Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Ventajas de viajar en tren

Sobre el Interrail para los jóvenes y otras promesas electorales

Jóvenes a punto de tomar el tren

Jóvenes a punto de tomar el tren

¡Ah, los trenes! La magia y el romanticismo del ferrocarril, que inspiró bellas pinturas, de Turner a Hopper, y tantos versos suspiró al oído de los poetas, como aquellos que escribió Antonio Machado en un vagón de tercera: "Tren, camina, silba, humea, / acarrea / tu ejército de vagones / ajetrea / maletas y corazones". En estos tiempos de aceleración y sospecha, que han convertido el aeropuerto en una yincana de pesadilla, parece sensato regresar de vez en cuando a la lentitud de los raíles, al paisaje devanado al otro lado de la ventanilla, no solo por recuperar el pulso de la vida, sino también por la salud del planeta. Tal vez por eso, quién sabe, el presidente Sánchez se ha sacado de la chistera un descuento del 50% en el Interrail para que los jóvenes de entre 18 y 30 años puedan viajar por toda Europa este verano, esa alegre muchachada a la que Borja Sémper, el portavoz del PP, se permite despachar como "bigardos"; o sea, vagos, holgazanes.

Hombreee, tampoco es eso. Si hasta su mismo jefe, Feijóo, propuso hace poco un Interrail español. Viajar es bueno para los jóvenes. Viajar ensancha los horizontes mentales. Viajar ayuda a reconectarse con uno mismo. El problema radica en la chequera y en las promesas rumbosas en tiempo electoral. ¿Quién pagará la factura?

ISLAS FERROVIARIAS

Ya que estamos hablando de ferrocarril y dineros, no estaría de más acelerar el plan de inversiones para Rodalies, donde cada dos por tres se arma el cisco por una avería. Trenes que se usan para ir a trabajar. Un estupendo informe de Carlos Márquez Daniel cuenta que el intercambiador de la Torrassa, pieza clave del rompecabezas, lleva años dormitando en el limbo presupuestario.

Por no hablar de las llamadas 'islas ferroviarias', con escasas comunicaciones y por donde circulan convoyes que parecen de la posguerra: Extremadura, la provincia de Almería y la ciudad de Teruel, que no tiene conexión con Madrid. Tampoco hay comunicación directa entre Soria y Pamplona. Y en febrero, el caso de los trenes de Cantabria y Asturias, que no cabían por los túneles de la red de cercanías, causó un gran revuelo político y mediático, reavivando el problema de una red ferroviaria deteriorada que lleva décadas arrastrándose.

Cuando se acercan elecciones, el votante/contribuyente se siente a menudo como un viajante de comercio con la maleta sobre el frío cemento, en una estación desangelada, tal vez una pedanía sin nombre, aguardando el último tren de la noche, junto a un muro mellado donde han crecido el olvido y las cañas.