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Khadija Amin: "Intenté suicidarme tres veces, cuando mi hijo tenía ocho meses me prendí fuego"

"Estados Unidos nos ha utilizado para lograr sus objetivos durante veinte años, y cuando ha considerado que ya no obtenía ningún beneficio ha dejado solo al país"

Khadija Amin

Khadija Amin / Alba Vigaray

Tiene 29 años, en agosto hará dos que está aquí y habla español para hacerse entender. Lleva una blusa de flores, el pelo al aire y las uñas pintadas, algo intolerable para los talibanes. Para la foto se pone el velo. Escribe en 20 Minutos y ayuda a las mujeres de su país que llegan a España.

Era presentadora de la televisión pública afgana hasta que llegaron los talibanes. ¿Los veinte años anteriores fueron una esperanza?

Sí. Cuando Estados Unidos y los países de la OTAN entraron en Kabul nuestra vida cambió. Empecé a estudiar para tener un futuro. Quería hacerme periodista. Al marcharse hace casi dos años han dejado a Afganistán solo.

Les han abandonado.

Sí. No creíamos que los talibanes pudieran hacerse con el poder. Y cuando el 15 de agosto de 2021 tomaron Kabul perdimos nuestra vida y todo aquello por lo que habíamos luchado. Estados Unidos nos ha utilizado para lograr sus objetivos durante veinte años, y cuando ha considerado que ya no obtenía ningún beneficio ha dejado solo al país. No fueron para implantar la democracia ni para garantizar nuestros derechos.

¿Cómo se ve la vida bajo el burka?

Vivir bajo el burka es estar muerta en vida. No puedes respirar, ni andar, ni ver. No tienes identidad. Yo he llevado burka seis años, desde que me casé. Había democracia y libertad, pero no siempre era una realidad. Mi marido no me dejaba estudiar, ni trabajar, ni salir de casa sola. En cambio, en su misma casa su hermana estudiaba en la Universidad, otra hermana era médica y otra profesora universitaria. Y no llevaban burka.

¿Cuándo pudo empezar a estudiar?

Cuando decidí divorciarme. Empecé a ir a la universidad y a trabajar en la tele, algo en lo que mi familia no estaba de acuerdo, ni en que quisiera ser periodista. Luché por lo que quería, y ahora algunas de las personas que me criticaban me consideran una heroína o un ejemplo.

¿La invisibilidad puede conducir a la locura?

Sí. Ahora no hay nadie para escuchar a las mujeres. Y hay muchos suicidios. Si una mujer no tiene dinero, ni independencia económica piensa que no sirve para nada, y eso puede generar una enfermedad mental. A mí me pasó.

Khadija Amin, expresentadora de la televisión pública afgana antes de la llegada de los talibanes y refugiada en España

Khadija Amin, expresentadora de la televisión pública afgana antes de la llegada de los talibanes y refugiada en España / Alba Vigaray

¿Pensó en suicidarse?

Lo intenté tres veces. Cuando mi hijo mayor tenía ocho meses una noche me prendí fuego. El niño se puso a llorar, se despertó su padre y me dijo que si quería morir me fuera a casa de mi madre, para que él no tuviera responsabilidad. Al final decidí divorciarme. Allí puedes hacerlo solo si renuncias a que el marido te dé una compensación económica.

Ha dejado allí a sus tres hijos.

El día en que yo salí de Afganistán ellos estaban con su padre. Él me pidió que le ayudara a salir del país estando yo ya aquí. La ministra de Defensa, Margarita Robles, me ayudó a preparar todos los papeles para su venida. Pero cuando le avisaron que ya podía salir por Pakistán con los niños, renunció. Yo me quedé llorando y gritando.

¿Qué ha encontrado en España?

Nunca pensé que pudiera tener una vida diferente. Creí que había perdido mi identidad y mi vida, y aquí las tengo. Tengo amigas, personas que me apoyan. Y estoy muy contenta. 20 Minutos me ha dado la oportunidad de escribir, dando voz a las mujeres afganas; las mujeres del Club de las 25 me han admitido como socia; tengo a mi lado a feministas que me preparan charlas, conferencias para que hable de las condiciones de las afganas.

¿Bailar, ponerse tacones o bañarse en el mar era un sueño?

Sí. Yo quería libertad, vivir como otras mujeres. Ahora me gusta el hecho de que pueda salir de mi casa sin pedir permiso a nadie en cualquier momento del día o de la noche, y vestirme de colores, como quiera.

Y se siente privilegiada.

Sí. Pienso que he tenido suerte de poder salir de mi país y me pregunto por qué el mundo está en silencio mirando la situación de las mujeres allí, que es cada vez peor. Cuando doy conferencias siempre llevo velo, y me preguntan por qué. Para mí supone un acto de solidaridad, de unión; que las mujeres que están en Afganistán sepan que vivimos fuera, pero que estamos con ellas y luchando por ellas.

¿Qué le causa más dolor?

Ver a una madre con su hijo. Y hay una cosa muy dura para mí: que me llamen refugiada. Antes de la llegada de los talibanes yo tenía un programa en Kabul para gente que debía dejar su país y emigrar. Y ahora soy una refugiada, una emigrante. Aunque tengo la suerte de que haya mucha gente que quiere ayudarme.

¿Qué echa de menos?

Mi trabajo. Cuando vienen periodistas a entrevistarme y me pongo la chaqueta, como en la televisión, me cuesta, me siento muy mal. He pasado de presentar las noticias a ser la entrevistada. Pero no puedo rechazar las entrevistas, porque es una forma de dar voz a las mujeres afganas. También, claro, echo mucho de menos a mis hijos.

¿Tiene miedo?

Aquí no tengo miedo de nada. Pero sí tengo miedo de que los talibanes se queden mucho tiempo y no saber qué va a pasar con las mujeres que estuvieron luchando veinte años para nada. Y hay algo que me molesta mucho: Todos los días cuando me levanto pienso que he perdido algo, y me pongo a buscarlo, sin saber qué. Fui a la psicóloga y me dijo: ¿Es que no crees que has perdido algo? Mi identidad, mi país, mis hijos, mi trabajo. Lo he perdido todo. Seguramente es lo que busco por las mañanas.