Opinión | ERROR DEL SISTEMA

A la gente que le den

El ansia electoralista ha acabado venciendo a unos presupuestos sociales. ¿Eran mejorables? Por supuesto, pero quizá sean irrepetibles

Pere Aragonès y Jéssica Albiach este miércoles en el Parlament tras tumbarse los presupuestos.

Pere Aragonès y Jéssica Albiach este miércoles en el Parlament tras tumbarse los presupuestos. / / ZOWY VOETEN

Sí, a la gente que le den. A esa ciudadanía de la calle a la que se apela constantemente desde la izquierda. A la que tiene que esperar meses -o años- por una operación. La que lleva a sus hijos a la escuela pública y sufre sus deficiencias. La que no puede emanciparse -o divorciarse- por los precios de la vivienda. A toda la que se mueve en transporte público, la que espera el milagro de la lluvia porque la política se olvidó de prepararse para la sequía… A toda esa gente, que le den. El ansia electoralista ha acabado venciendo a unos presupuestos sociales. ¿Eran mejorables? Por supuesto, pero quizá sean irrepetibles. 

Porque el PSC puede cojear por la amnistía y el caso Koldo. Porque ERC no acaba de saber construir una política útil frente a la pirotecnia esencialista de Junts. Y porque En Comú Podem ha frenado políticas sociales por un eslogan electoral: el partido verde que no se vende al capital. Precioso para enmarcar entre su militancia, escasamente atractivo para quienes bregan por subsistir. Resulta muy difícil de creer que el Hard Rock sea el límite moral que los Comuns han querido vender en las negociaciones. Por muy detestable que sea el proyecto, nunca había motivado un veto por su parte, aunque hasta ahora no podían arrojarlo a la cara de los socialistas (que no lo impulsaron, pero ahora lo defienden sin vergüenza). Sí, quizá ha sido eso. Esa irrefrenable tentación de la izquierda a bombardearse entre ellos mientras los proyectiles impactan en la calle. 

Después de una larga década convulsa en que la bandera se impuso a todas las discusiones, al fin había la oportunidad de tirar adelante medidas de calado social, de mostrar un acuerdo amplio de izquierdas, de ganar un poco de estabilidad en momentos inciertos y de ensayar un discurso compartido progresista frente a los cantos de sirena de la ultraderecha. Cantos que a corto plazo quizá andan justos de votos pero que acaban engordando gracias al desengaño y la sensación de desamparo que provocan, precisamente, gestos políticos como este.