Opinión | CALEIDOSCOPIO

Concordia versus memoria

Quizá se pueda empezar a hablar de concordia, no solo entre los castellanos y los leoneses sino entre todos los habitantes de este país 

Presidente del PP de Castilla y León y de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, este domingo en Madrid

Presidente del PP de Castilla y León y de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, este domingo en Madrid / PP

Casi a la vez que leía la noticia de la presentación en las Cortes de Castilla y León de la proposición de ley acordada por el Partido Popular y Vox para sustituir al decreto de Memoria Histórica en vigor (aprobado, por cierto, por el Partido Popular en la anterior legislatura) y que han bautizado como de la Concordia me llegaba al whatsapp un mensaje con una foto de Franco en su Rolls Royce acompañado por otro hombre muy serio y, debajo de ella, el siguiente texto: “Les presento al padre del presidente de la Junta de Castilla y León.

Se llamaba Marcelo Fernández Nieto y fue alcalde sin necesitar un solo voto. Aquí le vemos pasear con el dictador Francisco Franco por la Plaza Mayor de Salamanca en 1970”. Hay veces en que las casualidades dicen más que todo lo que uno puede decir.

Iba a decir que no me sorprende, pero me pasa lo que a aquel gallego: que si dijera la verdad mentiría. Porque, a pesar de todo, uno conserva cierta esperanza en la humanidad, aunque sea esa parte de la humanidad que no hace honor a su nombre. Y no lo hacen quienes a estas alturas del siglo XXI pretenden volver a tiempos pasados, cuando la verdad histórica la determinaban unos y los demás callaban y cuando la concordia se establecía por imposición. 25 años de paz decían los primeros carteles de propaganda política que uno vio cuando en España menos paz había de todo.

Concordia, dice el diccionario, es el acuerdo o armonía entre personas o cosas. Si es así, la nueva ley del PP y Vox de Castilla y León nace con plomo en las alas, pues ni acuerdo ni armonía parece haber despertado entre los demás partidos políticos a juzgar por sus reacciones: “Mañueco ha resucitado el franquismo”, ha dicho el portavoz de los socialistas castellano-leoneses refiriéndose al presidente mientras que el del Grupo Mixto zanjaba el tema con contundencia: “Es uno de los días más vergonzosos para Castilla y León”.

El representante de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, por su parte, calificaba la proposición de ley como “una gran operación de blanqueamiento del franquismo” y un “uso fraudulento de la palabra concordia para esconder y embellecer la historia del fascismo en la Comunidad”.

Lo que sorprende más de toda este asunto es que sea en Castilla y León, que apenas vivió la guerra civil, pues, salvo un mínimo territorio al norte, en las cuencas mineras de León y de Palencia, el resto permaneció en poder del ejército sublevado desde el principio, donde sus dirigentes propugnen una concordia que haga que sus gobernados vivan en paz y amor. Si es lo que de verdad pretendían, lo tenían muy fácil: bastaba con exhumar las 500 fosas comunes que aún existen en Castilla y León (una Comunidad, repito, donde no hubo guerra prácticamente) y devolver a sus descendientes los restos de las 7.000 víctimas que esconden (todos asesinados a sangre fría, pues no hubo guerra) y cumplir con la Constitución, que proclama el derecho a la libertad y a la vida, y con los mandamientos de la religión católica, que ordena perdonar al prójimo así como dar sepultura a los muertos en tierra sagrada, cosa que muchos aún no han podido hacer porque ni siquiera saben dónde están sus padres o sus abuelos al cabo de casi un siglo.

Hecho esto, quizá se pueda empezar a hablar de concordia, no solo entre los castellanos y los leoneses sino entre todos los habitantes de este país que, lejos de buscarla, parece perseguirla a juzgar por los actos y las declaraciones de algunos de sus dirigentes y de quienes los jalean con sus gritos y sus votos.