Opinión | A POR UVAS

Colectivizar el rechazo a Rubiales (y obviar a Jennifer Hermoso)

Los jugadores de la selección han optado por diluir en el colectivo la responsabilidad social que se les presupone y que solo han hecho uso de ella cuando han detectado que la situación se les podía volver en su contra

Los capitanes de la selección, antes de leer el comunicado de rechazo a Rubiales.

Los capitanes de la selección, antes de leer el comunicado de rechazo a Rubiales. / Javier Lizón / Efe

En un minuto y 24 segundos, lo que le costó a Álvaro Morata leer las 191 palabras de las que constaba el comunicado que los capitanes de la selección leyeron en Las Rozas, 24 futbolistas profesionales liquidaron dos semanas de silencio individual sobre la presunta "agresión sexual" (lo dice la Fiscalía) de Luis Rubiales a su compañera Jennifer Hermoso.

Una Hermoso, por cierto, a la que ni mencionaron en esas 191 palabras. Un detalle feo, y hay quien diría que elocuente, que se queda en poca cosa en comparación con la pasividad pública con la que estos futbolistas han asistido a la evolución de unos comportamientos del "señor Rubiales" que ahora, al abrigo del colectivo, califican de "inaceptables".

Todos y cada uno de ellos se podrían haber pronunciado, con menor o mayor contundencia, a lo largo de estas dos semanas. Como han ido haciendo otros jugadores que en su día vistieron la camiseta de la selección, como Borja Iglesias, Isco Alarcón, Andrés Iniesta, Raúl García o, más recientemente, Sergio Busquets. Tampoco demasiados, a decir verdad.

Una respuesta muy escasa y tardía

La respuesta esporádica, tibia, tardía y, en definitiva, escasa, de los jugadores de fútbol españoles es la gran decepción de todo el caso Rubiales. Quienes tienen el altavoz más potente han decidido no usarlo y solo han optado por hacerlo, en comandita, cuando se han dado cuenta (o alguien con buen criterio les ha hecho ver) que toda la concentración iba a girar en torno a sus opiniones sobre Rubiales si no levantaban un cortafuegos preventivo. No evitarán las preguntas al respecto, pero ahora al menos pueden recurrir al manido "me remito al comunicado que leyeron nuestros capitanes". Y a otra cosa.

Cuentan que costó consensuar el comunicado para que tuviera el visto bueno de los 24 hombres elegidos por Luis de la Fuente y que fue iniciativa suya el lanzarlo en el primer día de concentración. Sea como fuere, se nota quién tomó las riendas de la crisis comunicativa de la RFEF durante la primera semana y quién lo ha hecho desde que Rubiales fue suspendido por la FIFA. Tanto la institución como el fútbol agradecen que se deje trabajar a los buenos profesionales.

Había algo, no obstante, con lo que a ciertas alturas de esta película ya no se podía luchar: la cobardía de los individuos que, de una manera u otra, con visibles aplausos o sonoros silencios, han rodeado al defenestrado presidente. Colectivizar el rechazo se ha instaurado como fórmula para echar paladas de tierra sobre el vivísimo cadáver deportivo de Rubiales sin mancharse demasiado las manos.

De la Fuente, el equipo de Vilda, los barones...

Veamos. Primero fue el cuerpo técnico de Jorge Vilda (sin él, que tuvo que hacerlo en solitario) quien se desmarcó, tras aplaudir, en algunos casos, en primera fila el quíntuple "no voy a dimitir" de Rubiales. Después, De la Fuente lanzó un comunicado para enmendarse a sí mismo, hablado en representación de todo su equipo de trabajo. Y luego fueron ese grupo heterogéneo y tan sospechoso de barones territoriales quien reclamó en bloque la "dimisión" de su suspendido presidente tras haber pasado de puntillas durante los días anteriores, salvo alguna honrosa excepción.

En muchos de estos caso, el miedo que causan Rubiales y su núcleo duro (todavía presente en Las Rozas) lo que ayuda a explicar la decisión de parapetarse en el colectivo para señalar con muchos dedos a la vez en lugar de asumir el riesgo de hacerlo con el propio. ¿Pero de qué tenían miedo estos 24 internacionales y el resto de seleccionables a los que De la Fuente no ha convocado en esta ocasión? ¿De quedarse fuera de la lista? ¿De verdad?

Si así fuera, esa aseveración leída por el capitán Morata (menudo papelón le ha tocado) de que los jugadores se sitúan "de manera firme y clara del lado de los valores que representa el deporte" es como menos dudosa. O la de que "el fútbol español debe ser motor de respeto, inspiración, inclusión y diversidad y debe dar ejemplo con sus conductas tanto dentro como fuera del campo", como si eso se les hubiera ocurrido este lunes, tan y tan a toro pasado.

Más bien parece que estos muchachos, indudables referentes para tanta gente, han optado por diluir en el colectivo la responsabilidad social que se les presupone y que solo han hecho uso de ella cuando han detectado (o alguien les ha hecho ver) que la situación se les podia volver en su contra. Y ahora, a jugar a fútbol como si nada, cruzando los dedos para que nadie les pregunte por qué no usaron dos esas 191 palabras para mencionar a Jennifer Hermoso.