Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA

Feijóo y la trituradora de carne

Quince meses después de tomar las riendas de un partido que vivió un calvario interno desde que salió del gobierno con una moción de censura está coqueteando con otra crisis de identidad

Alberto Núñez Feijóo en la sede del Partido Popular Elecciones generales del 23J.

Alberto Núñez Feijóo en la sede del Partido Popular Elecciones generales del 23J. / José Luis Roca

En los últimos años ha ganado fuerza el mantra de que la política españolase ha convertido en una trituradora de carne. Los que se atreven a dar al salto al patio nacional corren serio riesgo de durar un suspiro. Vayan y comprueben quiénes fueron los principales rivales de Pedro Sánchez en las penúltimas elecciones generales y quiénes han sido los últimos. Él se está haciendo fuerte en el título de ‘mister’ resistencia. De momento y contra los pronósticos. El tiempo dirá si el actual jefe de los socialistas pasa también a ser triturado (en su partido ya lo intentaron sin mucho éxito) o es él quien se marcha cuando quiera sorteando un violento destino. De momento, toda la baronía socialista está callada, en silencio y acrítica esperando a ver si Sánchez logra reeditar la presidencia a través de alianzas parlamentarias, después de haber perdido los comicios del 23J por mucho menos de lo esperado.

Otro caso digno de estudio es el que está viviendo el PP. Quince meses después de que Alberto Núñez Feijóo tomara oficialmente las riendas de un partido que vivió un calvario interno desde que salió del gobierno con una moción de censura -y que dejó de ser una cosechadora de grandes resultados con Pablo Casado al frente-, está coqueteando de manera inexplicable con otra crisis de identidad. Feijóo, en algo más de un año, ha logrado coser los rotos que presentaba su formación; se ha hecho con un buen puñado de territorios tras los comicios autonómicos y locales (bien es verdad que de la mano de Vox en numerosos casos) y ha ganado las generales del pasado domingo en votos y en escaños. Su problema es que él, el esperado durante tantos años en el PP para convertirse en líder supremo, generó una expectativa tan grande que amenaza con devorarlo y deprimir a los suyos, que murmullan y en algún caso plantean interrogantes sobre la sucesión.

¡Sucesión! Con lo que han ansiado que Feijóo llegase al despacho noble de la séptima planta de la madrileña sede de la calle Génova, ahora hay quien se atreve desde la periferia de las fronteras populares, como Esperanza Aguirre (sin peso pero aún con voz e influencia en algunos sectores del PP), a intentar agitar el avispero de la herencia de la presidencia. «El futuro de este partido pasa por una mujer», dijo hace unos días Aguirre, tirando la piedra y escondiendo la mano para señalar a Isabel Díaz Ayuso. La propia presidenta madrileña tuvo que salir después a la palestra a cerrar filas con su actual jefe y a decir algo obvio: que no se puede aplaudir a rabiar a un político veterano como Feijóo una semana en campaña y, a la siguiente, pese a haber ganado y mientras está tratando de ‘vender’ públicamente que va a intentar una investidura que ve posible (aunque claramente no lo sea), tratar de tirarlo «por un puente».

La sombra de la trituradora no respeta a nadie. Ni a los más deseados en las filas de los partidos"

La verdad es que en las presidencias regionales del PP no parece haber duda de que Feijóo tiene que seguir. Pero si lo responden, en público o en privado, es porque han meditado el asunto. ¡Quince meses después de su llegada! La sombra de la trituradora no respeta a nadie. Ni a los más deseados en las filas de los partidos. Que él fuera diciendo a quien le sacaba a colación esta cuestión antes de las elecciones que había llegado a Madrid «para ganar», seguramente ha echado leña al fuego. Pero tiene aún menos sentido fomentar esos debates desde dentro de la organización cuando no se sabe si Sánchez logrará llegar a un pacto realista con los independentistas catalanes o, de hacerlo, sobrevivir (pese a ser experto en ello) mucho tiempo a lomos de una mayoría tan delicada e inflamable. Que los populares jueguen a autoprovocarse otra crisis de identidad en este contexto es inaudito. Más les valdría afinar la estrategia, los mensajes y tomar posiciones claras y no contradictorias sobre su relación con la extrema derecha. La trituradora puede ser divertida para algunos -Podemos la ha sacado del armario para decir que el resultado de Yolanda Díaz no es bueno, cuidado también ahí…-, pero resta credibilidad a la política cuando además del uso, se fomenta el abuso.