GUERRA en UCRANIA

Rusos desertores en Turquía: "Los que siguen en Rusia se marcharán pronto"

Cerca de un millón de rusos, según las estimaciones, han abandonado su país desde el inicio de la invasión

Soldados rusos.

Soldados rusos. / Reuters

Adrià Rocha Cutiller

Dimitri —no es su nombre real— dice que fue difícil, que en los primeros momentos no sabía, que tomar la decisión le costó, que dejar a su mujer y marcharse fue complicado, que pasó miedo, pero que ahora, viéndolo con algo de perspectiva, está feliz porque tomó la decisión acertada.

Y no fue el único, dice: la gran mayoría de sus amigos hicieron exactamente lo mismo. Escaparon de Rusia tras el anuncio, el 21 de setiembre, del llamado a filas para luchar en la guerra de Ucrania. “Mi grupo de amigos está completamente dividido ahora. Yo estoy en Antalya, [en el sur de Turquía], y tengo amigos que están en Estambul, en Dubai, en Uzbekistán, en Kazajistán y en Georgia. Los que siguen en Rusia probablemente lo intenten pronto”, explica Dimitri.

Su toma de decisión fue rápida. Un día después del anuncio de Vladímir Putin, Dimitri compró su billete para salir. Desde Moscú se marchó a Dubai y, desde ahí, a través de Estambul, llegó a Antalya el 24 de setiembre. Por un trayecto que, por lo general, costaba 500 euros, Dimitri pagó 1.500. Y tuvo suerte: en las semanas posteriores los vuelos para salir de Rusia ascendieron a los 5.000 euros y más. 

Periodistas y activistas

Dimitri es uno entre muchos. Concretamente, uno entre cerca de un millón: esta es la estimación de rusos que se han marchado de su país desde finales de febrero, cuando Putin decidió reactivar la campaña militar en Ucrania, a la que llamó “operación especial”. 

Durante las primeras semanas, los que huían eran, sobre todo, periodistas y activistas: gente cuyas vidas, si se quedaban, corrían peligro. Después empezaron a marcharse jóvenes profesionales liberales, gente de las grandes ciudades rusas cuyos trabajos, relacionados con la tecnología —mermada por las sanciones occidentales—, requerían mudarse al extranjero. 

Ahora, sin embargo, la gente que huye es distinta. Son, sobre todo, hombres de entre 18 y 60 años, y huyen del reclutamiento a filas de finales de septiembre. Kazajistán, el único país que ha dado cifras claras, ha anunciado que cerca de 200.000 rusos han entrado a través de su frontera terrestre desde el inicio del reclutamiento forzoso ruso. 200.000 personas tan solo en tres semanas.

“Incluso gente que antes apoyaba la guerra, que se creían lo que la propaganda estatal les decía, se está marchando. No quieren apoyar esta guerra con sus propias vidas. Nadie quiere ir a luchar. Las probabilidades de volver vivo, o sin heridas ni traumas graves son muy bajas, así que mucha gente se está marchando”, explica Eva Rapoport, una joven rusa que ha creado una organización de ayuda a los rusos que están huyendo de su país. 

“Hay mucha gente que nos contacta online para que les ayudemos a salir y que tiene en sus perfiles la letra ‘Z’ —el símbolo de la “operación especial” rusa—. Y creo que se merecen algún tipo de ayuda y entendimiento porque repetir la propaganda oficial no puede ser una ofensa punible con la muerte e ir a la guerra a morir”, dice Rapoport. 

Una historia que se repite

Estos días de otoño, por las calles del centro de Estambul, el ruso se escucha por todos lados. Muchos son turistas; gente que volverá a Rusia en pocas semanas. Otros, sin embargo, sin un sitio donde volver, amenazados, se quedarán

Es una historia repetida; cien años exactos. En la década de 1920, Estambul se llenó de rusos blancos, antiguos aristócratas, ricos, burgueses y zaristas favorables al antiguo régimen ruso y que huían del nuevo y desconocido futuro rojo que se estaba creando en Moscú. Los que huyen ahora, por el contrario, huyen de un futuro cada vez más parecido al pasado

“La gente que sale lo hace aliviada una vez ha conseguido cruzar la frontera, de no estar en Rusia. Allí dentro muchos hablan del estrés y el pánico que se ha creado entre la población desde que se anunció el llamado a filas”, explica Rapoport, que continúa:

“Mucha gente dice que ha tenido que pagar sobornos a la policía para que les dejasen cruzar la frontera. Supongo que la policía y los guardas intentan beneficiarse de la situación. Pero de momento todo el que quiere y puede pagárselo es capaz de salir”.

Mientras tanto, Dimitri decide qué pasará con su futuro. Su mujer saldrá de Rusia en un par de semanas —las mujeres no son reclutadas—, y él, durante este tiempo, intenta ayudar a sus amigos que se han quedado atrás. “Están intentando salir, pero cada vez es algo más difícil —dice Dimitri—. Y están asustados por si les llaman y les hacen ir a la guerra. No quieren. Nadie quiere. Si les llaman desertarán, se escaparán. No sé qué les pasará, pero no irán a la guerra”.