FENÓMENO EN AUGE

La guerra de la lavanda: pueblos de media España pugnan con Brihuega para atraer el turismo de Instagram

Esta pequeña localidad de Guadalajara atrae a miles de personas cada año a disfrutar de la floración de esta bella planta

Municipios de varias provincias copian el modelo y fomentan el turismo con actividades y centros de interpretación: "Cuantos más seamos mejor"

Una mujer saca una fotografía a una pareja en uno de los campos de lavanda de Brihuega, en Guadalajara.

Una mujer saca una fotografía a una pareja en uno de los campos de lavanda de Brihuega, en Guadalajara. / ALBA VIGARAY

Brihuega (Guadalajara) tiene apenas 2.511 habitantes, pero en el primer campo de lavanda según uno llega de Madrid por la CM-2011, infinitas hileras de plantas perfectamente alineadas, ya hay dos grupos de turistas, pese a que son las 10.20 horas de un viernes de julio, haciéndose fotos vestidos de blanco, cada uno a lo suyo, fotos posando, fotos sin posar, selfies, vídeos cortos para hacer luego gifs o montajes, fotos de paisaje, ajenos al otro grupo, decíamos, a un extremo del inicio de este cultivo de malva intenso, sin saber que son de dos países en guerra en la actualidad.

Por un lado, Mijail, ruso, que habla perfectamente español, trabaja en Madrid y acaba “de llegar” con dos amigas a ver la floración, “algo espectacular”. Por otro Caterina, ucraniana, que vive en Madrid también, adonde se mudó con su novio “por la guerra hace un año”, y ahora él ha encontrado trabajo de ingeniero, y admite, mientras para de hacer fotos a su amiga y a dos niños que, claro, cómo no le va a gustar la lavanda, pero en su país “hay muchos campos de estos”. Por lo menos “cinco veces más”, apunta su hijo, de unos seis años.

Ramos de lavanda seca en uno de los puestos de Brihuega.

Ramos de lavanda seca en uno de los puestos de Brihuega. / ALBA VIGARAY

Son Mijail y Caterina son dos de las miles personas que visitan cada año esta comarca cercana a Madrid que comparan con la Provenza francesa, a disfrutar de la floración de la lavanda, un fenómeno turístico en auge desde hace relativamente poco, pero que se ha disparado tras la pandemia. No en vano, según un estudio de la Universidad Alcalá de Henares, el impacto económico del turismo de la lavanda, que ha atraído a cerca de 100.000 personas en los últimos cuatro años, es de entre cuatro y seis millones de euros al año para esta localidad con un importante conjunto histórico-artístico, pero que es conocida por ser el Jardín de la Alcarria.

Centro de interpretación

Muchos municipios de otras provincias de España buscan también su protagonismo año tras año, como El Romeral, en Toledo; Tiedra, en la comarca pucelana de Los Torozos, que empezó hace 15 años con una pequeña explotación buscando alternativas al cultivo del cereal y hoy suma más de 400 hectáreas -aquí se radica el primer centro de interpretación de lavanda a nivel nacional-, Caleruega (Burgos) -situado en la Ribera del Duero y con más de 200 hectáreas-, San Felices (Soria), Villares del Saz (Cuenca), Moratalla (Murcia), Ademuz (Valencia) e incluso Madrid (Pezuela de las Torres). Son solo algunos, quizá los más destacados, pero hay otros tantos municipios que comienzan a explotar las ventajas de esta suerte de turismo de instagram -esta red social se llena de fotografías de lavanda por estas fechas- en una suerte de 'Gran Prix' del mundo vegetal.

Pero sin duda Brihuega es la capital de la lavanda de nuestro país. En diferentes zonas de su perímetro, acumula alrededor de mil hectáreas de esta flor, una plantación -el lavandín- importada hace más de medio siglo y que en su mayoría se dedica a la producción de aceites, aromaterapia o cosmética. En esta comarca de la Alcarria, que acumula un total de 2.500 hectáreas de lavanda, sale el 10% de la producción mundial.

Paraguas de color malva se reparten por las calles principales de Brihuega para amortiguar el sol.

Paraguas de color malva se reparten por las calles principales de Brihuega para amortiguar el sol. / ALBA VIGARAY

“Hemos aguantado la pandemia, que la gente no podía salir y solo venía gente que vivía cerca”, asegura Luz, que junto a su marido, Javier, cosmetólogo que tiene cultivo propio, montó la primera tienda de este tipo de productos en el municipio, hará no mucho, seis años, y dice que les va “bien”, sobre todo estos días, que “se pone de bote en bote, es que es un impulso muy grande para un pueblo pequeño”.

Desde luego entra gente constantemente a Las cosas de mi hermana, una de las pocas tiendas que abre todo el año. De entre lo que más venden, las cremas de manos, “que son tan bien muy buenas para los pies”, y las aguas de colonia, pero ahí de todo: sales de baño, jabones, aceiteas, ambvientadores, velas, brumas de almohada, mieles...

Turistas en uno de los campos de lavanda al norte de Brihuega.

Turistas en uno de los campos de lavanda al norte de Brihuega. / ALBA VIGARAY

“Aunque sea un fenómeno reciente, esto va a más cada año", afirma Bea, trabajadora de la Oficina de turismo de la localidad, en la Plaza del Ayuntamiento, a la que no deja de entrar gente, y que está presidida por un muñeco gigante de una campesina dentro de una vitrina. “Perdóname que no te pueda atender, pero es que tengo gente viniendo, correos, llamadas...”, se excusa la joven en un pueblo que huele a vísperas de fiesta. Algunos puestos con productos tradicionales, entre ellos chocolate con aroma a lavanda, ya están vendiendo a los turistas que van llenando las calles; otros se están montando todavía en esta zona peatonal que está techada de bolsos y paraguas morados para proteger del sol.

Flores de lavanda

“Cada vez viene más gente, más visitas guiadas", asegura Leticia, mientras mete flores de lavanda en pequeños sacos aromáticos para vender en su tienda de productos de cosmética y aromaterapia, muy cerca de la plaza del Ayuntamiento. “Cuantos más sitios haya promocionando la lavanda, mejor”, responde Leticia sobre qué le parece que esta planta plantas de la familia de las lamiáceas genere turismo en otras partes de España. En Brihuega, desde luego, es un éxito año tras año. El próximo fin de semana, que marca simbólicamente el inicio del periodo de recogida, actúan Víctor Manuel y Taburete, pero el Ayuntamiento ha organizado un amplio abanico de actividades durante todo el mes de julio, “el mes de la lavanda”: demostraciones de destilación de aceites, visitas guiadas a los cultivos, talleres de repostería, festivales, conciertos... Ante el flujo increíble de gente, hay aparcamientos habilitados a la entrada y salida del municipio.

“Estos días si no vienes con reserva te quedas sin comer”, comenta un camarero del Quiosco La Alameda, en el Parque de María Cristina, mientras no para de trajinar en la barra. “Ahora mismo está complicado servir en la terraza, señora”, se excusa ante una cliente mientras encoge los hombros. “Esto es como el Wanda, cada vez viene más gente”, bromea. De cara a la noche, cuando la zona se llena de música y jolgorio -la mejor hora para visitar los campos sea seguramente el amanecer y el anochecer-, hay varios foodtruck. Hay numerosos hoteles y casas rurales en el municipio, pero esta semana conseguir habitación es casi imposible.

Jabones de lavanda en una de las tiendas de Brihuega.

Jabones de lavanda en una de las tiendas de Brihuega. / ALBA VIGARAY

Olor de lavanda

“Estos días hay mucho lío. Aquí deberían abrir más restaurantes, no puede ser que no haya sitio para comer”, se quejan dos hombres de unos 40 años que son de la comarca y andan buscando sin éxito un sitio donde les den de almorzar hoy. En las mesas desayunando todavía, muchos grupos de turistas, la mayoría vestidos de riguroso blanco, como si fuera San Fermín.

“Acabamos de llegar, hemos visto solo las murallas, pero nada más llegar ya se nota el olor de la lavanda, ¿verdad?”, explican Deia y Dori, que han venido desde Pedrezuela, en Madrid, a pasar la mañana en Brihuega, que tiene campos de lavanda tanto al norte, a cinco kilómetros, cerca del monumento a la Batalla de Brihuega, tanto al este, yendo hacia Olmeda del Extremo, y donde se celebrará el Festival de la lavanda el próximo fin de semana, como hacia el sur, camino de Archilla.

Entrada a la parte medieval de Brihuega, donde se organiza el mercadillo de la lavanda.

Entrada a la parte medieval de Brihuega, donde se organiza el mercadillo de la lavanda. / ALBA VIGARAY

El olor se nota nada más aproximarse a los campos del Monumento de la Batalla, de varios propietarios privados, pero que son recorridos por decenas de personas pese a que es mediodía y ya aprieta el calor. Hay incluso padres con bebés de pocos meses vestidos de blanco para inmortalizar el momento entre las preciosas hileras de malva, donde el zumbido de las miles, millones de abejas, es constante. Como un manto que lo envolviera todo. “Hace cinco años, que fue el primer año que vinimos nosotras, no había tanta gente, había menos publicidad”, explican Merche, Norma y Maripaz, que vienen todos los años, van vestidas de riguroso blanco y han ido viendo como ha crecido el fenómeno. “Esto se llena de autobuses. Si es que vienen hasta modelos a hacerse fotos”, señalan en uno de los dos enormes parkings habilitados mientras se refugian del sol con un paraguas morado.

En El Romeral, en Toledo, es otro lugar donde fenómeno está en auge también. Manuel Escudero, un agricultor de la zona, suma llama cien hectáreas en su finca de lavanda, que empezó a cultivar hace cuatro años -antes cultivaba cereal-. Organiza visitas guiadas por los campas, hace observaciones de estrellas con un astrónomo y visitas a las colmenas desde la que extrae la miel que produce y comercializa. “Esto cada vez va a más, al año puedo recibir cerca de mil personas”, asegura Escudero. “La gente que viene aquí sale encantada; no está tan masificado como Brihuega, las visitas son más tranquilas”, asegura Escudero, al que al albur de su éxito comienzan a copiar otros agricultores de la zona. “Ya no soy el único, debe haber como diez agricultores ya que tienen lavanda”, asegura sobre una flor que ya se extiende a 400 hectáreas de esta zona de Toledo (Laguardia, Tembleque...). Y igual que lo hace por otras comarcas de España.

Varios turistas se hacen fotografías en uno de los campos de lavanda de Brihuega.

Varios turistas se hacen fotografías en uno de los campos de lavanda de Brihuega. / ALBA VIGARAY