pararte a comer en las estaciones... La movilidad está perfectamente integrada. Yo creo que estamos bastante equilibrados. 

P. ¿Qué pueden aprender las ciudades europeas y españolas de este tipo de urbanismo?

R. A los académicos no nos gusta generalizar. Pero diría que promover la pequeña escala y algo que no se aprende en la escuela, que es crear límites muy permeables con la calle. Nadie me habló de la responsabilidad que tienen los arquitectos de que sus edificios apoyen la actividad de la calle. Todo lo contrario, hay una tradición de cerrarse, de crear interiores… La ciudad española tradicional lo hace bien, el problema son los nuevos desarrollos.