Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA

El 'yo me lo guiso' en política exterior

El PP denuncia opacidad de Moncloa en temas relevantes internacionales. Desconoce los pactos con Marruecos. El PSOE alega que protege las relaciones con Rabat y que Feijóo es un antipatriota. ¿Esto ayuda a España?

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, frente a frente.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, frente a frente. / José Luis Roca

Sostiene el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, que cuando se reunió el 31 de mayo de 2022 con el primer ministro marroquí en Róterdam, este le preguntó por su posición en la política con el país vecino. Concretamente, según la versión de Feijóo, lo que deseaba saber Aziz Ajanuch es si apoyaba el acuerdo alcanzado con el Ejecutivo de Pedro Sánchez, que conlleva un giro con respecto al Sáhara. "No le puedo responder, porque desconozco por completo el acuerdo", rememora haberle respondido el jefe de los populares, provocando cierta sorpresa en su interlocutor. Hay estrechos colaboradores del líder de la oposición que aseguran que esa misma situación se ha dado también en otras citas de índole internacional, ligadas a cuestiones de enjundia como la guerra en Ucrania

Según el PP, actualmente no hay información ni cauces de Estado en materia sensible de política exterior o seguridad nacional. El Gobierno de coalición, cuando sale a relucir este espinoso asunto, replica que sí ha informado en el Congreso y/o a través de la publicación de documentos en webs oficiales… y que además los populares han exhibido una postura antipatriótica en Europa y fuera de ella, confundiendo el arremeter contra el PSOE con el ataque a los intereses del país en su conjunto. Y subrayan la criticable postura que, a su entender, demostró el propio Feijóo a raíz de la crisis diplomática con Argelia y la ruptura de relaciones comerciales. Una crisis que, por cierto, sigue abierta.

En un país europeo como España, que en solo cuestión de meses ha vivido una pandemia mundial y tiene una guerra en el continente de desenlace más que incierto -ahí está como ejemplo el amago de golpe por parte de Wagner en suelo ruso este sábado y la sacudida mundial que ha provocado en unas horas-, es poco entendible que la política exterior, al menos en sus grandes rasgos, no sea compartida. De Estado. Debiera ser así por encima de los éxitos que pueda cosechar su presidente: la organización de la Cumbre de la OTAN en Madrid o el logro del reconocimiento de la excepción ibérica en la UE son algunos de los hitos que Sánchez se lleva al cesto. Y debería haber sido y ser así, de Estado, con independencia de la erosión que un líder de la oposición quiera provocar en el Ejecutivo de turno.

 Ahora hay elecciones legislativas a la vuelta de la equina, y, según los sondeos, un cambio en la Moncloa es posible, pese a que la supuesta falta de amplias mayorías (siempre según la tendencia que marcan las encuestas) puede complicar los pactos gubernamentales. Como ya nos demostraron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tras las penúltimas generales. Como nos están dejando ver también los representantes de Núñez Feijóo y Santiago Abascal tras los comicios autonómicos y locales del 28M. Por si las emociones eran pocas con el adelanto electoral y las dudas sobre si Sánchez logrará resistir o Núñez Feijóo llegar en tiempo récord al Gobierno, el 1 de julio se estrena la presidencia española de la UE. Con escasas certezas y poca o ninguna colaboración entre los dos grandes partidos para sentar bases de dicha presidencia europea que puedan compartir, sea quien sea el que triunfe el 23 de julio. 

Con esta radiografía de fondo, los españoles iremos a votar. En algún momento habrá un presidente del Gobierno. Reelegido o elegido por primera vez. Pero los retos internacionales y globales no nos esperarán: la guerra en Ucrania seguirá causando víctimas y presión sobre los Estados si no hay un (ansiado) giro de guion; el BCE y la FED continuarán tomando decisiones antiinflación que marcarán nuestro día a día y el de nuestras empresas; y la Unión Europea, además, debe ir definiendo cómo contendrá nuestro déficit y deuda sin ahogar nuestras arcas. 

Mientras esto ocurre fuera de nuestras fronteras, la voz de España será más fuerte e influirá más en los desenlaces dependiendo de cuántos la eleven a coro. Con sentido de Estado. No es un buen espejo en el que mirarse; no es buen camino a seguir el cierre de legislatura en torno a Marruecos, alegando que compartir información sobre los acuerdos "pone en riesgo" la relación con Rabat. Si es Feijóo quien gana, conviene que se acuerde de sus quejas en la oposición y no caiga en la tentación de repetir errores de otros, como los de Aznar cuando se lo guisaba y comía todo solo en política exterior. O en un rancho con los pies sobre la mesa, cometiendo errores históricos.