Opinión | POLÍTICA

Podemos, liquidación por derribo

La experiencia más magnética de la España reciente desemboca en un ERE, tras haber incumplido el contrato de alumbrar una nueva forma de ejecutar la política

Pablo Iglesias e Irene Montero, en un acto de Podemos

Pablo Iglesias e Irene Montero, en un acto de Podemos / A. Pérez Meca

Adenauer resumía que "la política es la suma de todos los errores que podrían haber sido evitados". Podemos es una de las equivocaciones más costosas, en el caso español. En el momento de la liquidación por derribo, con el partido reducido a un indigesto amasijo teórico, cabe preguntarse dentro de la pasión moralizante de los dirigentes de la formación si una persona tiene derecho a crear una ilusión que piensa defraudar sin mayores escrúpulos.

Al desembocar en un Expediente de Regulación de Empleo de su plantilla, Podemos tiene culpables. La experiencia más magnética de la España reciente desemboca en un ERE dramático para sus víctimas, después de que los gestores incumplieran el contrato de alumbrar una nueva forma de ejecutar la política. Con la diferencia no menor de que los autores del desaguisado se han cobrado con creces cada hora de dedicación, olvidando a los millones de seguidores que tuvieron que vencer gratuitamente la inercia de su entorno para apoyarles.

La primera diferencia con Ciudadanos es que Podemos empieza a hundirse en su esplendor, rebosante de vicepresidencias del Gobierno y ministerios. La creación de la izquierda radical fracasa al administrar su triunfo, fue un ingenio tan espumoso como estéril, un paréntesis carnavalesco cohibido al entrar en contacto con el poder auténtico. La decepción se acentúa al recordar que el padre de la criatura es Pablo Iglesias, de quien Juan Manuel de Prada ha decretado que es el político más inteligente de España desde Felipe González. Se decía del sevillano que nunca tenía un papel sobre la mesa, pero el vicepresidente que se aburrió en el cargo ha sido todavía más alérgico a las miserias de la gestión cotidiana.

La sociedad se ha cebado con Podemos en decenas de acusaciones esotéricas sin contenido, pero nadie ha sido más injusto con la formación que el propio Podemos. El reino de Iglesias no es de este mundo, pertenece a la galaxia de Twitter, donde arrastra a millones de seguidores aunque cabe recordar que se trata de tuiteros que trabajan a las órdenes de Elon Musk. Además, la movilización en las redes sociales no está conectada con la vida real, según demuestra el fracaso morrocotudo del exvicepresidente al enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso, una rival que en principio no milita en su categoría.

Nunca tan pocos pudieron hacer tanto, pero prefirieron inhibirse. Irene Montero componía una figura prometedora antes de convertirse en la política que ha movilizado más votos de España, la mayoría en su contra. Abandona el ministerio con más muertes por violencia de género que a su llegada, y quede claro que ni ella ni sus predecesoras son culpables de la matanza. La expulsión de la ministra de Igualdad de las listas de Sumar constituyó una decepción para las derechas, mientras la ministra sacrificada por Yolanda Díaz recibía el homenaje de los correligionarios que la han inmolado para preservar un sueldo. Los demás se han ido al ERE, una figura eminentemente capitalista.

Sumar es un Podemos para espectadores de Barbie, un proyecto anegado de sensibilidad, ternura y emotividad por citar las virtudes enumeradas por Yolanda Díaz para evitar el término abominable de "izquierda". Bajo la palabrería, late una voluntad de hierro, véase a Margot Robbie en la película. Es fácil imaginar a qué político con vicepresidencia del Gobierno en su currículo le corresponde el papel de Ken.

Sumar es un Podemos para espectadores de 'Barbie', un proyecto anegado de sensibilidad, ternura y emotividad

El error de Podemos no ha consistido en dejar gobernar al PSOE, sino en dejarse gobernar por el PSOE. No han sido maximalistas como pretenden sus críticos de ultraderecha, sino frívolos, incluso en la sobreactuación de la regañina continua que no excluía ni a sus adeptos. Su agotadora pasión por la polémica no implicaba conquistar cada voto, sino debatir cada voto. Basta imaginar el regreso cabizbajo al redil socialista, por incomparecencia del partido emergente, de quienes dejaron de votar a Pedro Sánchez porque existía la jugosa opción de Podemos.

Hasta el mismo ERE, la cabeza única de Podemos ha sido Iglesias, ahora enfrascado en desbancar a Ana Rosa. El líder en la sombra, aparte de masculino, frente a dos ejecutantes femeninas, una de las cuales es su pareja. El chalet compartido de Galapagar dañó más a la formación ahora extinguida que los resultados electorales. La propiedad inmobiliaria llevó a convocar el primer referéndum de la historia en que un líder de estirpe marxista somete a consulta su deseo de integrarse en la confesión burguesa. El sueño se adentró en una parodia digna de Kundera, así se agota la última ocasión en que la participación en la vida pública se aproximó a una religión. Es un error en el que PP y PSOE no incurrirían jamás.