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Un vergel acristalado en Madrid Río

Con más de 7.000 plantas de 3.600 especies distintas, el Invernadero del Palacio de Cristal de Arganzuela ofrece un espacio ideal para aprender algo de botánica o sencillamente sentarse a darse un respiro

Entrada al Palacio de Cristal de Arganzuela, junto a Matadero.

Entrada al Palacio de Cristal de Arganzuela, junto a Matadero. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

Víctor Rodríguez

Víctor Rodríguez

Fue el año de España aquel 1992. Barcelona tuvo sus Juegos Olímpicos. Sevilla, su Exposición Universal. ¿Y Madrid? Madrid fue Capital Europea de la Cultura. Se construyó entonces el Museo de la Ciudad, hoy extinto, o el Faro de Moncloa. Con menos bombo y menos platillo, a finales de año se inauguró también una instalación que más de 30 años después no solo sigue abierta sino que es uno de los lugares más recomendables de la ciudad para tomarse un respiro entre plantas de medio mundo, el Invernadero del Palacio de Cristal de Arganzuela.

La capital buscaba tener un gran invernadero para albergar plantas exóticas, como lo tenían otras ciudades europeas. Y encontró el lugar idóneo en el recinto del antiguo matadero, ya en desuso. Hoy la zona constituye uno de los polos culturales de la ciudad. Y allí, junto a las salas de teatro de las Naves del Matadero, las sedes de la Compañía Nacional de Danza y el Ballet Nacional o la Casa del Lector, se alza este coqueto espacio que ya en sus orígenes, a principios del siglo XX, tenía una conexión vegetal.

"A finales del siglo XIX Madrid estaba creciendo exponencialmente y ante la necesidad, por cuestiones de higiene, de acabar con los sacrificios de animales para consumo en las propias viviendas se planteó hacer toda una zona de matadero y mercado junto al río", cuenta Carlos Dueñas, director del Invernadero. Se hizo cargo, entre 1898 y 1923, el arquitecto Luis Bellido. "Donde estamos actualmente", prosigue, "era originalmente la Nave de Hortalizas y como la hortaliza más barata es la patata, popularmente se empezó a conocer como la Nave de Patatas".

Bastante moderna para su tiempo, la estructura de hierro que planteó Bellido está protegida patrimonialmente. Pero reformar la edificación para convertirla en invernadero requería dos cosas. "Por un lado se necesitaba ganar altura porque los grandes ejemplares arbóreos tenían que crecer", explica Dueñas. "Pero además había que darle luz, porque lo más importante para las plantas es el agua y la luz". De manera que se subió en altura, se sustituyó el ladrillo por cristal y la cubierta de fibrocemento se retiró para instalar láminas de vidrio armado que permiten al sol colarse con generosidad.

Vista del interior del invernadero.

Vista del interior del invernadero. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

El edificio mantiene, por tanto, la estructura ideada por Bellido a base de naves contiguas con las centrales más altas formando un crucero. En los cuatro espacios que genera en la planta ese crucero, cuatro pabellones, cada uno con sus propias condiciones de temperatura y humedad, albergan las distintas especies de plantas. Cada uno de esos pabellones tiene unos 1.200 metros cuadrados para un espacio total de unos 7.000 metros sumando el crucero, recorrido por cuatro fuentes. Con la reforma, la altura en los pabellones alcanza los nueve metros y medio, mientras que en el crucero central llega a los 15 metros.

Se constituye así el envoltorio para un total de más de 7.000 plantas de unas 3.600 especies diferentes. Para hacerse una idea, en el Real Jardín Botánico conviven algo más de 5.500 especies. Pero como señala Dueñas, el interés del Invernadero del Palacio de Cristal de Arganzuela es mucho más didáctico que científico. Durante el curso escolar hasta 300 alumnos de Primaria y Secundaria cruzan sus puertas cada día lectivo.

De plantas tropicales a cactus

De los cuatro recintos o áreas de plantación, dos se dedican a plantas de regiones tropicales, uno a plantas subtropicales y otro a cactáceas y suculentas, propias de regiones desérticas. La razón de que el área destinada a tropicales sea el doble tiene que ver con su riqueza: solo en el Amazonas hay más especies vegetales que en todo el resto del planeta. Cada espacio tiene, además, sus propias condiciones climáticas, que reproduce las de sus hábitats. En aéras tropicales la temperatura oscila a lo largo del año entre medias de 17,5º C y 30º C y una humedad relativa del aire de entre el 70% y el 80%, en la de los cáctus la horquilla va de los 6º C a los 34,5º C con una humedad del 30% a 60%. Por cuestiones de ahorro energético en cada pabellón del invernadero se fija una temperatura constante para los meses frios y otra para los meses cálidos, pero la diferencia entre ambientes se aprecia muy claramente al pasar de una estancia a otra, como también los olores.

"Cuando se inauguró, este invernadero tenía la máxima tecnología del momento", relata el director. "La climatizacion por suelo radiante, que hoy es tan habitual, ya l tenía, y sigue teniendo este edificio entonces. Como los sistemas de oscurecimiento y alumbrado que van regulándose, sistemas de riego, de pulverización de humedad... Evidentemente, se han hecho todos los mantenimientos, se han renovado las máquinas que han llegado al final de su vida útil y se han ido haciendo rehabilitaciones. Pero podemos decir que un edificio inaugurado en 1992 no es obsoleto en 2024".

Recorriendo las cuatro estancias sorprende más allá del verdor el tamaño de algunas. En los parterres uno puede ver cactus argentinos de más de dos metros, enormes ficus de tronco nervudo y raíces externas que les cuelgan a modo de lianas o incluso una palmera que se alza hasta los nueve metros de la cubierta. "En realidad, los crecimientos de estos ejemplares son algo desproporcionados", revela Dueñas. "Aquí están como en una especie de uci de las plantas". No se riegan con agua reciclada, una vez a la semana un biólogo viene a revisar que no haya ninguna plaga o enfermedad y no están expuestas a depredadores o a fenómenos climáticos extremos.

Hubo una excepción en enero de 2021: Filomena. Las bajas temperaturas causaron una avería en la sala de máquinas, en una construcción exenta al lado del invernadero, que afectó a todo el sistema de climatización y de riego. "Cuando conseguimos entrar, que no fue fácil, porque había como un metro de nieve en la puerta, parecía como si hubieran entrado con un lanzallamas", relata Dueñas. "Todo estaba seco, todo estaba marrón. Pero es asombroso cómo la naturaleza es capaz de reponerse. A base de agua templada y cañones de aire caliente se recuperó el prácticamente el 80%. Entre las plantas bajas sí que hubo que reponer muchas, pero los grandes ejemplares aguantaron todos, y los de mediano porte, también".

En algún ejemplar aún se ven las cicatrices, alguno hubo de ser sometido a podas expeditivas. Pero no restan un ápice al encanto en verde del invernadero. En su interior, visitantes curiosos se sorprenden ante ejemplares como los asientos de suegra, cactus bajos cuyo nombre vulgar, bastante poco políticamente correcto, no precisa más explicación. Otros hacen fotos, siempre muy lucidas. O se sientan en alguno de los bancos que hay tanto en el crucero como dentro de los pabellones simplemente a dejar pasar el tiempo. Un pequeño lujo.