CASA HERNANZ

¿Por qué la gente hace colas de una hora a 40 grados en esta alpargatería de Madrid?

Abierta a mediados del siglo XIX para vender alpargatas y aperos para campesinos, Casa Hernanz es conocida en el mundo entero: llegó a salir en 'The New York Times'

En verano y primavera siempre hay filas en la tienda, donde hay cientos de modelos y colores desde 9,75 euros: "Un amigo mío argentino viene aquí todos los años a comprar"

Roberto Bécares

Roberto Bécares

La Plaza Mayor está casi desierta. Una ola de fuego atraviesa Madrid sin clemencia a pocos minutos del mediodía. Un hombre disfrazado de Chuky va persiguiendo turistas para hacerse la foto y ganarse unos cuartos, aunque con escaso éxito, no tanto por lo feo del personaje, que lo es y mucho, sino por la solana que cae en el centro de la plaza. Bajando por el Arco de Cuchilleros camino de la calle Toledo el mismo panorama. Casi no se ve un alma, por eso sorprende ver al fondo a una veintena de personas haciendo fila bajo el toldo de una tienda: Cordelería-Alpargatería Casa Hernanz [VEA ÁLBUM].  

"¡Buah! Si esto no es nada. Hoy porque es martes por la mañana, si fuera el fin de semana verías", advierte Belén, que ha venido con sus dos hijas adolescentes, como todos los veranos, a comprar alpargatas para toda la familia. Dice que en "calidad-precio" las de Casa Hernanz son imbatibles, que las puede haber más baratas pero no con tanto aguante. "Mira", dice enseñando un par de alpargatas de cuña, "mi hija tiene estas desde hace cinco años; las ha usado muchísimo y están perfectas, de hecho venimos a por unas iguales. Estas no se deforman como otras".

Japoneses

En la cola hay japoneses, italianos, catalanes y hasta una señora de Murcia. “Pues mira, a mi hija se la recomendó una amiga y como pasábamos unos días en Madrid hemos venido, dice Esther mientras Leire, su hija, que acaba de llegar de Adelaida (Australia), donde vive, echa un vistazo al escaparate, repleto de cientos de modelos de todos los colores y de los nombres más diversos: Carmelita, Maru, Paola, Cruz, Rosana, Barcelona, Benidor, Elvis... “Llevamos como diez minutos de cola”.

Interior de la alpargataría Hernanz, en la calle Toledo. 

Interior de la alpargataría Hernanz, en la calle Toledo.  / ALBA VIGARAY

En total, hasta que llegan al antiguo mostrador alargado de madera de la tienda y son atendidas han pasado 50 minutos. Durante ese tiempo, entre las personas que aguantan la cola, a la que no deja de llegar gente, se oye de todo: “Deberíamos haber venido en mayo”. “Por favor, me dejaría entrar para sentarme, que es que hace mucho calor”. Joe, mira que nos hemos quedado porque era el día que menos gente había, pero ya llevamos un buen rato...”.

“Este verano hemos llegado a tener colas de hasta hora y media o dos horas, más de 40 personas esperando”, revela a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Jesús Hernanz, propietario de la tienda, cuarta generación de alpargateros, que se resta importancia al hablar del éxito de la marca. “Yo me imagino que fundamentalmente se debe a que la casa lleva abierta 170 años y haciendo las cosas medianamente bien te conoce mucha gente. Lógicamente procuramos hacerlo lo mejor posible, somos buenos alpargateros”, aprecia entre cliente y cliente, con los que puede llegar a estar hasta diez o 15 minutos. Trato individualizado. Sin prisa. De ahí también su éxito. “Desde que están de moda en cualquier zapatería encuentras uno o dos pares de alpargatas, pero en muchas no tienen ni idea. Yo nada más ver los pies del cliente pienso que le puede venir bien un modelo u otro. Y el que viene se queda satisfecho”, revela.

Yute

Las alpargatas están hechas de yute -antiguamente se hacían con cañamo-, un material importado de Bangladesh e India a través del Reino Unido que luego se trenza artesanalmente -se urde a mano pero el cosido es mecánico con moldes- en fábricas de suela de la zona de Elche, donde son expertos en calzado. Aquí, en Casa Hernanz, se hace el acabado final, entre el que está el arte final de las telas, que traen de La Rioja o Murcia, excepto en modelos exclusivos, más de moda, que esos vienen ya acabados después de alcanzar convenios con las marcas.

Decenas de personas aguardan fil el pásado sábado en la Alpargatería Casa Hernanz.

Decenas de personas aguardan el pasado sábado en la Alpargatería Casa Hernanz. / EPE

“Nosotros hacemos aquí buena parte del trabajo final”, revela Jesús, que de niño jubaba ya detrás del mostrador de la tienda o en el almacén y ya con 14 años compaginaba sus estudios en el Instituto San Isidro, muy cerca de aquí, con ayudar a la familia. Ahora, dice, está próximo a la jubilación, pero la continuidad está asegurada con sus dos hijos, que ya llevan el negocio en las venas y atienden junto a él.   

El trasiego de gente es constante en la tienda, donde no hay un espacio libre. Armarios, paredes e incluso techos están trufados de alpargatas o objetos hechos con esparto, como cabezas de animales o bolsos. “Yo he venido porque me dijo una amiga que le comprara para ella y su familia”, explica Margarita, de Milán, poco antes de ser atendida. Detrás de ella, Mei y Kei, de Japón, que en un inglés muy básico dicen que vieron recomendada la tienda “en Instagram [la cuenta suma 10.000 seguidores y muchos influencers hablan de la marca] y en Tripadvisor”.

El éxito mundial de las alpargatas se multiplicó hace unos 20 años, cuando la tienda apareció en The New Yrok Times. “La corresponsal vivía en la Cava Baja, y se sorprendió de la cola. Lo publicó y se notó muchísimo”. Ahora no es raro el día que no aparezca algún cliente que quiere o ser socio o abrir una franquicia en “Miami o Nueva York”. Jesús siempre las rechaza educadamente: “Estamos bien como estamos”.

Detalle de unos de los mostradores de la alpargataría Hernanz, en la calle Toledo.

Detalle de unos de los mostradores de la alpargataría Hernanz, en la calle Toledo. / ALBA VIGARAY

Tras el boom de la alpargata en los años 60, cuando Yves Saint Laurent les llevó a las pasarelas de medio mundo, empezando a ser usadas por personajes como Jacquelin Kennedy o Marilyn Monroe, este tipo de calzado vuelve a vivir una época dorada. “Es que”, razona Jesús, “se ha puesto de moda en países donde la gente no las suele usar, o se pueden usar pocos días al año y te viene gente de allí y se lleva pares para regalar”. “Tenemos también la gran suerte”, reconoce el propietario de la alpargatería, de que “estamos en zona turística”, añade.

Esta fama ganada a pulso en el extranjero hace que algunos días de invierno pueda haber hasta colas. “Aunque suele ser relativamente tranquilo, si hay fila en invierno es algo puntual. Si en primavera-verano vendemos en mostrador entre 200-300 pares, en invierno no pasaremos de los 30-40”, dice Jesús.

Cordelería

“En invierno trabajan muy bien el ante también, con su borreguito”, le echan un piropo Lourdes y Loli, dos hermanas de unos 50 años que vienen también todos los años y que destacan la variedad de modelos “clásicos y modernos” y colores y el hecho de que sean “artesanales”. “Tengo un amigo de Argentina que viene todos los años y se lleva muchísimas. Si te vas a otros sitios, como Castañer, te pueden triplicar el precio”, dice una de ellas, que destaca que en la tienda también se vende cordelería (tanto sintética como vegetal), aunque Jesús reconoce que está en caída año tras año. Muchas de las clientas no tienen duda de que Casa Hernanz es su preferida, aunque también aseguran que hay muy buenas alpargatas en Lobo, muy cerca, en calle Toledo 30. De hecho, Lourdes y Loli se van para allá.  

Vista del reflejo en el espejo de la Alpargatería Hernanz. 

Vista del reflejo en el espejo de la Alpargatería Hernanz.  / ALBA VIGARAY

De entre toda la variedad de alpargatas que ofertan, la más vendida es la tradicional, a 9,75 euros, que puede multiplicar en diez las ventas con respecto a la segunda, según Jesús, que explica que las ventas online “todavía son un porcentaje pequeño, aunque cada vez se vende más”. Otra vía de negocio más para una tienda fundada a mediados del siglo XIX por el artesano Toribio Hernanz para vender alpargatas y también aperos para los campesinos de los arrabales y que en la actualidad ofrece cestería tradicional, redes para uso ornamental, deportivo y de construcción, y sacos de yute y pita.