Opinión
Abonar el odio
Poco puede conseguir esta columna, pero si al menos no contribuye a agitar las aguas residuales, o a seguir abonando la idea de que todos son unos sinvergüenzas, sin matices, algo habré conseguido
Yo, que estoy educada para la risa y la convivencia (soy la cuarta de cinco hermanos), hago un esfuerzo cada mañana para centrarme en lo bueno del día.
No lo intento en modo taza o agenda adolescente llena de consignas de colorines sobre motivación y autoayuda, sino desde la lectura y posterior digestión de titulares, lo que no deja de ser más difícil.
Empiezo con un café y los periódicos digitales, que luego leeré en papel cuando las horas avancen y pueda hojearlos, empezando siempre por detrás, una de mis muchas manías. Desayuno con descalificaciones, corrupción y mentiras, incumplimiento de promesas y miedos, así que muchas veces me da por pensar si no sería mejor dejarme acompañar por Bob Esponja, casi menos de ficción que los personajes de la realidad, y desde luego, menos dañino.
Además está el ejercicio de escribir esta columna, la responsabilidad que nunca pesa de llenar de caracteres una página que debe ser a la vez densa y liviana, ágil y morosa, una llamada o una respuesta, según toque.
Hay semanas como esta en que el cuerpo me pide señalar solo los errores, lo poco que costaría intentar un consenso, colocar el bien común por encima del propio.
Luego, por encima de las equivocaciones, pienso en que somos afortunados, porque vivimos en democracia, no como en otros lugares del mundo, y trato de hablar de otras cosas que no sean la inflación, el cambio climático o la cerrazón de quienes siguen pensando que el enfrentamiento en política es indispensable.
Poco puede conseguir esta columna, pero si al menos no contribuye a agitar las aguas residuales, o a seguir abonando la idea de que todos son unos sinvergüenzas, sin matices, algo habré conseguido. Porque no todos son iguales (ya lo dije la semana pasada), existen muchas personas decentes tratando de hacerlo bien, y es mucho lo que nos jugamos para andar perdiendo el tiempo en exigir responsabilidades sin asumir la propia.
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