DESAHUCIOS

La amenaza de desahucio a una mujer de 71 años causa conmoción en Galicia

Tras una vida complicada, y reconociéndose víctima de violencia de género, una donación en vida puede dejarla sin la casa que ella misma ayudó a construir en el municipio de Meis (Pontevedra)

La vecina de Santo Tomé de Nogueira en la vivienda que pueda perder.

La vecina de Santo Tomé de Nogueira en la vivienda que pueda perder. / NOÉ PARGA

Diego Doval

María Luisa Barreiro Varela, vecina del municipio de Meis (

Pontevedra

), tiene sobre sí la amenaza de

desahucio

de la

vivienda

en la que ha convivido con su familia e hijos durante muchos años.

Después de construir junto a su marido la propia casa en unos terrenos heredados de su familia, los acontecimientos se fueron precipitando supuestamente a causa de decisiones adoptadas de manera unilateral por parte de su marido, tal y como señala Francisco Casás, un vecino y amigo de la propia María Luisa Barreiro Varela.

Apunta Francisco Casás que “Luisa tuvo una vida muy desgraciada. Sufrió violencia de género y su marido la obligó a firmar ante un notario que la casa y el terreno quedaba para donación en vida a tres de sus cinco hijos. Todo ello después de una paliza, que incluso la dejó ciega de un ojo, y de estar encadenada a una cama durante tres días”, refiere.

Ciega de un ojo a consecuencia de una paliza

Esa firma, realizada hace varios años, es precisamente una de las cuestiones a las que se agarra María Luisa Barreiro y sus vecinos para evitar un desahucio que parece inminente tras la reclamación de una de sus hijas. El hecho de que la vecina de Meis (Pontevedra) haya emprendido una relación sentimental con otra persona, además de gestiones inmobiliarias poco correctas, son las razones que Francisco Casás aduce “para haber llegado a una situación tan extrema”. Precisamente Casás y su esposa son los que más están ayudando a su vecina debido a que su analfabetismo, sumado a la ceguera mencionada en un ojo, le impide hacer frente a una situación tan complicada en materia burocrática.

El fallecimiento hace tres años de su marido “dio lugar a más problemas, ahora con sus propios hijos”. Apunta Casás que “dos de ellos vendieron su parte al tercero, pero no les pagó y después se realizó una venta a un señor de Cáceres”. Asegura que todo ello sin que Luisa tuviera ninguna constancia o conocimiento de lo que estaba pasando con su casa, “la cual construyó junto a su marido y de la que todavía conserva las facturas de los materiales que precisaron y pagaron hace más de 20 años”.

Este amigo y vecino de la mujer también hace referencia a que “diversas dificultades económicas de otros miembros de la familia han derivado en la orden de desahucio que amenaza la vida y estabilidad de una persona mayor que solo tiene como ingreso una pensión no contributiva de poco más de 400 euros”.

La implicación del matrimonio vecino, perfectos conocedores de la difícil situación por la que atraviesa la mujer, está siendo la tabla de salvación para poder seguir peleando para evitar que “se quede sin terreno, ni casa y en la calle por haber sido víctima de violencia de género, por ser analfabeta y tener una vida con muchos problemas”.

Un documento mal redactado es su esperanza

La pelea burocrática de María Luisa Barreiro parte de una presunta falsedad documental como principal baza. Se refiere a la donación en vida realizada del padre a sus hijos, señala Francisco Casás, que añade que “contenía un documento de lindes que no se corresponde a la realidad”, por lo que agrega, “se podría anular esa donación de manera legal” como les explicaron sus asesores.

Ese motivo les ha llevado ya a solicitar ayuda a la

Junta de Galicia

para detener un proceso de desahucio que dejaría a la mujer en la calle. Las reuniones con el departamento legal de Asuntos Sociais han ayudado a hacer cundir cierto optimismo a la hora de defender la causa judicialmente, si bien nadie es ajeno a la difícil situación por la que atraviesa la vecina de Meis.

Hasta el momento, María Luisa Barreiro continúa viviendo en la casa, pero todos los días está invirtiendo tiempo, junto al matrimonio vecino, para poder detener tan angustiosa situación. “No se merece pagar por errores de otros; es su casa y no es justo que nadie se la quite. Tiene 71 años y en ella está su vida. Ojalá se tenga en cuenta esta situación”, apunta Francisco Casás.