Opinión | EL FORO

Un debate repulsivo

Ni ETA ni el independentismo vasco figuran entre las preocupaciones de los ciudadanos ni en las conversaciones en bares y peluquerías

Arnaldo Otegi, en una rueda de prensa de Bildu

Arnaldo Otegi, en una rueda de prensa de Bildu / Unanue

Hace casi doce años, cuando ETA anunció el fin de la actividad terrorista en octubre de 2011, la alegría y la emoción rompió entre mi familia y los amigos que aún conservo en mi Euskadi natal, en un momento que refleja magistralmente Blanca Portillo en Maixabel. Cuando hace cinco, la banda oficializó su disolución, fue un suspiro más de satisfacción. Por supuesto que aún quedaba -y queda- camino por recorrer para una normalización total de la convivencia social y política, pero los pasos dados desde aquel primer momento han permitido al País Vasco dar un paso de gigante en esa vía y al resurgimiento como sociedad.

Sin embargo, lo que aparenta ser una torpeza política de EH Bildu ha venido a emponzoñar de forma repulsiva una campaña electoral que había empezado relativamente correcta -en términos políticos, que no dialécticos- abordando temas de auténtico interés ciudadano como la vivienda. Pero la reacción del PP a las listas de la coalición abertzale ha derivado en un reguero de declaraciones en sede parlamentaria y fuera directamente repugnantes y falsas, desatando una tensión completamente alejada del sentir social: ni ETA ni el independentismo vasco figuran entre las preocupaciones de los ciudadanos ni en las conversaciones en bares y peluquerías.

Y la respuesta del PSOE, por boca del presidente Pedro Sánchez, que podría haber sido comedida a la vez que contundente limitándose a poner en evidencia las contradicciones del partido que preside Alberto Núñez Feijóo, solo ha servido para enfangar aún más el debate sacando a colación sin motivo alguno el 11M. Y en todo caso, los socialistas no pueden apropiarse de la derrota de ETA, por más que su fin llegara con los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Patxi López en Moncloa y Ajuria Enea, respectivamente. Fue una victoria de todos los demócratas, que el propio Mariano Rajoy, entonces líder de la oposición, asumió con una declaración muy relevante y sin duda sorprendente por sus ataques políticos previos al entonces presidente del Gobierno: “España es hoy más libre porque el anuncio de ETA se ha hecho sin concesiones políticas”.

Pero hoy, de aquella alegría y emoción de mi familia y amigos, y de la inmensa mayoría de los españoles, han pasado a la incredulidad por lo que están viendo y escuchando. Incluso a la pena por comprobar que los esfuerzos por la convivencia -que sin llegar a ser perfecta, avanza- se ven amenazados por un partido que es residual en el País Vasco, algo sobre lo que sus dirigentes deberían reflexionar. Ni los vascos ni el resto de los españoles se merecen este lodazal que obedece a cálculos estrictamente electoralistas y que solo sirve para añadir bronca y alejar el debate de los temas que realmente afectan en estas elecciones a los ciudadanos. En sus manos queda la respuesta.