MALLORCA-GIRONA (3-2)

El Mallorca deja en la orilla al Girona y lo echa de la Copa

El equipo de Míchel estuvo desfigurado en una primera mitad horrorosa que permitió al equipo bermellón irse 3-0 al vestuario

El Mallorca elimina al Girona y se mete en semifinales de Copa del Rey

Video: Agencia ATLAS | Foto: EP

Marcos López

Se quedó en la orilla un desconocido Girona. En la orilla, abatido en Mallorca porque firmó un encuentro horrible que le impidió llegar a las semifinales de la Copa del Rey. Una frontera maldita porque el equipo de Míchel estuvo desfigurado en una primera mitad horrorosa que le dejó en esa orilla que tanto cuesta llegar.

Ni contra 10 tuvo el fútbol y la tranquilidad necesaria para derribar esa ya insalvable barrera. Fue un equipo estéril e intrascendente, como si no hubiera entendido la dimensión histórica de la cita. Acostumbrado a dibujar páginas para el recuerdo, escribió en las islas un garabato, que no resolvieron los goles de Stuani ni Savinho, que llegaron tarde. Tarde y mal como el Girona.

A los 34 minutos, 3-0

El peor partido. Y la peor media hora inicial del Girona en estos seis meses llenos de gestas. Y en el peor momento porque llegó a Mallorca y no compareció. Se olvidó de la hora de inicio del encuentro. Ni siquiera los dos primeros avisos del equipo de Aguirre ejercieron de despertador para un adormilado y despistado conjunto gironí. No estuvo en el césped.

Cuando se dio cuenta, rozando el minuto 34, ya perdía 3-0, lo nunca visto antes. Algo desconocido para Míchel quien andaba indignado por el desconcertante juego de su equipo. Tal era su enfado que en el minuto 22, y ya con 2-0 en el marcador, ordenó calentar a Pablo Torre, Portu y Yan Couto.

La estructura defensiva del Girona, con Arnau, Antal, Blind y Miguel, quedó desnuda al instante. No era solo responsabilidad de los cuatro de atrás sino de un equipo que no tuvo el control del juego que se le suponía. Ni la intensidad que merecía ganarse el pase a unas semifinales de la Copa del Rey, frontera que jamás cruzó antes.  

Caótica primera mitad

Terminada la caótica primera mitad, el mejor había sido Juan Carlos, el portero del torneo copoero, que estuvo vendido en los tres goles dejando además previamente dos paradas muy buenas. Solo Larin en el 1-0 tras una horrible acción colectiva del Girona. Blando en el despeje Blind antes del imponente disparo de Abdón en el 2-0. Y error del novato Antal tirando el fuera de juego de mala manera en el penalti para consumar el 3-0 finiquitado por Abdón.

Aguirre, el técnico del Mallorca, diseñó un plan de partido perfecto, que contó con la complicidad del Girona. Complicidad y desidia. Solo cometió una falta en 45 minutos. Y fue la mano de Antal, detectada por el VAR, prueba de esa incomparecencia que enervó a Míchel.

El enfado del técnico de Vallecas tuvo una doble decisión en el descanso: Dovbyk por Yangel Herrera, horrible primera parte la suya, para jugar con dos nueves. Y Yan Couto por Arnau. Pero la segunda mitad arrancó con otra ocasión clara del Mallorca porque Larin corrió más rápido que Antal antes de soltar un disparo peligroso.

Ni contra 10

Pero el impacto del 3-0 resultó demoledor. Tanto en lo emocional como en lo futbolístico porque Abdón y Larin, los dos atacantes del conjunto balear, organizaron una fiesta en Son Moix. Una fiesta que tenía incluso fuegos artificiales. Y la tarde noche mallorquina se iba consumiendo sin fútbol ni esperanza para un alicaído Girona hasta que Stuani provocó un penalti, que tenía un premio añadido: dos amarillas a Raíllo. Dos amarillas y expulsión

De pronto, el encuentro adquirió un paisaje radicalmente distinto con ese 3-1 y jugando el Girona contra 10. En ese paisaje, y pese a la angustia que suponía verse eliminado de la Copa desde la primera media hora, solo le quedaba apelar a la paciencia y, sobre todo, a la esencia de su fútbol.

Estuvo impaciente porque esa esencia no se vio en Mallorca, acostumbrado Aguirre a manejarse en partidos áridos y desagradables que anularon hasta la magia de Savinho, eclipsando a Dovbyk. Empezó el brasileño en la banda izquierda y ya en la segunda mitad se marchó a la derecha. Pero ni rastro de su regate venenoso ni de su centro preciso hasta que Savinho emergió en el tiempo añadido para alimentar una esperanza cuando el cronómetro indicaba casi el camino de los vestuarios.