Opinión

Madrid, una ciudad excéntrica

Madrid, que se presume abierta y acogedora como ninguna otra, adolece de una terrible contradicción: ya no queda donde ser acogido en esta ciudad por menos de 550 euros al mes por una habitación en un piso compartido

Palacio de Cibeles.

Palacio de Cibeles. / EFE

Al llegar a Madrid con 12 años me llamaron la atención los pasos de peatones, tan anchos y breves; el metro, tan lleno, caótico y fascinante, y el seseo de las eses al hablar, muy marcadas, como un globo desinflándose entre los dedos. Ahora, el andar aplatanado de Canarias me enerva, odio el puto metro y uso mazo de forma no irónica.

Acabo de pasar los 30 y ya no vivo con mis padres, aunque desde hace demasiado poco. Madrid, que se presume abierta y acogedora como ninguna, se miente a sí misma: ya no queda donde ser acogido en esta ciudad por menos de 550 euros al mes por un piso compartido. En mi caso, con mi hermana pequeña, un amigo de mi edad, un gato y un nutrido número de plantas que tapan carencias afectivas y constructivas; mías y de la casa.

Venir aquí no fue cosa mía; pero ahora no tengo claro si me quedo por gusto o por costumbre. Es posible que, de momento, me rente; pero no es en absoluto rentable: Madrid es una ciudad excéntrica, en sus dos primeras acepciones, una urbe cada vez más cara e invivible que nos empuja hacia sus márgenes.

La capital tiene un "problema gravísimo" con la vivienda, ha reconocido recientemente nuestro alcalde. Pese a esta y otras fallas - de defectos -, Almeida repite como un mantra que "Madrid está en su mejor momento". Dependerá, imagino, de para quién. Ya lo dijo Galdós, otro canario que se quedó en Madrid: "Ay, qué Madrid este, todo apariencia. Dice un caballero que yo conozco que esto es un Carnaval de todos los días, en que los pobres se visten de ricos".