HISTORIA

Así eran las batallas y la vida a bordo de la Real Armada española del s. XVIII

Un libro con espectaculares montajes fotográficos reproduce hasta el mínimo detalle la época dorada de nuestra marina

Maniobra de guerra 'enfilada' en una batalla entre un buque español y uno inglés.

Maniobra de guerra 'enfilada' en una batalla entre un buque español y uno inglés. / Jordi Bru - Desperta Ferro

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Una de las imágenes más impactantes de La Armada Española, el libro sobre la historia de nuestro ejército del mar en el siglo XVIII con amplio despliegue visual que acaba de publicar Desperta Ferro, recoge una operación en la que el cirujano del barco y sus ayudantes amputan una pierna a Blas de Lezo. Cuando tenía solo 14 años y en la batalla de Vélez-Málaga (1704), una bala de cañón destrozó una extremidad al célebre marino. La escena es dantesca, pero su realismo es espectacular, porque se trata de una foto. O mejor dicho, de un montaje fruto de la suma de diferentes fotos: de personas que han recreado aquel momento, de escenarios reales (barcos, paisajes) y de objetos de entonces que después han sido recortadas y pegadas en un complejísimo trabajo de orfebrería a base de Photoshop para reconstruir aquel episodio de la forma más realista posible.

Los instrumentos quirúrgicos que vemos (el serrucho, la esponja, el carrete de hilo de tripa de cerdo) son los de la época, y pertenecen a la colección privada de un cirujano madrileño actual que es el que desempeña ese papel en la imagen. El joven amputado es el hijo de otro de los recreadores. Y el modo en que se aborda la operación es como se hacía en el siglo XVIII, retirando la carne y la piel antes de amputar el hueso. El fondo es el de un barco real, L’Hermione, un buque francés de la época que se fotografió en el puerto de Pasajes. Luego hubo que añadir ciertos elementos, como un farol de la época, que estaban en el archivo personal del fotógrafo. Y el color de la pared es rojo porque así solía ser en las enfermerías de aquellos navíos de guerra, donde se trataba de disimular en lo posible el color de una sangre que solía correr generosa.

“A la foto llevé sangre artificial, la colocamos en la escena y manchamos un poco todo. Pero cuando le mandé la imagen manipulada al cirujano para que viera cómo iba quedando y le pregunté si ponía o quitaba, me dijo: ‘por supuesto, más sangre, más sangre’. Había muchísima sangre en esos espacios. Blas de Lezo no era el primero que ese día pasaba por la mesa de operaciones”, explica divertido Jordi Bru. El fotógrafo navarro, un veterano en la recreación de ejércitos y batallas históricas, es el autor de esas escenas minuciosamente reproducidas. Todos los elentos que aparecen en ellas los ha fotografiado él. Para hacer esta más realista, la disparó con luz natural en un edificio madrileño del siglo XVIII, con la ventana en el mismo punto en que está situada la fuente de luz en el barco. “La iluminación es fundamental para dar realismo”, dice. El resultado es una imagen que, en la parte de su recreación (cuando se “escenifica”), se tardó en disparar dos horas, pero que en el tratamiento de fotocomposición, ya en el ordenador, requirió muchas más.

Escena de la amputación de la pierna a un joven Blas de Lezo.

Escena de la amputación de la pierna a un joven Blas de Lezo. / Jordi Bru - Desperta Ferro

Si Bru es el autor del espectáculo visual que recorre el libro, los textos y la supervisión de cada una de esas fotos corresponden al catedrático de Historia Económica de la Universidad de Navarra Rafael Torres, que ya publicó en Desperta Ferro Historia de un triunfo. La Armada española en el siglo XVIII (2021). Más allá del tiempo de escritura, porque los textos también tienen un peso muy importante en este libro, el académico reconoce que “he dedicado muchas madrugadas a revisar las imágenes que Jordi me iba mandando”, un trabajo en constante viaje de ida y vuelta para que todo quedase perfecto. Hay detalles minúsculos que no se pueden dejar escapar. Para una reunión de oficiales en la cámara alta del buque en la que corre el vino, Torres preguntó a Bru si tenía en su archivo un sombrero de tres picos que colocar sobre la mesa. Lo tenía, así que allí lo puso. “A los dos días le llamo y le digo que lo quite -recuerda Torres-, porque justo ví en un reglamento que sobre una mesa de oficiales no se podía poner nada, y mucho menos un gorro”. El fotógrafo tuvo que retirar esa capa, una de las 200 o 300 que puede llegar a tener cada fotomontaje.

A lo largo de las 130 páginas que conforman La Armada Real hay escenas de batallas en las que vuelan astillas y brotan llamaradas de la pólvora de los fusiles, abordajes y momentos de defensa desde tierra, artilleros que cargan los cañones de a bordo y marineros que duermen en sus literas. Vemos a ingenieros que dan forma a los nuevos navíos y a carpinteros trabajar con su hacha en los arsenales. Mares bravos y mares en calma. Localidades reconocibles, como Cartagena, e islas aparentemente lejanas. Todo un universo que nos traslada a la edad de oro de la marina de guerra española.

Imagen de un impacto en cubierta.

Imagen de un impacto en cubierta. / Jordi Bru - Desperta Ferro

El trabajo de todo un país

Bru y Torres se conocieron en una presentación de un libro en Pamplona, se confesaron admiración por sus respectivos trabajos y enseguida se pusieron este reto aparentemente imposible. Porque para poder contar visualmente la evolución de la Real Armada española del siglo XVIII había mucha escena que recrear, pero también muchos lugares que visitar en busca de barcos reales de la época, modelos a escala, puertos, astilleros y arsenales donde se fabricaban o reparaban los barcos, serrerías de las que se extraía su madera. Y eso a pesar de que su intención no era “hacer un tratado técnico ni un tratado de construcción -explica el profesor-, sino que quedara bien reflejada la tesis del libro, que es la de que fue la sociedad española quien construyó la Armada. No la hicieron [los almirantes y ministros] Patiño o Ensenada. Si no llega a haber cuatro generaciones empujando, esto no sale. Y eso es maestranza, son sueldos, es consumo… Fue la apuesta de toda una nación”. Unas 5.000 personas trabajaban por entonces en los arsenales fabricando buques, con elevados niveles de especialización y una presencia importante de la mujer. “Un 20% del trabajo era femenino, sobre todo en temas de telares. No existen fábricas en la época, ni en España ni en el mundo, con más presencia de mujeres trabajando. De hecho, cuando un arsenal cerraba, la historia de la mujer cambiaba”, cuenta Torres.

Rafael Torres (izda.) y Jordi Bru (dcha.), responsables de los textos e imágenes del libro, respectivamente.

Rafael Torres (izda.) y Jordi Bru (dcha.), responsables de los textos e imágenes del libro, respectivamente. / Desperta Ferro

Aunque Bru se ha desplazado a puertos como Portsmouth (Reino Unido) o Rouen (Normandía, Francia) para fotografiar navíos como el sueco Gotheborg, además de a un montón de localizaciones dentro de España, el Museo Naval de Madrid ha sido una de las principales fuentes de información y de imágenes para realizar este trabajo. Bru ha fotografiado aquí algunos de los modelos a escala que se conservan, y que en su día se utilizaron para fabricar barcos. “En el siglo XVII no hay dos barcos iguales, y sin embargo en el XVIII se estandariza su producción en los arsenales. Se empiezan a fabricar en serie a partir de estos modelos”, explica Torres. La maqueta del Santa Ana, una de las más espectaculares del museo, fue fotografiada por Bru para ser utilizada en varias de las escenas, a veces como barco español, otras como parte de una armada extranjera.

Hay cuadros de sus salas, como Combate de una fragata española contra el navío inglés Stanhope, 1710, obra de Cortellini, que Bru ha imitado con imágenes reales para recrear una escena de lucha marina lo más realista posible. En este caso se trata de una ‘enfilada’, una operación en la que un navío inglés rebasa por la parte trasera a uno español para atacar con su artillería la parte más débil del barco enemigo, el castillo de popa. Hay cosas que el fotógrafo no puede conseguir con las maquetas o los buques amarrados a puerto, y en cuadros como este se inspira para su retoque. “El gran problema de mis composiciones son las velas: las que yo uso no están hinchadas, les falta viento. Y lo que le da vida a un barco es el viento”.

Marineros raparan un desperfecto del casco en la sentina del barco.

Marineros raparan un desperfecto del casco en la sentina del barco. / Jordi Bru - Desperta Ferro

Luego está el realismo que aporta el trabajar con recreadores, esos ejércitos de voluntarios apasionados de la historia, cada vez más numerosos, que dedican parte de su tiempo libre a meterse en el papel de personajes de época para interpretar las escenas que se celebran en determinados lugares con motivo de conmemoraciones históricas o para acabar en libros como este. Bru recuerda cómo, para recrear una escena en la que se repara un desperfecto en la sentina de un barco, iluminados por un farol y con el agua por la rodilla, pidió a un grupo de voluntarios que interpretaran la escena al lado del Naútico de la playa de la Concha, en San Sebastián. “Necesitaba que las ropas estuvieran mojadas de verdad, porque no se puede recrear eso digitalmente, y sin luz natural. Así que los hice meterse en el agua, con las olas, una noche de agosto”.

Lo más increíble del libro son las atmósferas: la tensión, las emociones que transmite, que hueles el sudor, el salitre, el humo de los cañones… - opina el editor de Desperta Ferro, Javier Gómez-. Estas imágenes transmiten una emoción que no se podría conseguir con Inteligencia Artificial”. “Al final -remata Bru-, lo que hemos intentado con este libro es que sea inmersivo, que la gente que vea las fotos tenga la experiencia de estar viviendo en un barco y ser un marino o un artillero. Como si estuviera viendo la escena que están viviendo sus compañeros alrededor”.