Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

La OTAN mira al Báltico

Putin ha conseguido que se amplíe la OTAN hacia el norte, terminando con la tradicional neutralidad de Suecia y Finlandia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (2i), el primer ministro del Reino Unido Rishi Sunak, y el presidente de Estados Unidos Joe Biden (d), este martes durante la cumbre de la OTAN que se celebra en Vilna, Lituania.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (2i), el primer ministro del Reino Unido Rishi Sunak, y el presidente de Estados Unidos Joe Biden (d), este martes durante la cumbre de la OTAN que se celebra en Vilna, Lituania. / EFE/Pool Moncloa/Fernando Calvo

La OTAN mira al norte y, tras el ingreso de FinlandiaSuecia cierra ahora el mar Báltico y abre un nuevo frente para Rusia. Las islas Åland, en Finlandia, aunque de cultura y lengua suecas, actúan juntamente con Gotland como una frontera natural en el corazón de aquel gélido mar que constituía una de las pocas salidas naturales para la flota rusa. El ingreso de Suecia y Finlandia en la Alianza Atlántica no resulta sólo valioso en términos de control geográfico, sino también en renta per cápita, capacidad de combate y tecnología puntera. La aviación sueca, en concreto con sus sorprendentes Saab Gripen y sus unidades de inteligencia aérea –de las más avanzadas del mundo, como se pudo comprobar en Libia–, supone un refuerzo muy notable para los países de la OTAN en lo que a seguridad concierne, a la vez que incrementa el protagonismo de la defensa europea en el seno de la Alianza.

Con la pérdida de la neutralidad del norte escandinavo, el rearme de Ucrania y del resto de sus vecinos, y la apuesta decidida de Alemania y Francia por aumentar sus presupuestos militares, el continente parece resuelto a perder su inocencia kantiana. Las amenazas vuelven a cernerse sobre Europa de un modo imprevisible hace unos años. Rusia desde el este, planteando una sucesión de conflictos híbridos de baja intensidad; China, desde el Pacífico, África y América del Sur, buscando tomar el control de las materias primas y promoviendo el espionaje industrial en las compañías occidentales; y los países meridionales, cuya explosión demográfica va unida a los intereses de las mafias: todos ellos alientan la desestabilización de las fronteras, con evidentes efectos en la política interna de las distintas potencias.

La OTAN mira al norte, con los ojos fijos en la guerra entre Rusia y Ucrania. ¿Dónde se pondrá el límite del apoyo occidental a Kiev? Si Ucrania no puede resistir la contienda más allá de unas semanas sin el armamento y el dinero que le llegan de Europa y de Estados Unidos, Rusia ve cómo se desgasta el arsenal de su ejército a medida que pasan las semanas y se muestra incapaz de ir mucho más allá de un empate técnico en el mejor de los casos. El extraño comportamiento del Grupo Wagner nos indica que bajo la superficie algo se está cociendo que no logramos atisbar. ¿Qué piensan Putin y la oligarquía rusa de la situación en el frente y de la expansión de la OTAN? Más importante aún, ¿qué piensa China acerca de la guerra, una vez se ha comprobado que la ofensiva primera de Moscú no ha funcionado y que el conflicto puede alargarse durante más tiempo de lo previsto? La partida se juega en Beijing y Washington, tanto como entre Zelensky y Putin.

Pero, suceda lo que suceda, es indudable que la política agresiva del Kremlin ha logrado revitalizar una OTAN que languidecía en estos últimos años. Con la vuelta a la vida adulta de los países europeos, no sólo se conseguirá un continente más seguro, sino también más interconectado y próspero. Históricamente, la inversión en I+D militar ha sido uno de los grandes impulsores del progreso científico. No tiene por qué ser distinto ahora. Y la industria sueca se halla precisamente en la punta de lanza del desarrollo tecnológico.