Opinión | EN CLAVE EUROPEA

Lecciones de la ampliación de la UE

La gran ampliación puede considerarse un éxito, en especial en el ámbito económico, aunque los progresos hayan sido desiguales

Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas

Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas / MICHAEL KAPPELER/DPA - ARCHIVO

La gran ampliación de la Unión Europea (UE), conocida como big bang, cumplió este 1 de mayo veinte años y ha cambiado económica y políticamente el continente. La ampliación reunificó Europa, dividida durante 40 años por la Guerra Fría, al integrar en 2004 en la UE a Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Chipre y Malta. La adhesión de Bulgaria y Rumania se retrasó tres años debido a sus graves deficiencias, que aún arrastran y que han impedido su plena integración en espacio sin fronteras de Schengen en el ámbito terrestre. Croacia fue el último miembro en ingresar en la UE en 2013. Desde entonces el proceso de ampliación había quedado estancado hasta que la guerra de Ucrania ha impulsado a los Veintisiete a reactivarlo por motivos geoestratégicos con las nuevas promesas a Kiev y Moldavia y la reafirmación de los viejos compromisos con los países balcánicos.

La gran ampliación puede considerarse un éxito, en especial en el ámbito económico, aunque los progresos hayan sido desiguales. Polonia es el alumno más aventajado y ha más que duplicado el tamaño de su economía desde 2004, según Eurostat. Además, ocho de los nuevos estados también se han integrado con éxito en el euro. A nivel político, el balance es más mitigado. El encuadramiento dentro de la UE y la OTAN ha afianzado la estabilidad del continente, pero no ha evitado graves derivas antidemocráticas entre los nuevos miembros: la transformación de Hungría en un régimen autoritario con elecciones, el giro antidemocrático de Polonia durante los ocho años de gobierno del ultra de Ley y Justicia (PiS) y derivas autoritarias y acoso a la prensa en Eslovaquia y Malta, que llegaron hasta el asesinato de dos periodistas que investigaban la corrupción gubernamental sin que se haya condenado al instigador de esos asesinatos seis años después.

Los estados del Este priman políticamente a la OTAN por encima de la UE, lo que instrumentaliza Estados Unidos para debilitar la unidad y la actuación europea. De hecho, todos ellos ingresaron antes en la OTAN que en la UE. Los estados del Este mantienen posiciones mucho más nacionalistas, tienen un enfoque materialista respecto a la UE, son muy reacios a una mayor integración política europea y la brecha Este/Oeste resulta evidente en las cuestiones políticas clave, desde el asilo a la política industrial.

La mayor parte del acervo comunitario se centra en la regulación económica y la Comisión Europea prioriza en las negociaciones de adhesión que el nuevo miembro pueda funcionar en el mercado europeo y aplicar sus regulaciones. Por ello, los prerrequisitos políticos de los criterios de Copenhague de 1993 se acaban convirtiendo en metas a alcanzar en el momento de la adhesión.

Ante la perspectiva de nuevas adhesiones, Bruselas debe reforzar su capacidad de actuar y sancionar con efectividad la violación de los principios democráticos y las libertades garantizados en el artículo 2 del Tratado de la UE, ya que las disposiciones del artículo 7 resultan inefectivas e inaplicables. Una opción es reforzar la capacidad para suspender las ayudas europeas a los países que vulneren esos principios, aunque hasta ahora la Comisión Europea no ha considerado el acoso a los periodistas y el recorte de la libertad de prensa como un motivo para sancionar a un estado miembro y tiene tendencia a levantar prematuramente la suspensión de ayudas, como hizo con Hungría en diciembre, pese a que había aprobado una ley de soberanía nacional como la de Georgia.

La experiencia del Chipre dividido indica que los contenciosos territoriales que no se hayan resuelto previamente a la adhesión quedan enquistados. La cláusula de defensa mutua del artículo 42 del nuevo tratado de Lisboa también requiere por prudencia que los nuevos miembros solo ingresen una vez se hayan concluido sus conflictos militares con una paz estable para evitar que la UE se encuentre por la puerta de atrás en situación de guerra con Rusia u otro país. La experiencia del big bang enseña asimismo que permitir la adhesión con la promesa de que se completarán reformas pendientes no garantiza su cumplimiento, como ejemplifica Bulgaria en el caso de la corrupción y los países bálticos con la integración de las minorías rusófonas. Un ingreso gradual en la UE puede generar una dinámica económica que autoestimule la aceleración de las reformas y la transformación del país, pero para ello es indispensable un incremento sustancial de las ayudas europeas preadhesión.