NIÑOS

Ratón Pérez, el pequeño amigo del niño rey Alfonso XIII que vivía en una caja de galletas en la confitería Prast

Su casa-museo, en el número 8 de la calle Arenal, acerca a los más pequeños a la morada del pequeño roedor, que ofrece un obsequio a cambio de un diente de leche

La fachada de la casa-museo de Ratón Pérez en la calle Arenal.

La fachada de la casa-museo de Ratón Pérez en la calle Arenal. / Alba Vigaray

 “Aquí vivía dentro de una caja de galletas, en la confitería Prast, Ratón Pérez”. Ese carismático ratoncito, que visita a los más pequeños cuando se les cae un diente, tenía su residencia oficial en pleno centro de Madrid. Así lo cuenta la placa que se encuentra en el número ocho de la calle Arenal, a pocos metros de la Puerta del Sol, donde hoy en día se ubica su casa-museo.

El famoso establecimiento madrileño de ultramarinos y pastelería fue elegido por el padre jesuita Luis Coloma como domicilio del pequeño roedor. Concretamente, dentro de una caja metálica de galletas Huntley, “pequeña por fuera y muy grande por dentro, como su dueño”, como la describe Mercedes, una de sus ayudantes.

Para ser testigos de cómo diariamente pequeños, pero también aquellos que ya no lo son, descubren la morada de Ratón Pérez, donde vive con la señora Pérez y sus tres hijos, Adolfo, Elvira y Adelaida, nos sumamos a una de las visitas. Rodeados de inocencia, magia e ilusión, descubrimos un lugar donde soñar está garantizado. Porque ¿quién no ha puesto de niño un diente de leche debajo de la almohada para que se lo llevara el Ratoncito Pérez? “Cualquier rincón especial le vale”, apunta Mercedes. A cambio del obsequio, este silencioso ratón siempre dejaba algún regalito que veíamos cuando despertábamos, siempre que se le espere dormido y “sin trampas”. “A mí no se me ha caído ningún diente”, lamenta el pequeño Nico, que no levanta más de un palmo del suelo, “pero uno ya se mueve, ¡mirad!”, comenta sonriente al grupo.

En la casa del Ratón Pérez pudimos escuchar su historia, un relato demasiado real.

Encargo de María Cristina

Luis Coloma fue quien lo introdujo de lleno en la cultura española, creando una tradición aún intacta. Ratón Pérez nació en el Palacio Real de Madrid como un cuento por encargo de la reina regente María Cristina de Habsburgo al padre jesuita a finales del siglo XIX. Quiso que ese fuera el regalo a su hijo de ocho años, el futuro rey Alfonso XIII, a quién llamaba cariñosamente Buby, al caérsele su primer diente de leche. Desde entonces, queda revelado “el secreto” de dónde vivía, y vive, el famoso roedor.

Una de las primera ediciones de 'Ratón Pérez' de Luis Coloma, junto a un ejemplar diminuto, en la casa-museo.

Una de las primera ediciones de 'Ratón Pérez' de Luis Coloma, junto a un ejemplar diminuto, en la casa-museo. / Alba Vigaray

La fábula, de tan solo 13 páginas, habla de un viaje que el pequeño rey Buby I inicia por su reino junto al Ratoncito Pérez. Relata cómo el niño rey colocó su diente debajo de la almohada, como es costumbre hacer, y esperó impaciente, pero despierto, la llegada del ratoncito. Ya se había dormido cuando un suave roce lo despertó. El Padre Coloma describe así el encuentro del pequeño protagonista del cuento con el Ratón Pérez: "De pronto, sintió una cosa suave que le rozaba la frente. Incorporóse de un brinco, sobresaltado, y vio delante de sí, de pie sobre la almohada, un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes doradas, zapatos de lienzo crudo y una cartera roja, terciada a la espalda".

Buby, junto al Ratón Pérez, comienza una peligrosa misión nocturna por el mundo en el que vivían sus súbditos, que les hace pasar por la acogedora casita del ratón, donde residía con su mujer y sus tres hijos, hasta la buhardilla, donde vivía muy pobremente Gilito, un niño que como él también esperaba su visita. Es en su periplo con su nuevo amigo, cuando Buby descubre que había niños muy diferentes, que pasaban hambre y frío y que no vivían en un palacio como él.

El manuscrito, cuyo original se conserva en la biblioteca del Palacio Real, fue publicado por primera vez en 1902, y posteriormente fue traducido y publicado en inglés (Pérez the Mouse, 1915) y en japonés (Koroma Simpu, 1953). En la casa-museo se encuentra un ejemplar de la primera edición, junto a una miniatura del mismo y perteneciente al encantador roedor.

De puertecita en puertecita

En uno de los accesos a la estación de metro de Banco de España, emerge uno de los pequeños secretos de la capital que pocos conocen. Al lado de Cibeles, también tiene una puerta para entrar en el suburbano madrileño. Años atrás, alguien abrió una puertecita en la parte inferior del bordillo en un acceso en Banco de España y dijo que era la del Ratoncito Pérez. Era una abertura de solo 7 centímetros de alto, cerrada con una tabla de madera y enmarcada con un dintel con aspecto de caramelo. Se fue haciendo popular, degradando y se vandalizó. Tras recoger cientos de peticiones, Metro instaló oficialmente otra pequeña puerta de acero de aproximadamente 15 por 15 centímetros con el nombre del señor Pérez.

Una puertecita del roedor en el acceso al metro de Banco de España, en Madrid.

Una puertecita del roedor en el acceso al metro de Banco de España, en Madrid. / Alba Vigaray

Más recientemente, en el número 13 de la calle Velázquez, enfrente del hotel Wellington, ha aparecido otro hogar para el actual embajador del turismo familiar de Madrid. Al espacio temático en la Casa de la Panadería, en la Plaza Mayor, se une la casa de Retiro, en el barrio de Salamanca. Una pequeña pero linda casita que se va decorando según las festividades.

De vuelta al gran universo de este culto roedor, los pequeños se afanan en buscar y buscar las puertecitas por las que pueden ver aparecer a Pérez: algunas se iluminan, otras tienen escaleras, otras están debajo de las estanterías y mesas e incluso en el techo o en la esquina de la fachada del propio número 8 de Arenal. Aunque intentamos verlo a través de la puertecita que hay bajo el buzón y algún niño jura y perjura haber visto una pata, la cola e incluso una caca, no tenemos esa suerte. Un privilegio que sí tiene María Rubio, responsable de la casita-museo, quién se siente "una privilegiada" porque "no todo el mundo tiene la suerte de trabajar con un personaje tan conocido y querido".

A María le sigue sorprendiendo "el compromiso que muchos niños y niñas adquieren con Ratón Pérez". Algunos pequeños le dejan su chupete con la promesa de desprenderse de él para siempre. Otros le obsequian con un quesito que depositan en alguna puertecita o bajo el buzón oficial. "En una ocasión un niño comenzó a gritar despavorido y cuando preguntamos que le pasaba, nos dijo que el hijo de Ratón Pérez le había mordido cuando trataba de avanzar por el interior de un túnel… claramente, esa visita se complicó un poquito", relata Rubio.

Recorriendo las salas de la casa-museo, descubrimos quiénes son sus colaboradores a lo largo del mundo. Desde el hada Tooth Fairy en los países anglosajones hasta la Petit Souris en Francia, Fattina Dentina en Italia y Ratai-Chi en algunas zonas de Asia Oriental. Junto a otros menos conocidos, todos ellos mantienen y alimentan la única ilusión compartida por niñas y niños, sin distinciones de clase, raza o condición.

Interior de la casa museo en la calle Arenal en Madrid.

Interior de la casa museo en la calle Arenal en Madrid. / Alba Vigaray

También nos introducimos en una réplica parcial del despacho de Pérez a escala humana. Pasando de sala, contemplamos Certificados de Origen de dientes de leche de personajes ilustres como Miguel de Cervantes, Edith Piaf, Rosalía de castro, Isaac Newton o Ludwig van Beethoven. Un mapamundi con las localizaciones de las corresponsalías. O un buzón de correos a través del cual niños y niñas se comunican con Pérez.

Donación de dientes

Como curiosidad importante, la Casita-Museo de Ratón Pérez participa, cada año, en la Campaña de Donación y Recogida de Dientes de leche, colaborando con el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) en la que en diez años de campañas "ya han participado más de 2.000 donantes y se han recogido más de 4.500 dientes", apunta Rubio. Además de fomentar las vocaciones científicas entre niños y niñas en edad escolar, la Colección Ratón Pérez es utilizada por investigadores de diversas disciplinas científicas. 

Recuerda que es importante recalcar a los más pequeños que "Ratón Pérez anima y aplaude a que el diente caído permanezca en posesión de su dueño", siempre y cuando el objetivo sea donarlo con fines científicos al Cenieh. Por supuesto, asegura que "la noche de la caída del diente, visitará a su dueño o dueña para dejarle un regalito aun sin llevarse el diente que será donado".

El museo infantil además tiene su propia tienda de recuerdos, donde se venden un montón de objetos relacionados con el único personaje no humano que cuenta con placa conmemorativa en Madrid. Es necesario reservar las entradas previamente para la visita guiada -cuesta 6 euros y dura unos 45 minutos aproximadamente-, por la demanda y el aforo limitado. De momento las reservas se realizan de forma presencial en el museo o por WhatssApp. Para saber los horarios basta con mirar en su página www.casamuseoratonperez.es.

Los niños se llevan aprendida la lección de que deben lavarse bien los dientes. Mientras, y esperemos que para siempre, el Ratón Pérez seguirá repartiendo ilusión entre todos los niños que pierdan sus dientes de leche, cumpliendo diligentemente su respetada misión.