Opinión | MEDIOAMBIENTE

¡Es el cambio climático, estúpido!, lo que separa el hielo del agua

Es necesario saber identificar bien los obstáculos y redoblar los esfuerzos para informar y dar voz a una ciudadana que cuando es más consiente, se vuelve más exigente y participa de los cambios

La sequía de este año, resultado del cambio climático

La sequía de este año, resultado del cambio climático / PEDRO ARMESTRE

El 25 de octubre se considera el día internacional del cambio climático, que según Naciones Unidas se refiere “a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, pero desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas”. Mientras escribo estas líneas, una parte importante de nuestro país está experimentando el otoño más caliente de los últimos años.

El sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo)del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), estima que en España se han producido algo más de 4.700 muertes relacionadas con el exceso de temperatura entre finales de abril y comienzos de septiembre. Así mismo, una parte fundamental de nuestro territorio ha sufrido consecuencias meteorológicas extremas (Filomenas, Danas y fuertes olas de calor) en los últimos 3 años. El cambio climático no constituye ya una foto ajena y lejana de un oso subido a un pedazo de hielo que se ha desprendió del Ártico, sino la experimentación real y presente en nuestras propias vidas, de aquello de lo que los científicos vienen alertándonos desesperadamente desde hace décadas.

Vivimos en un país considerado como especialmente vulnerable ante este fenómeno, y una parte del mismo, el Mediterráneo es considerado la zona cero, donde el calentamiento aumenta un 20% más rápido que en el resto del planeta, superando ya los 1’5 grados por encima de los niveles preindustriales. Estamos experimentando ya el alargamiento de los veranos, estimado por AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) en casi cinco semanas desde los años 70 del siglo pasado, lo que inevitablemente provoca”, la disminución de los caudales medios de los ríos, en algunos casos más del 20% en las últimas décadas, la expansión del clima de tipo semiárido, con más de 30.000 km2 de nuevos territorios semiáridos en unas pocas décadas y el incremento de las olas de calor, cada vez más frecuentes, más largas y más intensas”.

Las predicciones se cumplen, y el tiempo es cada vez más escaso, si no se toman medidas adicionales para la reducción de los gases de efecto invernadero, en 2040 el incremento de la temperatura global llegará a los 2’2 grados y en 2100 podría haber agotado ya la capacidad de reducir emisiones a tiempo. Cómo es posible entonces que, teniendo la información suficiente, estando experimentando en primera persona las consecuencias, habiendo declarado la emergencia climática por parte del gobierno, y teniendo en los ODS (objetivos de desarrollo sostenible) y en la declaración de París una hoja de ruta clara, no avanzamos suficiente y globalmente en la transición hacia una economía carbonizada y verde? Porque siguen existiendo fuertes resistencias. "Vivimos en una sociedad anestesiada que solo digiere anestesia” recordaba hace unos días en los diálogos del día después Fernando Valladares, una sociedad dónde emergen actitudes que niegan la realdad como antídoto para evitar asumir la responsabilidad y practicar cambios.

En ocasiones es más fácil negar lo evidente que tener que afrontar cambios o tener que reconocer las contradicciones entre lo que uno piensa y lo que uno hace. Afortunadamente, según algunos estudios, España es un país con menos negacioncitas que otros (2% de la población); frente a Australia, Noruega y Nueva Zelanda que llegan al 17. En este contexto, los escépticos, de momento, generan más ruido que daño, aunque sí son un obstáculo para la toma de decisiones necesarias, sobre todo si estos últimos tienen hoy representación política. Junto a estos detractores, nos enfrentamos también a otros obstáculos sutiles, a aquellos retardadores que, sin negar la realidad, nos alientan a cometer los cambios despacio y a aquellos distractores que ponen el acento en otros retos existentes, para diluir el sentido de la urgencia y la contundencia necesaria.

En esta situación es necesario saber identificar bien los obstáculos y redoblar los esfuerzos para informar y dar voz a una ciudadana que cuando es más consiente, se vuelve más exigente y participa de los cambios. La prueba más clara ha sido la experiencia vivida con la llamada https://asambleaciudadanadelcambioclimatico.es/, dónde ciudadanos elegidos al azar han debatido durante meses con la contribución de expertos y la facilitación de organizaciones como la red española desarrollo sostenible, emitiendo recomendaciones concretas al parlamento y al gobierno, y lo que es más importante; convirtiéndose en activistas climáticos convencidos, de que solo la acción concertada y colectiva es la mejor garantía para abordar los cambios a tiempo. Porque lo cierto es, que nos estamos quedando sin tiempo para dejar de utilizar los combustibles fósiles, y para que el cambio climático no tenga un efecto irreversible.

Lo dice alto y claro Paloma Costas, asesora joven del secretario General de NNUU, solo tenemos una oportunidad como comunidad si actuamos, en efecto, globalmente e incluimos la participación ciudadana”. Debemos transitar juntos hacia la neutralidad climática, respondiendo contundentemente (como nos sugiere la revista Ethic) a quienes piensan que ”por uno o dos grados más no pasa nada”, que, “un simple grado es precisamente lo que separa el hielo del agua.