MÚSICA

Los Zigarros: “Nos hemos quitado todos los prejuicios”

Los hermanos Tormo publican 'Acantilados', un disco poliédrico donde han abierto su sonido y han plasmado su realidad

Los Zigarros presentarán 'Acantilados' en una gira de festivales este verano.

Los Zigarros presentarán 'Acantilados' en una gira de festivales este verano. / ROBERTO CIMIANO

Desde la publicación de Apaga la radio (Universal 2019) Los Zigarros –en lo discográfico– no habían presentado un nuevo trabajo de estudio –sin contar el directo ¿Qué demonios hago yo aquí? (Universal, 2020)–. Pero en todo este tiempo han pasado cosas. Acantilados (Cultura Rock, 2023) es el resultado de lo sucedido. Consideran Ovidi y Álvaro Tormo que el hedonismo ha dado paso a lo personal en las composiciones de Los Zigarros. “¡Y menos mal, tío!”, exclama Ovidi.

Él es el primero en conectarse a la videollamada. Lo hace desde un pueblo en las montañas de Mallorca. Tiene una guitarra acústica en la que se apoyará durante la entrevista. Muestra un aspecto tranquilo a esta hora del atardecer. Su hermano Álvaro aparece en pantalla poco después. Recuerda a un cosmonauta en la Soyuz. Pasados unos minutos de cortesía, hacen honor al nombre de la banda cuando se encienden un pitillo. Hay tiempo para la conversación; la nueva entrega de Los Zigarros así lo requiere, tanto por el fondo y forma de sus 11 canciones de “temática verdadera”.

P. El monstruo dice: “La noche abre las heridas de los que lloran por amor”. Citando al poeta italiano Dante Alighieri, ¿no hay mayor dolor que el de recordar tiempos felices desde la miseria?

Ovidi Tormo (O.T.). Dicen que las canciones se escriben solas, pues El monstruo fue así. Yo nunca pensé que iba de mí, pero puede que sí. O sea, no la escribí pensando en lo que me pasa. Me ha pasado con otras canciones, que al cabo de los años me doy cuenta que soy yo sin querer haberlo sido. Pero hay una teoría que dice que siempre hay algo de ti. Supongo que será así.

Álvaro Tormo (Á.T.). Creo que Ovidi estaba en un estado de gracia absoluto en este disco. No es que en los otros no lo estuviera, pero aquí se ha desbordado como un río. Cada canción que traía estaba a un nivel súper alto. Era una detrás de otra. A mí me apetecía explorar por dónde estaba tirando él. Lo disfruté muchísimo.

P. ¿Como en Barcelona?

Á.T. Me acuerdo que cuando la estábamos grabando, Nacho [Tamarit], nuestro bajista, dijo algo muy chulo: “Qué a gusto estoy aquí dentro”. Creo que eso resume muy bien la canción, porque se está muy bien ahí dentro.

O.T. Barcelona la escribí la misma semana que El monstruo, en el piano de mi chica (Maika Makovski). Nunca lo he contado, pero la hice porque ella estaba triste por esto que nos pasa a los artistas con lo nuestro, cuando pasamos por esos momentos en los que no sabemos si somos unos impostores, si lo que lo hacemos mola, si se acabó lo que teníamos que decir... Todas esas rayadas de los músicos y los artistas. Entonces, la escribí realmente como si fuera ella, porque no soy yo el que se va a Barcelona.

P. ¿Se la enseñó?

O.T. Sí, claro. Y le gustó mucho. Yo hacía las canciones y ella estaba ahí y se las enseñaba. Me fío de ella. Podía ver cuáles le molaban y cuáles no.

'Acantilados' es el cuarto álbum de Los Zigarros, tras 'Apaga la radio'.

'Acantilados' es el cuarto álbum de Los Zigarros, tras 'Apaga la radio'. / ROBERTO CIMIANO

P. ¿Este disco pasa por diferentes estados de ánimo aunque no en orden?

O.T. Es un caos total. Según como soy yo cuando estoy en ese punto del amor: un día creo que está todo bien, que he encontrado a la persona de mi vida y que ella piensa lo mismo, pero al siguiente pienso lo contrario y me entra un miedo terrible. Creo que lo he superado, que no tengo inseguridad. Por eso, Acantilados es el título sin duda.

P. ¿Y por eso el monstruo se asusta de su sombra en la canción? Es llamativo que, además, hicieran el vídeo en el Circo Raluy Legacy, un entorno –en teoría– luminoso que aquí se contrapone a una canción bastante oscura.

O.T. El circo es todo lo contrario para mí. No es luminoso, es súper depresivo realmente. El recuerdo que yo tengo de haber ido al circo de niño es de miedo, miedo porque me sacaran los payasos a la pista. También me daban mogollón de miedo los animales; los veía sufriendo, jodidos. Aquel mundo para mí era como entrar en el pasaje del terror. No era nada luminoso. Pero aquí la elección del circo es porque es un gran marco y un contexto muy sabroso. ¿Te acuerdas de la foto que tenemos con papá y un mono vestido de humano?

Á.T. ¡Claro!

O.T. El mono salía vestido y nosotros abrazándolo. Tenía una cara de depresión total.

Á.T. Yo creo que el circo tiene un punto melancólico, de tragicomedia. Cuando estábamos rodando el vídeo, entre que te maquillan y das vueltas por allí, los trapecistas, los payasos... todos se estaban levantando. Ellos, claro, viven en las caravanas, es su casa. Al principio, pensábamos que tenía que ser “muy guay” vivir así, pero luego tiene detrás un punto trágico, pero no en plan mal, sino misterioso que mola. Creo que por eso nos seduce tanto el circo a las personas.

P. ¿El piano, que en este disco tiene más relevancia, es como un circo, que según lo sientas o lo toques puede parecerte triste o alegre? De hecho, Ovidi compone con el piano.

Á.T. El piano te lleva a territorios que con la guitarra quizá no puedas llegar.

O.T. El piano ha sido un elemento clave en esta historia, quiero decir más allá de este disco. Nos ha movido de dirección, porque ya lo habíamos incluido en el directo. A Álvaro y a mí nos ha abierto pensar la música de otra manera. El otro día ya quedamos para hacer canciones nuevas y las mirábamos desde otro punto que tiene que ver con incluir otros instrumentos, dejar más espacios... dentro de nuestra música. Nos ha hecho mucho bien.

P. Les ha producido Leiva, un tipo de piano. ¿Lo de este instrumento vino durante la producción o fue de antes?

O.T. Realmente, fue antes porque todas esas canciones vinieron con piano, igual que Por fin también, que es una canción de piano. Si le pones una guitarra, ya no es esa canción, sino otra movida. Entonces, era impepinable; tenía que aparecer el piano para quedarse.

P. ¿Cien mil bolas de cristal es una canción que sin la mano de Leiva no hubiera aparecido?

O.T. Cuando nos reunimos con Leiva hace un par de años o un año antes de la grabación, cuando le preguntamos si le apetecía currar con nosotros, nos dijo que le enseñáramos lo que teníamos, que eran unas cinco o seis canciones, y entre ellas estaba Cien mil bolas de cristal, que fue por la que se unió al proyecto. Es una canción que ya teníamos en el disco anterior como opción, pero yo creo que tanto Carlos Raya como nosotros la descartamos porque estábamos en otra cosa más guitarrera. Pero sí, fue la que dio el pistoletazo de salida a todo.

P. Y Aullando en el desierto, la que abre el disco, ¿de cuándo es? Tiene unas guitarras y una melodía muy Tom Petty.

O.T. Este disco es más pop y tiene más melodías, más colores, tiene más aire y más espacio. Es lo que teníamos dentro y explotó en este disco. Al final, todas las pequeñas decisiones de quitar una guitarra, de meter un piano, o de quitar una guitarra y no meter nada... las fuimos tomando todo el año de preproducción.

P. ¿Cómo llevó Álvaro el trabajo de las melodías?

Á.T. Enseguida entendí que íbamos hacia otro lado y me apetecía mucho ir hacia ahí. Entonces, de repente, cambié el chip en muchas cosas. También, como decía Ovidi, teníamos un montón de cosas que nos apetecía porque, por lo que fuera, todavía no lo habíamos podido hacer. Hicimos tres discos muy guitarreros, muy rocanroleros en el sentido más estricto de la palabra, pero en todos ellos había muchas otras cosas y llevábamos otro tipo de canciones que nunca acabábamos. Yo lo he afrontado con muchas ganas porque cualquier persona que sea músico tiene que evolucionar, porque evolucionas como persona y quieres decir otras cosas. Y Leiva en ese sentido es muy atrevido, porque no le tiene miedo a nada. Le daba igual si esta canción era más pop o la otra era más disco, mientras que la canción fuera buena y que nuestra idea de a dónde llevarla estuviera clara, iba hacia allí sin pensarlo mucho en cuanto a si el público va a pensar que esto no es Zigarros. En este disco nos hemos quitado todos los prejuicios.

P. ¿Es Acantilados un salto cualitativo?

O.T. Sí. Creo que vamos a irnos a sitios flipantes a partir de ahora. Tengo una corazonada. Es como si nos hubiéramos quitado, yo qué sé, dos o tres corsés.

P. ¿Es el amor una larga carretera, como cantaba Tom Petty en Love Is A Long Road?

O.T. También espero que el amor sea muy largo. No había sentido tanto entusiasmo en años con nuestra música y con este disco siento que somos capaces de todo porque la banda ha llegado a un punto en el que tocan muy bien. Eso es así. Lo digo más que nada por Nacho [Tamarit] y por Adrián [Ribes]. Llevamos juntos desde antes de Los Zigarros y sé de lo que somos capaces y tengo mogollón de ganas de explorar toda la música que llevamos dentro, que es mucha, y podemos hacer un montón de cosas flipantes. Nunca lo había sentido así, porque antes tenía el chip del rock and roll, con el amor que le tengo a ese tipo de rock and roll que siempre vamos a hacer, pero me tiene muy loco la idea de abrirnos. Tengo en la cabeza lo que vamos a hacer y me encanta pensarlo.

Á.T. El otro día estaba viendo una entrevista a Josh Homme y decía eso de los corsés, que es algo de cuando tienes 15 años. Pero que te importe si la banda hace más rock o menos rock, pasados los 20 años, es que estás loco. Si no, la música no tira pa'lante.