Opinión | ANÁLISIS

La Europa que seremos

Sabemos que la capacidad de respuesta que tengamos en este conflicto determinará irremediablemente la Europa que seremos

Decenas de personas se han concentrado para denunciar el ataque militar de Rusia, y exigir la retirada de tropas y cesar de forma inmediata su guerra contra Ucrania, convocadas por Izquierda Unida este domingo en la Plaza de la Cruz Roja de Murcia.

Decenas de personas se han concentrado para denunciar el ataque militar de Rusia, y exigir la retirada de tropas y cesar de forma inmediata su guerra contra Ucrania, convocadas por Izquierda Unida este domingo en la Plaza de la Cruz Roja de Murcia. / EFE/Marcial Guillén

Quién nos iba a decir, como si de un mes fatídico se tratara, que una vez más en febrero íbamos a desempolvar del cajón de los recuerdos imborrables la imagen construida para el 'No a la guerra' que muchos guardamos tras participar en las movilizaciones masivas contra la guerra de Irak en febrero del 2003. Un sentimiento atónito e impotente recorre Europa e invade a una sociedad que ve con terror una nueva guerra en pleno siglo XXI, esta vez a los pies de su frontera; de una Europa construida con el objetivo posbélico de consolidar la paz y el bienestar.

A pesar de que el grito del 'No a la guerra' rescatado estos días surge de la misma motivación pacifista, conviene dejar claras las diferencias. Aquellas movilizaciones del 2003 fueron protestas contra los gobiernos (entre ellos el presidido por Aznar) que apoyaron una intervención unilateral e ilegítima que violaba la legalidad Internacional y no contaba con el respaldo de Naciones Unidas. Las de hoy son un rechazo claro, contundente y prácticamente unánime contra Putin, quien ha cruzado todos los límites de la legalidad internacional atacando e invadiendo un país soberano con el que tenía abierto un conflicto hace mucho, causando dolor y muerte a todo un pueblo por interés geoestratégico e imperial bajo pretextos inverosímiles.

En efecto el conflicto no es nuevo, desde 2014 Ucrania ha vivido bajo la constante amenaza de la violencia y se ha acostumbrado a escuchar bombardeos y disparos día y noche. Muchas zonas del país después de casi ocho años están dañadas y los niños que allí viven sufren el impacto psicológico del conflicto, encontrado muchas veces solo en la escuela, un lugar de protección y seguridad. Naciones Unidas prevé estos días un flujo de hasta cinco millones de ucranianos en el desesperado intento de escapar de la amenaza de la guerra. Un verdadero éxodo que se está produciendo en pocos días, y que seguramente era inimaginable para ellos tan solo un día antes. ¿Estará Europa esta vez a la altura para responder unánime y contundentemente, garantizar corredores humanitarios, posibilitar que las organizaciones internacionales accedan a la población y se suministre ropa de abrigo y material de primera necesidad? Polonia, República Checa, Rumanía, Eslovaquia y Hungría ya han manifestado su voluntad de dar protección inmediata a los refugiados ucranianos, la UE asegura apoyará a los estados miembros en esa acogida y España y otros países han enviado ya ayuda humanitaria. Estos anuncios van en la buena dirección, como es la actitud favorable de la Comisión Europea para activar la directiva de protección inmediata a personas que llegan masivamente. Sin embargo, somos muchos los que no conseguimos olvidar el 2015, y tenemos la impresión de que las estructuras para la protección internacional de los países europeos vecinos son precarias y pueden desbordarse, y que es urgente e inaplazable el acompañamiento de la UE, un sistema de redistribución de las personas refugiadas y una urgente dotación de material humanitario distribuido en las ciudades.

Una vez más las ciudades son vitales, no sólo porque sitiarlas es el objetivo de Putin, sino porque necesitamos dotarlas de capacidad de refugio y de material humanitario para la población civil. Llegamos tarde. Si la pandemia nos ha enseñado que es urgente y necesario reforzar los mecanismos de preparación y respuesta ante brotes epidémicos, este nuevo conflicto nos vuelve a reiterar que, igual que Putin lleva tiempo preparándose para la guerra, la UE y la comunidad internacional debe estar preparada y coordinada para tomar las medidas necesarias a tiempo (Sacar a Rusia de la red SWIFT, limitar su capacidad financiera y la palanca monetaria, asilamiento del espacio aéreo etc). Responder contundente y unánimemente y garantizar la protección humanitaria debe ser en estos momentos la máxima prioridad, pues Siria, y las guerras del siglo XXI nos han enseñado una vez más que sabemos cuándo empiezan, pero no cuando acaban y sabemos también que la capacidad de respuesta que tengamos en este conflicto determinará irremediablemente la Europa que seremos.