MEDIOAMBIENTE

La presencia de fauna salvaje aumentará en las ciudades: ¿cómo convivir con zorros, erizos o jabalís?

Expertos advierten de la necesidad de más coberturas verdes y conectores biológicos para que especies como el zorro puedan llegar a las ciudades

Fauna diversa en parques y jardines: "Els tres pins" del montjuïc. Erizo Europeo.

Fauna diversa en parques y jardines: "Els tres pins" del montjuïc. Erizo Europeo. / MANU MITRU

¿Es descabellado dibujar un futuro en el que los animales silvestres ganen protagonismo en las ciudades? Parece osado imaginar un área metropolitana repleta de jabalís, conejoserizos, zorrosardillas, corzosranas y serpientes. Y aún suena más rebuscado soñar con las visitas cotidianas de nutrias poligoneras y las incursiones esporádicas de lobos o chacales dorados, como las que perpetran los coyotes en Norteamérica. Pero las urbes crecen y las zonas conquistadas por los humanos (polígonos industriales, nuevos barrios, cultivos) se extienden por todas partes.

Ante esta situación, ¿qué pueden hacer los animales si frenamos su presencia en los campos y también en las ciudades? ¿Qué espacios les quedan para vivir? Algunos expertos plantean que, a medida que nos expandamos, cada vez serán más habituales las interacciones, forzadas, con la fauna salvaje.

¿Entrarán más animales en la ciudad, en busca de refugios seguros? ¿Serán suficientes los espacios naturalizados y los corredores ecológicos que les ofrecemos? Marta Tafalla, filósofa especializada en ética ecológica, propone "normalizar" estos encuentros: "Siempre habíamos convivido con los animales. El problema es que hemos eliminado parte de la vida salvaje y ahora tenemos un monocultivo humano donde solo hay hueco para los animales domésticos".

Zorros y alces

La actitud de los animales es consecuencia, en parte, del trato que han recibido. Un estudio elaborado por la Universidad de la Columbia Británica publicado hace pocos días demuestra que la fauna es más sensible y cauta ante la actividad humana. El trabajo de campo, realizado durante la pandemia, evidenció que nuestros vecinos salvajes nos perciben cada día más como una peligrosa amenaza.

Por esta razón, Tafalla propone reaprender lo olvidado y cambiar de actitud para lograr, como mínimo, compartir el espacio. "Se requiere educación ambiental. Así sabremos cómo respetar su hábitat y tendremos claro que un ataque de un carnívoro a una persona es improbable, mucho más que sufrir el atropello de un coche", sugiere con relación al alarmismo, "a veces exagerado", generado en ciudades de Eslovenia o Rumanía por la presencia de osos pardos en las calles.

En algunas localidades escandinavas, grandes herbíboros como los alces penetran en los parques con asiduidad. En Londres, los zorros se pasean a menudo por los jardines domésticos.

¿Puede suceder esto en Madrid o en Barcelona? Sergi García, ambientólogo y presidente de Galanthus, asociación centrada en la biodiversidad urbana, no lo descarta, aunque con matices: "La carestía de la vivienda provoca que el entorno metropolitano esté en constante desarrollo. En este contexto, algunos animales encontrarán un nicho ecológico en estos espacios. Ciertas especies se adaptarán para sobrevivir. Y otras no hallarán una oportunidad, sino su desaparición", añade.

También advierte de que la arquitectura mediterránea es más compacta que la anglosajona. "El zorro, por ejemplo, ya se ha avistado de forma puntual en el laberinto de Horta, donde se comió a los cisnes del lago, o en otros puntos de la zona alta de Barcelona. Para convertirse en habitual, necesitaría más coberturas verdes", afirma. García subraya la necesidad de corredores biológicos, que conecten entre ellas estas zonas más acogedoras.

Salud mental

¿De qué sirve el incremento de la fauna salvaje en las ciudades y sus entornos? "Cada especie tiene su función ecológica", afirma Tafalla. Y pone dos ejemplos: "Las golondrinas devoran a los mosquitos, mientras que los depredadores reducen el riesgo de transmisión de enfermedades, dado que eliminan a las presas más débiles, con frecuencia infectadas por algún virus o bacteria".

"Además, la presencia de pájaros, mariposas u otras especies es positiva para la salud mental, igual que sucede con los parques renaturalizados", opina. "¿A quién no le apetece un paseo por un área verde convertida en ecosistema?", se pregunta la filósofa.

Cobijo inesperado

Es posible que los avistamientos de ciertas especies aumenten en territorios colindantes como los ríos Llobregat y BesòsCollserola y el Vallès, o en solares abandonados entre fábricas. ¿Pero qué pasa una vez los animales cruzan la espesa y antipática frontera que les permite entrar en el corazón de las ciudades?

Algunos, como los jabalís que un día bajaron hasta el Hospital Clínic o los que, semanas atrás, exploraron la Rambla de Badalona, se ven abocados a una muerte segura, en el caso de Badalona, a caso a manos de las autoridades. Otros, en cambio, descubren refugios inesperados. En Galanthus, asegura García, intentan facilitar este tipo de cobijos.

"Instalamos cajas nido para murciélagos y aves, como por ejemplo halcones o rapaces nocturnas", cuenta. "También intentamos cuidar las charcas de los parques para que no haya especies invasoras y los anfibios puedan preservarse", detalla. La montaña de Montjuïc, para los erizos, es uno de estos rincones salvadores: "Aquí disponen de más alimento del que hay en algunos espacios mucho menos antropizados". Para Tafalla, el reto es ambicioso pero inexcusable: "Estamos obligados a retomar la mirada de nuestros antepasados y a alcanzar ecosistemas globales y compartidos. Y las ciudades no pueden ser una excepción".