Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

La sociedad cansada del nuevo tecnofeudalismo

Sobre la complacencia de Europa, aun rodeada de fuego

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Me siento en un bar gallego, lejos del mogollón del centro, con los periódicos, dos crujientes y otro viejo, del domingo pasado, con la intención de ponerme al día y rascar alguna idea de la sartén requemada del mundo. Se está bien en la terraza; el dueño permite a la parroquia acomodarse en cualquiera de las cinco mesas dispuestas sobre la acera, en soledad, si lo desea, pero sobre todo sin apremios.

Empiezo leyendo en ‘El País’ una estupenda entrevista del periodista Joseba Elola al pensador coreano afincado en Alemania Byung–Chul Han, quien se perfila en sus respuestas como un caballero bastante pagado de sí mismo, displicente en el trato.

El filósofo de moda sostiene ahora que hemos perdido la capacidad de narrar, aquella fuerza única que nos congregaba alrededor del fuego para darnos sentido en el transcurso del tiempo. Que, en todo caso, la narración —hoy reducida a chismes, historietas sin profundidad, publicidad— se ha transformado en una herramienta más del capitalismo, que succiona nuestra supuesta libertad individual para reproducirse a sí mismo. Trabaja, rinde más, sé productivo. "Somos —dice el autor coreano— los órganos sexuales del capital". O sea, estamos bien jodidos.

En otra entrevista publicada estos días, el exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis, publicitando su nuevo libro que saldrá en febrero de 2024, alega que el capitalismo ha sufrido una mutación hacia una economía tecnofeudal y un nuevo (des)orden. Ahora, los señores feudales son las grandes tecnológicas (Meta, Google, Amazon, Apple, Microsoft), empresas que poseen más información de los consumidores y ciudadanos que cualquier gobierno en la historia. Ninguna, por cierto, está radicada en Europa.

Pero qué, ¿hacia dónde vamos?, ¿hará ‘crack’ el tinglado? Llama la atención que los dos pensadores, afines a la izquierda, sean tan brillantes ambos la hora de detectar síntomas y en la acuñación de conceptos vivos como puñetazos ("tecnofeudalismo", "sociedad del cansancio"), pero no tan certeros en el diagnóstico, en la receta para curar el mal. Tal vez sea cosa mía, que se me escapa.

Un viento negro

Si cuando Marx y Engels escribieron el ‘Manifiesto comunista’, recorría Europa el fantasma del comunismo, ahora, con ese espectro muerto y enterrado, han aparecido el viento negro del populismo y la propia inanidad del continente. Europa no pinta nada, como una comunidad de vecinos incapaz de aclararse con la eterna discusión de las derramas. No ha sido capaz de articular una respuesta alternativa en la guerra de Ucrania ni, me temo, lo hará en el nuevo-viejo conflicto en Oriente Próximo. Europa es un perro cojo, tumbado en el tranco de la puerta, bostezando su insignificancia, complacido porque, después de todo, aún puede vivir decentemente rodeado de fuego.