EXPOSICIÓN

La memoria de Madrid a través de sus rótulos comerciales

CentroCentro acoge 'No va a quedar nada de todo esto', una exposición que reivindica el valor artístico y la dimensión social de los rótulos comerciales madrileños

Detalles de la exposición 'No va a quedar nada de todo esto'.

Detalles de la exposición 'No va a quedar nada de todo esto'. / ALBA VIGARAY

"Nuestra iniciativa no responde a una cuestión de egolatría o algo semejante. Es, sencillamente, que, o lo hacemos nosotros o no lo va a hacer nadie, porque a nadie le importa esto", afirma Alberto Nanclares, uno de los miembros de Paco Graco, proyecto que busca proteger el patrimonio gráfico comercial de Madrid, amenazado por la voracidad inmobiliaria que sufre la capital y el desinterés e inacción de los organismos públicos.

En 2009, el Ayuntamiento de Madrid aprobó la Ordenanza Reguladora de la Publicidad Exterior con el objetivo de mejorar el paisaje urbano de la ciudad y luchar contra la contaminación lumínica. En virtud de dicha normativa, se prohibió el uso de neones y se limitó la colocación de los rótulos en las fachadas y azoteas de los edificios del centro urbano.

A excepción de algunos anuncios, como el de Schweppes en el edificio Carrión de la Gran Vía, el cartel de Tío Pepe en Sol o el de Firestone de la Calle de Alcalá, directamente indultados por el consistorio, cientos de neones comenzaron a ser retirados sin prisa, pero sin pausa. "Han sido comprensivos con la gran mayoría; aunque había carteles de auténtico mal gusto o muy escandalosos que sí se han quitado", comentaba en su día al diario 20 minutos Hilario Alfaro, presidente de la Confederación de Comercio Especializado de la Comunidad (Cocem), que, todo sea dicho, no entraba a aclarar qué era para él eso del "auténtico mal gusto", concepto que, si se repasa la historia de la filosofía y la estética, dista mucho de ser un universal.

Imagen de la exposición de 'No va a quedar nada de todo esto'.

Imagen de la exposición de 'No va a quedar nada de todo esto'. / ALBA VIGARAY

Desde entonces, bien por cuestiones legales, bien por la proliferación de nuevos comercios y franquicias que han ido ocupando los diferentes barrios de la capital, cientos de rótulos han acabado sus días en un contenedor, con todo lo que ello supone de pérdida para el patrimonio histórico y la memoria vecinal.

"Mientras que la Comunidad de Madrid sí tenía varios lugares declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO, Madrid no tenía ninguno. Cuando se plantea el caso de Madrid, la oficina del Ministerio de Cultura que se dedica a preparar esas candidaturas decide que, en lugar de, por ejemplo, apoyar un castillito perdido en la Alameda de Osuna, lo que hay que apoyar es ese Madrid de Carlos III, el Madrid del oropel, el Madrid del dinero. Por eso, en este caso no es tanto una cuestión de paletismo o de desidia. Si a nadie le interesa nada de todo esto es porque España ha elegido ser un país rico y no un país humilde. Un país de propietarios, en lugar de un país de proletarios", explica Nanclares que, junto a sus compañeros de Paco Graco, lleva años defendiendo ese Madrid cotidiano, alejado de la opulencia y el relumbrón.

Imagen de la exposición de 'No va a quedar nada de todo esto'. / ALBA VIGARAY


"A Madrid venía gente procedente de su pueblo, fundaba una pollería, le ponía su rótulo y podía vivir de ella bastante bien durante años e incluso, con mucho esfuerzo, comprarse una casita en Cullera. Gente que nos contaba que vivían en el negocio y no de forma figurada. Vivían en él hasta el punto de que, en ocasiones, las fiestas como Nochebuena o Fin de Año las pasaban en el mercado en el que tenían el puesto, junto a los demás comerciantes. También estaba Roque Rojas, un señor de la CNT que llegó a Madrid como aprendiz de relojero, acabó montando su propia relojería en la Calle Canarias y encargó un rótulo con el monograma hecho por sí mismo, o el Señor Cimadevilla, propietario de una sastrería, que decidió que su nombre iría adornado con una corona porque sí, porque le apetecía. En ese sentido, y a pesar de lo que pueda parecer actualmente, toda esa gente tenía más agencia sobre la ciudad y los barrios de la que podamos tener tú y yo ahora", recuerda Nanclares que, compagina su actividad en Paco Graco con la de arquitecto y profesor, disciplinas a partir de las cuales es posible entender el porqué del empobrecimiento gráfico actual en las calles madrileñas.

Según recuerda Nanclares, hace 40 años, el ratio de licenciados en carreras como Arquitectura no superaba el medio centenar. En la actualidad, sin embargo, los licenciados que anualmente se gradúan en esa disciplina superan los 2.000. Una estupenda noticia para la democratización de los saberes y la universalización del acceso de la población a la enseñanza superior que, sin embargo, ha tenido efectos no tan deseados en la estética urbana.

Imagen de la exposición de 'No va a quedar nada de todo esto'. / ALBA VIGARAY


"Creo que ese empobrecimiento gráfico que vivimos en la ciudad se debe a varias razones. La primera es que, en general, las normativas obligan al orden y hacen que todo sea más parecido. La segunda razón sería que, en los últimos tiempos, las tendencias en el campo del diseño se han decantado por el minimalismo. En tercer lugar, y creo que eso es muy definitorio de nuestra Españita, es el papanatismo y el miedo al ridículo. El temor a que te puedan decir que ese rótulo está mal hecho, que es feo o que se sale de lo normal cuando lo que debería pasar es que cada uno sacase pecho de lo suyo. Por último, el nivel de caos que estamos dispuestos a asumir y que cada vez es menor. La forma en que se muestran los rótulos en la exposición a nosotros nos gusta porque es una locura, pero somos conscientes de que habrá gente a la que le llegue a incomodar".

Aún hay esperanza

Desde hace siete años, el colectivo Paco Graco lleva recuperando rótulos comerciales madrileños a través de un particular proceso que incluye continuos paseos por las calles de la ciudad y una red de colaboradores desinteresados que informa de aquellos rótulos que están en peligro de desaparecer por la piqueta o que, directamente, reposan ya en un contenedor para escombros. Localizadas las piezas, comienza la tarea de recuperación propiamente dicha, en la que resulta clave la complicidad de los obreros de la maza y la excavadora, la negociación con los propietarios, antiguos o nuevos, el desmontaje a horas intempestivas y el traslado a una nave industrial en la provincia de Toledo para su almacenaje.

Detalles de la exposición de 'No va a quedar nada de todo esto'. / ALBA VIGARAY


Desde ese lugar de La Mancha, Madrid entra y sale para ser disfrutado por sus ciudadanos en exposiciones como esta No va a quedar nada de todo esto que, hasta el 10 de marzo de 2024, mostrará en CentroCentro buena parte de la colección de Paco Graco, acompañada de una impresionante colección de servilletas de bar propiedad de Felipe Hernández y otra de bolsas atesorada por Martín Sobrados de la Plaza.

Detalles de la exposición 'No va a quedar nada de todo esto'.

Detalles de la exposición 'No va a quedar nada de todo esto'. / ALBA VIGARAY

Entre las piezas más destacadas de la exposición están el rótulo de Fotofilm De Luxe, el de la mítica Sala Canciller, el de la tienda Madrid Cómics, el del sex-shop Mundo Fantástico, los de los Cines Acteón y Victoria, el de la zapatería Dorado y su anuncio de Kur-hapies, el de la sastrería Benítez y los de las cafeterías Zahara y Hontanares a los que se suman de decenas de comercios anónimos de barrio, algunos de los cuales resultan ya inconcebibles para el público más joven. Por ejemplo, los vídeo-clubes o los decomisos porque, como pregunta Nanclares, "¿cuánta gente se acuerda realmente de lo que era un decomisos? ¿O cuántos jóvenes han ido alguna vez a una huevería?".

"Madrid es una mota de polvo en el universo. Sabemos que no va a quedar nada de todo esto", afirma Paco Graco en la hoja de sala de la exposición. Una pragmática afirmación que, si bien es inevitable, podría retrasarse gracias a la aparición de nuevas comunidades con conceptos estéticos diversos. "En barrios como Usera la comunidad china sí mantiene unos rótulos diferentes, coloca banderitas y se manejan con mucha más libertad que en otras zonas de la ciudad", concluye Alberto Nanclares.

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