LIBROS

Lea Vélez: “La maldad se da en ciertas circunstancias, con la excepción de los hijos de puta, que son siempre malos”

La escritora y cineasta se ha metido, en 'La hija de Gardel', en la mayor cloaca de culpas que ha vivido nunca Argentina: la Escuela de Mecánica de la Armada, un centro clandestino de detención, tortura y exterminio

Lea Vélez es autora de las novelas 'El desván', 'La esfera de Ababol' y 'La hija de Gardel'.

Lea Vélez es autora de las novelas 'El desván', 'La esfera de Ababol' y 'La hija de Gardel'. / DAVID CASTRO

Juan Cruz

Juan Cruz

Lea Vélez (Madrid, 1975), escritora y cineasta, se ha metido hasta lo hondo en la mayor cloaca de culpas que ha vivido nunca Argentina: la Esma, la Escuela de Mecánica de la Armada, en la que los militares ensayaban el peor episodio continuado de maldad de la historia de su país.

A ella se le ocurrió el asunto hace 30 años, cuando trabajaba en la búsqueda de historias para sus ensayos de cine, en Madrid. Durante años tuvo otras ocupaciones, trabajó en otros libros (Nuestra casa en el árbol, El jardín de la memoria…), se cambió de país (vive en Inglaterra), pero nunca dejó a un lado aquel escenario de horror que descubrió de muchacha. El libro (La hija de Gardel, Contraluz) coincide en la librería española con La llamada (Anagrama), el relato real en el que Leila Guerriero cuenta cómo la Esma y sus militares degradaron la vida de argentinos y argentinas. Esa huella de horror está también en la obra de la escritora española. Vélez, que también tiene el espíritu del periodismo en su ADN (su padre, Carlos Vélez, fue director de un importante programa de televisión dedicado a los libros, ella es guionista y periodista también), cuenta aquí cómo nació su testimonio literario y qué huella le ha dejado la maldad que cuenta.

P. Es un libro sobre la maldad. ¿Qué es la maldad para usted?

R. Hay gente buena, hay gente mala. Pongamos que hay una botella, el 60% está lleno de bondad, el resto es maldad. Todos tenemos una cara malvada con según qué personas y una cara en general buena con la mayoría de la gente. Aquí, en España, en la posguerra que ganó Franco, hubo gente que no era necesariamente favorable al golpe, no comulgaban con aquellas ideas, y no eran necesariamente malos, sólo que se vivieron inmersos en aquella situación… Creo que la maldad es un elemento que se produce en ciertas circunstancias y con determinadas personas, con la excepción de los hijos de puta, que son siempre malos.

P. ¿Así que se puede compaginar la bondad con la maldad?

R. Yo me lo pregunto también. Puede ocurrir que haya momentos en que crees que la maldad no lo es. En el caso que narra esta novela, la presencia de la maldad te lava el cerebro de manera temporal, pero suficiente para justificar determinadas conductas que son malvadas. La historia luego lo pone todo en perspectiva, y los que fueron malvados creen que no lo fueron, aunque lo hayan sido, y sin paliativos. La maldad se ve más con la distancia del tiempo… Puede ocurrir que una persona comete actos muy despreciables y actos bellos, pero estamos hablando de personas que viven entre las sombras del mal. Hay malos muy malos, psicópatas horribles, y gente que tampoco son almas de la caridad. Me interesan esos personajes, capaces de lo más sorprendente.

La culpa está metida en el subconsciente, en los secretos de cada uno… Está debajo de la superficie, forma parte de una culpa colectiva que soy incapaz de analizar

P. ¿Cuál de esos escenarios del mal le llegó más hondo a la hora de escribir este libro?

R. El robo de los niños. El hecho de justificar desde una postura ideológica algo que en realidad era un robo, y además un robo por dinero… Creerían que los estaban salvando; iban a matar a sus madres, pero a ellos los salvarían, poniéndolos en casas donde los supieran criar. Falsificarían sus identidades, sus partidas de nacimiento, les robaban la identidad… Eso es para mi la maldad: la estafa, algo que se hacía por dinero, hasta llegar a dañar a las madres, a los niños, y eso es lo que siempre me revolvió. Luego estaba la parte abyecta que consistía en culpar a las madres de su propia esclavitud sexual.

P. Usted lo cuenta, ocurrió. ¿Cómo fue posible eso que parece del principio oscuro de los tiempos?

R. Por la corrupción, que en definitiva es la corrupción por dinero… Yo empecé hace 30 años a investigar todo esto… Era una joven periodista de 23 años. Me abrió los ojos de asombro que aquello se hiciera por dinero, robar niños por dinero, para mantener un sistema establecido, en el que prosperaban sabuesos y sicarios que parecían gente del medievo. Los saqueadores. Saqueadores de vidas, amparados por un gobierno totalitario. Los que robaban la platería en las casas saqueadas, aquellos que les decían a las madres que sus niños habían muerto. Gente que no tiene un norte moral, narcisistas psicópatas que no tienen empatía y crean una narración para justificar lo que es un delito de estafa.

P. Hace 30 años empezó a escribir este libro. ¿Cuál fue la chispa?

R. Yo estaba en Madrid, en la Escuela de Cine; quería escribir una película, como aquella de Spielberg, La lista de Schindler… Y leí un artículo sobre un falsificador de la Esma, que antes había sido falsificador de Montoneros y decidió reciclarse y ponerse a las órdenes de los militares… Ahí se despertó mi instinto de escritora, cuando yo sentía que mi literatura iba a ser la de John Le Carré o la de Graham Greene… Con aquel material podía intentar un argumento que fuera interesante, así que me puse a investigar. Conocía la dictadura argentina, los casos de los desaparecidos, de los niños que ya eran adolescentes que estaban encontrando a sus verdaderas madres… De ello se hablaba mucho en casa, a la que venían amigos de los que habían padecido aquella dictadura y que habían venido a vivir en Madrid… Toda esa nebulosa de influencias me puso a investigar y a escribir. Leí el informe de la CONADEP y empecé a atar cabos, entre ellos los que correspondían a la organización de la Esma como un ejemplo de lo que sucedía en ese país durante la dictadura… Me pareció que la Esma era un ejemplo de lo que sucedía, pues esa organización encapsulaba todas las historias más espeluznantes de aquellos tiempos.

Lea Vélez está graduada en la especialidad de Guion por la Escuela de Cine de Madrid.

Lea Vélez está graduada en la especialidad de Guion por la Escuela de Cine de Madrid. / DAVID CASTRO

P. Hay una escena en la novela en la que unos cadetes abusan de una mujer en concreto. Lo que dicen, y lo que hacen, representa un resumen de esos episodios de maldad a los que usted alude. ¿Lo sintió como un padecimiento propio o como la obligación de una narradora?

R. Cuando cuento es porque de alguna manera lo que sucede me ha tocado personalmente. A mí no me han violado, pero sí he sufrido situaciones cercanas a algo así. Cuando además estás privada de la libertad, estás atada y no eres más que un objeto, no hay nadie que te pueda defender… Esa situación para mi es terrible. Parece parte del botín de guerra: unos cadetes educados supuestamente en los valores de la hermandad militar usan a esas mujeres como divertimento, como novatada, hasta violarlas.

P. Es un retrato de la maldad y también un examen de la culpa. ¿Cuál ha sido el porvenir de la culpa argentina?

R. La culpa está metida en el subconsciente, en los secretos de cada uno… Está debajo de la superficie, forma parte de una culpa colectiva que soy incapaz de analizar. Es difícil, y no sólo para los argentinos, o determinados argentinos, contar esta historia sin tomar juicio o partido. Para mí, como española, me resulta más complicado porque no tengo una relación directa, ni familiar ni ancestral. Eso me da, por así decirlo, una inocencia naif… En esta novela yo soy la cámara que mira, ofrezco unos personajes, unos hechos, sobre episodios reales de los que el lector tendrá su visión propia acerca de la culpa del superviviente o de los que se salvaron y sienten la culpa de haberse salvado y que viven con nombres supuestos para alejarse de esa mirada del otro que es la culpa.

P. El episodio en el que usted evoca el caso de una niña robada recuerda algunas de las esencias de La llamada, el libro de Leila Guerriero sobre la sórdida historia de la Esma…

R. Aún no he leído el libro, y fíjate qué casualidad. El personaje de Alicia, que es la madre que pierde a esa niña, lo he basado en una mujer que se puede parecer a la misma que es el personaje esencial sobre el que ella basa su libro… En la Esma sucedían estas cosas, Alicia estuvo allí, y allí estuvo el personaje real de Leila Guerriero… Yo llevaba con esta historia desde hace 30, aparqué este proyecto para ocuparme de otros. Y ahora parece que las nuevas generaciones, con una inocencia nueva, quizá más distante, es capaz de mirar hacia el agujero del miedo sin sentir horror propio, sin sentir la culpa propia de quien hubiera estado allí. Como si aquel terrible episodio ya se pudiera contar con una voz que ahora está en el libro de Leila y también en este que yo ofrezco a los lectores, como una manera de contar, desde mi punto de vista, lo que nunca se quiso mirar o nunca se quiso saber. No sé si lo conseguí, pero ahí está.