ELECCIONES EN ISRAEL

España-Israel: balanza comercial favorable, diplomacia lastrada por la ocupación

Los principales irritantes de las relaciones bilaterales tienen que ver con la ocupación israelí de Palestina

El apoyo a Israel o a Palestina divide a la clase política Española

"Las relaciones diplomáticas son muy jóvenes", dice el analista Eduard Soler

Un cartel electoral en israel con Yair Lapid

Un cartel electoral en israel con Yair Lapid / AHMAD GHARABLI / AFP

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Las relaciones entre España e Israel (que celebra este martes sus quintas elecciones en cuatro años) son rentables para nuestro país en lo económico, con una balanza comercial muy favorable, pero en lo diplomático están cargadas de factores “irritantes”, relacionados con la ocupación israelí de territorio palestino. 

Entre los puntos de fricción más recientes está la condena al “apartheid” de los palestinos en Israel que hizo el Parlamento catalán; la detención por parte de Israel de la trabajadora humanitaria española Juana Ruiz; o la calificación por parte de Israel de varias ONG palestinas financiadas por países europeos como “terroristas”, sin pruebas. Pedro Sánchez no ha visitado Israel en cinco años de Gobierno, y tampoco lo ha hecho el actual ministro José Manuel Albares. La última visita de Estado fue la del presidente israelí Reuven Rivlin a España en 2017, durante el Gobierno de Rajoy. 

Los peores momentos coinciden con los de más violencia en la región, como el actual. 

España pidió hace unos días al Gobierno de Israel que ponga fin “a la creciente violencia de los colonos en la Cisjordania ocupada”. En un comunicado conjunto con Francia, Italia y Alemania, Madrid reconocía el derecho a Israel a defenderse de “ataques armados” palestinos, pero pedía que lo hiciera respetando “los principios del Derecho Internacional”. En las últimas semanas, el Ejército israelí ha llevado a cabo decenas de incursiones violentas para capturar a presuntos terroristas palestinos. Al menos 142 palestinos han muerto a manos israelíes en lo que va de año, y al menos 14 israelíes, según los datos de Naciones Unidas.

“Las relaciones con España son muy, muy buenas. Hay un comercio bilateral de 3.000 millones de euros y mucho turismo, especialmente de Israel a España”, dice a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Noa Hakim, portavoz de la Embajada de Israel. “Tenemos  intercambios culturales y tecnológicos y una de las relaciones más antiguas de la comunidad judía, de la Edad Media, en los tiempos de Sefarad”.

Israel es uno de los principales socios españoles de la zona: España exporta allí bienes por valor de unos 1.500 millones de euros (sobre todo automoción, máquinas y productos cerámicos) e importa alrededor de 700 millones (principalmente, maquinaria), según los datos de 2020.

La politización del conflicto


La relación entre España e Israel está mediatizada por el conflicto palestino-israelí. “Son relaciones inflamables y más cargadas por dos motivos: el proceso de paz ha colapsado y España ya no puede ‘acompañarlo’, como hacía hasta ahora. A eso se le suma una mayor fragmentación en la política española”, opina en conversación con este diario Eduard Soler, profesor de política exterior de la UAB. “Esto provoca posiciones más duras hacia uno u otro bando en los distintos partidos políticos”.

El cierto consenso político que había en España hacia el tema palestino-israelí ha ido derivando más recientemente en una situación polarizada, en la que parte de la derecha política y mediática apoya sin fisuras a Israel, mientras que la izquierda defiende el derecho a existir del pueblo palestino y pide para ellos un estado independiente. 

Pedro Sánchez prometió, ya en 2015, que en cuanto llegara al Gobierno iba a reconocer a Palestina como Estado, como ha hecho Suecia recientemente. También lo quiere Podemos. Y, sin embargo, tras cinco años de Gobierno, no ha habido ningún paso en ese sentido. En la actualidad, Palestina es reconocida como estado por 139 de 193 países, en su mayoría de Europa del Este, Latinoamérica, Asia y África. 

Otro ejemplo paradigmático es el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que siempre se ha declarado “amiga de Israel”. A principios de este mes, consiguió aprobar en el Parlamento regional el envío al Congreso de una modificación de la ley de contratación pública para excluir a las empresas “antisemitas”. En esa propuesta de ley, que aún no está aprobada y no tiene visos de hacerlo, Ayuso introdujo una polémica definición de antisemitismo que incluye como tal ciertas críticas al Estado de Israel. Algo que para grupos como Más Madrid, Podemos, Compromís o grupos de activistas supone un intento de intimidar a las ONG que piden el boicot a Israel por lo que llaman políticas de “apartheid” contra los palestinos. 

Irritantes diplomáticos


En octubre de 2021, Israel designó como grupos terroristas a seis ONG palestinas que dan ayuda a las comunidades pobres, a los presos palestinos o documentan presuntas violaciones del Derecho Internacional de su Ejército. Soldados israelíes entraron en varias de ellas, destrozaron el mobiliario y se llevaron documentos. Al día siguiente, diplomáticos europeos en la zona fueron a visitar sus sedes para mostrar su apoyo, según confirman a este diario fuentes diplomáticas europeas. Entre ellos había al menos un español, según asegura Shawan Jabarin, director de una de las ONG, Al-Haq. 

El Gobierno español rechaza calificar a estas organizaciones, que reciben financiación europea, como organizaciones terroristas. En un comunicado de este verano, el Ministerio de Exteriores afeaba a Israel la falta de pruebas. “Las acusaciones de terrorismo o vínculos con grupos terroristas deben tratarse siempre con el máximo rigor”. Una decisión similar ha sido comunicada por Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Italia, Países Bajos y Suecia.

La embajada de Israel reconoce que ese tema ha acarreado tensión diplomática. “Mandamos a España toda la información que teníamos que enviar sobre esas organizaciones”, asegura Noa Hakim. Sobre el caso de la cooperante española Juana Ruiz Sánchez, presa durante casi un año en una cárcel israelí, acusada de colaborar en la financiación de grupos terroristas, dicen sin embargo que “ese es un tema que estaba en los tribunales israelíes y que nada tiene que ver con el Ministerio de Exteriores español”, aunque se “actualizaba constantemente al cónsul español en Jerusalén”.

Relaciones diplomáticas “jóvenes”


España fue uno de los últimos países occidentales en establecer relaciones diplomáticas con Israel, en 1986. Durante el franquismo, explica Eduard Soler, se primaba mantener buenas relaciones con el mundo árabe, que apoyaba a España en temas clave como las reclamaciones sobre Gibraltar y proveía de energía barata. 

Ese escenario empezó a cambiar a partir de 1978, cuando Egipto e Israel firmaron la paz en Camp David. Desde entonces, y ya pasada la Transición, España “trató de encontrar un equilibrio entre esas relaciones y la nueva con Israel, incorporando también una historia en común muy antigua: el factor sefardí”, apunta Soler. 

Desde entonces, España ha estado bastante presente en el conflicto israelo-palestino, con un peso muy significativo en los procesos de paz: Madrid acogió la conferencia de paz en 1991 que fue el pistoletao de salida para los acuerdos de Oslo que se firmarían dos y cuatro año después, respectivamente. Luego, el ministro Miguel Ángel Moratinos fue designado enviado de la UE para el proceso de paz árabe-israelí. En 2002 se montó el “cuarteto de Madrid” (Estados Unidos, Rusia, la UE y la ONU) para tratar de encarrilar el proceso de paz en la región. 

Pero el proceso de paz, basado en la propuesta de dos estados que convivan en las fronteras definidas en Oslo, está esencialmente muerto. En las últimas dos décadas ha habido una “intifada” (alzamiento palestino) y varias guerras abiertas en Gaza. Se han levantado centenares de kilómetros de un muro de separación que engulle territorio palestino. Han muerto de forma violenta 6.200 palestinos y 300 israelíes. 

El principal escollo para las relaciones bilaterales es “el conflicto, es decir, la ocupación israelí de los territorios palestinos”, concluye Soler.