Opinión | ANÁLISIS

Israel daña el excepcionalismo USA

"Francia y Estados Unidos se destacan por creer que sus valores son universales"

El ejemplar de la Constitución sobre el que juró la princesa Leonor.

El ejemplar de la Constitución sobre el que juró la princesa Leonor. / José Luis Roca

La teoría del excepcionalismo norteamericano consiste, como es sabido, en considerar que los Estados Unidos constituyen un país cualitativamente distinto de las demás naciones desarrolladas de occidente por una serie de factores históricos, sociológicos y políticos singulares. En concreto, la nación moderna que nace en América prácticamente al mismo tiempo que en Europa se desarrolla la Revolución Francesa no se basa en un patrimonio previo, en una etnia primigenia ni en una elite de larga trayectoria que proviene de épocas históricas remotas: los Estados Unidos se fundan sobre unos ideales republicanos que fueron magistralmente descritos por Lincoln en el célebre discurso de Gettysburg: "Estados Unidos es una nación concebida en libertad y dedicada a la proposición de que todos los hombres son iguales", con una misión que consiste en asegurar que "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no perezca de la faz de la tierra". Tocqueville, autor de “La democracia en América” publicada en 1835, ya detectó esta singularidad, que luego fue certificada por un sinnúmero de autores, Marx entre ellos. De ahí que muchos estadounidenses crean que su país es moralmente excepcional, y que tiene encomendada una misión de altura.

Joseph S. Nye, profesor en Harvard y exsecretario de Defensa USA, ha citado en un artículo reciente a Stanley Hoffman, un intelectual franconorteamericano, que afirma que, si bien cada país se considera único, "Francia y Estados Unidos se destacan por creer que sus valores son universales. Francia, sin embargo, estaba limitada por el equilibrio de poder en Europa y, por tanto, no podía perseguir plenamente sus ambiciones universalistas. Solo Estados Unidos tenía el poder para hacerlo".

En términos políticos, este debate puede resultar superfluo pero lo cierto es que los norteamericanos piensan mayoritariamente que forman una fuerza para hacer el bien en el mundo impulsando políticas liberales. En este designio, que a menudo ha adquirido tintes aislacionistas, ha habido graves contradicciones, como el hecho de que la Constitución de 1787 no proscribiera la esclavitud… y la Ley de Derechos Civiles que acaba con la segregación tuvo que esperar hasta 1964.

En todo caso, la pretensión de excepcionalidad puede apoyarse en hechos irrefutables: en 1917, el presidente Woodrow Wilson rompió la tradición aislacionista y envió a dos millones de norteamericanos a luchar en el Viejo Continente… Hazaña que los norteamericanos repitieron en 1941, al involucrarse en la Segunda Guerra Mundial en contra de los totalitarismos del Eje. A su término, en 1945, Washington infundió el "orden liberal" en occidente e impulsó la creación de las Naciones Unidas sobre la fallida Liga de Naciones de Wilson. En algunos casos, Washington confundió aquella visión con un imperialismo primario, sobre todo en América Latina, pero su papel equilibrante facilitó, entre otras cosas, la unificación europea.

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