Opinión | INVASIÓN RUSIA

500 días de una guerra estancada

La solución negociada al conflicto en Ucrania queda lejos mientras se persiste en la estrategia de la victoria

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, interviene durante una conferencia de prensa conjunta con el presidente ed Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, en Estambul.

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, interviene durante una conferencia de prensa conjunta con el presidente ed Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, en Estambul. / EFE/EPA/TOLGA BOZOGLU

La mundialización de la guerra de Ucrania 500 días después de que Vladímir Putin ordenara la invasión ha distorsionado la relación entre las grandes potencias, divide a la comunidad internacional y plantea inquietantes incógnitas de futuro en materia de seguridad, acerca del papel de China en su pugna con Estados Unidos y sobre la relación futura de los europeos con Rusia. Al mismo tiempo, sobre el confuso desenlace de la rebelión de Yevgueni Prigozhin y su tropa mercenaria planea la sombra del debilitamiento del presidente ruso y su entorno, más aún desde que se ha sabido que el propietario de Wagner permanece en Rusia en contra de su anunciado exilio en la vecina Bielorrusia. Lo que es tanto como decir que el final de la guerra dentro de la guerra desencadenada por Prigozhin ha dañado los cimientos del Kremlin y la cohesión del Ejército, que en el campo de batalla ha transmitido una doble sensación de vulnerabilidad e ineficacia, algo inesperado.

Tampoco pudo nadie prever la inagotable voluntad de resistir de los ucranianos. Es cierto que sin la ayuda de los socios de la OTAN es probable que el país hubiese sucumbido al invasor, pero desde los primeros días de la batalla, al fracasar la guerra relámpago pensada por los estrategas rusos para deponer a Zelenski y sustituirlo por un Gobierno títere, se hizo patente que el conflicto podía prolongarse ‘sine die’. Esa es la situación hoy, con los frentes estancados salvo pequeños avances en la contraofensiva ucraniana, y la certidumbre de que a ambos lados de la divisoria nadie está dispuesto a negociar un alto el fuego si no consolida alguna ventaja operativa en el frente.

Pero 500 días después de la orden de ataque, los costes del conflicto deberían ser suficientes para dar una oportunidad al realismo frente a la estrategia de la victoria. Los desastres de la guerra han devastado Ucrania, la pérdida de vidas desborda cualquier cálculo y la ruina económica del país es completa. A escala global, sigue en pie la amenaza nuclear, invocada por Moscú con harta frecuencia, y la cohesión reforzada de los aliados occidentales, con la ampliación de la OTAN a Suecia y Finlandia y la movilización de recursos a gran escala, con un poder disuasorio manifiesto aunque de momento insuficiente para silenciar en Moscú las voces más exaltadas. De forma que se acumulan los riesgos sin nadie capaz de contenerlos o limitarlos.

El derecho internacional y la moral están del lado de Ucrania, pero en la que el invasor sabe que no puede salir derrotado sin dañar la condición de Rusia como gran potencia"

Las garantías de seguridad adicionales que la OTAN dará a Ucrania para después de la guerra en la cumbre que celebrará en Vilna (Lituania) esta semana no incluyen la discusión de una estrategia específica para buscar una solución negociada del conflicto. Antes al contrario, la perspectiva de un ingreso exprés de Ucrania en la Alianza cuando callen las armas excluye ‘de facto’ un posible cese de hostilidades a corto plazo porque Putin no puede aceptar ningún arreglo que incluya acercar aún más los límites de la OTAN a Rusia. Es esa una partida con todas las cartas marcadas en la que el derecho internacional y la moral están del lado de Ucrania, pero en la que el invasor sabe que no puede salir derrotado sin dañar la condición de Rusia como gran potencia. De ahí que sea muy improbable dar de momento con un mediador ajeno a la crisis, aceptado sin reservas por todas las partes, capaz de resolver el crucigrama.