Opinión | ELECCIONES

Pompas de jabón

Hay que votar este domingo. Porque no todos son iguales, porque no todas las promesas equivalen a nada

Elecciones.

Elecciones. / EPE

El aire, como cantaba Mecano, está compuesto de oxígeno, nitrógeno y argón, y también dióxido de carbono, helio y neón, que a lo mejor no tenían cabida en el estribillo, por el número de sílabas, la rima o cualquier otro detalle que molestara o viniera mal a los hermanos Cano. 

El aire, ahora en mayo, también está cargado de polen que enrojece ojos y narices y de un olor pegajoso y denso de plantas en flor. Y además, aparte de todos esos componentes, estos días nos rodea una nueva atmósfera de mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón. 

Ya lo cantaba Machado, mucho mejor que Mecano, dónde va a parar. 

Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar bajo el cielo azul, temblar súbitamente y quebrarse. Cualquiera supera eso. 

No hablaba Machado de este mayo de elecciones, ni Mecano convertía en canción la composición química del aire para comentar la campaña, pero bien podría aplicarse a este mes, cargado de promesas, tan etéreas e intangibles como pompas de jabón.

Respiramos estos días palabras en las que quisiéramos creer: justicia, igualdad, solidaridad, democracia... palabras que pesan, sólidas, que arrastran detrás la lucha que costó su conquista o su defensa. A pesar de eso, las vemos elevarse y disolverse, como si no fueran nada, como si sus sílabas no fueran anclaje suficiente para ganar nuestra confianza, y volverse reales. 

Escuchamos también palabras menores, palabras que no pesan, a las que les resulta fácil elevarse y desaparecer, olvidadas entre nubes y vencejos: tren digno, árboles, parques, colegios, comedores escolares...

Vemos cómo se cruzan unas y otras en intercambios violentos que crean nubarrones de tormenta. La atmósfera disuelve los ataques, los pinta de sol y grana, y los hace estallar en partículas que al final no hieren. A veces la concentración de insultos y descalificaciones nubla el cielo, y lo vuelve plomizo. Enseguida, nuevas pompas de jabón sustituyen a las antiguas, se mezclan con el polen o con el olor a comida o con el perfume de una persona amada, y nos sentimos reconfortados, sin saber muy bien por qué. Y otras veces, las promesas se quedan quietas, aguardando, y echan raíces, se asientan y comienzan a crecer, muy lentamente, hasta dar fruto. 

Para ello, han tenido que pelearse con la burocracia de un sistema establecido, con la incredulidad de los votantes, con su falta de fe, con su hastío. Por eso hay que votar este domingo. Porque no todos son iguales, porque no todas las promesas equivalen a nada, y porque, como decía también Machado, una de las dos Españas, la que muere o la que bosteza, va a helarnos el corazón, así que más nos vale abrigarnos a tiempo, respirar hondo, y llenarnos de oxígeno, nitrógeno y argón, y también de esperanza, mucho más ingrávida, mucho más sutil, pero igual de necesaria.