Opinión | ANÁLISIS POLÍTICO

Las crisis de la nueva normalidad

La sombra de los diversos y prolongados conflictos abiertos en el mundo, la guerra de Ucrania, y la escalada verbal entre Biden y Putin auguran un otoño muy preocupante

La sombra de los diversos y prolongados conflictos abiertos en el mundo, la guerra de Ucrania, y la escalada verbal entre Biden y Putin auguran un otoño muy preocupante

Antonio Guterres se dirige a la asamblea de Naciones Unidas

Antonio Guterres se dirige a la asamblea de Naciones Unidas / EFE

Hoy vengo a dar la voz de alarma: el mundo tiene que salir de su letargo. Estamos al borde de un abismo y vamos en la dirección equivocada. Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado ni más dividido. Nos encontramos ante la mayor avalancha de crisis de toda nuestra vida.” 

Con estas crudas palabras inauguraba el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, el año pasado, el 76 periodo de sesiones de la asamblea general. Un año más tarde, en formato presencial, en el contexto de una nueva normalidad post pandémica que se acostumbra ya a vivir inmersa en diferentes crisis simultáneas, (todas ellas conectadas entre sí en un mundo interdependiente sembrado de incertidumbre), las palabras del secretario general sonaron más a un intento agónico pero esperanzador de abrir los ojos a los más de 190 mandatarios que no pueden hacer frente solos a la complejidad de los retos que tienen por delante, y a sus sociedades, que sobreviven atrapados entre la dureza de lo vivido, y la esperanza de que lo que viene también pasará.

Paradójicamente el momento de la historia en el que mundo está más fragmentado y polarizado que nunca es, a su vez, el tiempo en que más necesarios son la cooperación y el multilateralismo, y más inaplazable es la reforma de un sistema de Naciones Unidas que se ha visto incapaz de parar hasta ahora la cara más cruenta de las crisis: los conflictos bélicos.

La sombra de los diversos y prolongados conflictos abiertos en el mundo, la guerra de Ucrania, y la escalada verbal entre Biden y Putin (este último saltándose todos los códigos y superando precedentes) auguran un otoño caliente y muy preocupante en lo político y gélido en la sociedad. La inflación, el cambio climático y sus consecuencias, la crisis energética y alimentaria, están golpeando con dureza al planeta, tambaleando las democracias y aumentado las brechas de desigualdad y pobreza prexistentes.

En este este escenario demoledor emergen algunas luces, las de quienes nos alumbran con los descubrimientos científicos que salvan vidas, la de la capacidad tecnológica nunca antes conocida, la de la fortaleza de los jóvenes que asesoran al secretario general exigiendo acciones climáticas urgentes, la de las mujeres que desafían y se plantan ante sus régimen totalitarios en Irán y en tantos otros países, la de los anuncios de Francia, Alemania o España de aumentar sus contribuciones al fondo de alimentación de NNUU, o al fondo global de lucha contra la malaria, el VIH y la tuberculosis y al nuevo mecanismo de prevención de pandemias, conscientes de que o salimos de esta juntos, o nos hundimos separados.

Porque de esto se trata, de haber aprendido algo en todo este tiempo, de estar mejor preparados que hace unos años para responder a estas crisis, de reforzar y reformar la gobernanza de un mundo global que necesita instrumentos más poderosos y una gran altura de miras. Días después de que se hayan apagado las luces de la asamblea y de que el centro de Nueva york recupere la normalidad, es el momento del compromiso político en mayúsculas, de alzar la mirada y ver el bosque, de ser capaz de ir más allá de los intereses partidistas y de las fronteras domésticas. Volviendo al secretario general de Naciones Unidas hace unos días, es el momento “de cargar los barcos en el mar no sólo con cereales de Ucrania para el cuerno de África, sino de cargarlos de esperanza, y de acción”.

A cada generación le toca estar a la altura de sus tiempos, a nosotros nos toca aprender a navegar con bandera azul y tripulación global en tiempos de tempestades y aguas turbulentas, las aguas de las crisis de la nueva normalidad.