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La ciencia ficción de mediados del siglo XX, un campo fértil para la creatividad femenina y feminista

El volumen 'Retrofuturismos' recopila relatos de ciencia ficción escritos por mujeres durante el segundo tercio del siglo XX, que descubren una forma diferente de hacer literatura de anticipación al incorporar preocupaciones sociales, sexuales y de género

Fotograma de 'La vida futura' (1936), película basada en un rato de H.G. Wells que inspiró a la escritora de ciencia ficción Myrtle 'Morojo' Rebecca Douglas a inventar algo parecido al 'cosplay'.

Fotograma de 'La vida futura' (1936), película basada en un rato de H.G. Wells que inspiró a la escritora de ciencia ficción Myrtle 'Morojo' Rebecca Douglas a inventar algo parecido al 'cosplay'. / ARCHIVO

En 1818, Mary Shelley utilizó Frankenstein para divulgar de manera novelada las innovadoras ideas de su madre, la pionera del feminismo Mary Wollstonecraft. A partir de entonces, las mujeres han utilizado la ciencia ficción para explorar las esperanzas, los retos y los temores que han rodeaban sus propias vidas. Por esta razón, y a pesar de haber sido uno de los primeros géneros populares dirigidos expresamente al público masculino, la ciencia ficción también fue un campo fértil para las mujeres, que la utilizaron para especular sobre las relaciones entre la ciencia, la sociedad y la sexualidad.

"En una época en la que las mujeres eran a menudo objeto de investigación científica y de la manipulación tecnológica o médica, la ciencia ficción ofrecía a estas creadoras un excelente canal para expresar sus propias experiencias con la modernidad tecnocientífica y sus esperanzas sobre futuros nuevos y diferentes. En ese sentido, para las escritoras de principios y mediados del siglo XX, la ciencia ficción era un género que hacía realidad esa promesa relativa a que, si personas racionales trabajan juntas, las cosas pueden cambiar para mejor, una creencia que está también en el centro del feminismo moderno".

La ciencia ficción era un género que hacía realidad esa promesa relativa a que, si personas racionales trabajan juntas, las cosas pueden cambiar para mejor, una creencia que está también en el centro del feminismo moderno"

Lisa Yaszek

— Compiladora de los relatos de 'Retrofuturismos'

La reflexión es de Lisa Yaszek, responsable de Retrofuturismos (Almadía, 2023), una antología de cuentos escritos por las pioneras de la ciencia ficción estadounidense entre 1930 y 1960, y cuya principal característica es que se trata de historias que desafiaban los futuros imaginados por los autores masculinos de ese momento.

"En una época en la que la liberación femenina todavía era una idea inalcanzable —explica Yaszek—, esas autoras que se unieron a la primera comunidad de ciencia ficción se autoidentificaban como feministas y militaban en diferentes causas políticas, como el derecho al control de la natalidad, el derecho al voto para las mujeres, el ecologismo o la lucha por los derechos civiles". Unas inquietudes que acabaron inspirando algunas de las historias incluidas en Retrofuturismos como, por ejemplo, La conquista de Gola de Leslie F. Stone, en la que un matriarcado alienígena debe luchar contra una invasión de hombres humanos que reclaman Gola como una colonia terrestre para poder transformar el planeta en un lugar de vacaciones para los humanos, o Todos los colores del arcoíris de Leigh Brackett, una de las primeras críticas al misogynoir, el odio a las mujeres negras basado en su intersección de raza y género, o Cuando fui la señorita Dow de Sonya Dorman, que gira en torno a un extraterrestre de género fluido que aprende más de lo que esperaba cuando decide adoptar la forma de una mujer para manipular a la hora de hacer negocios a sus socios humanos.

Leigh Brackett (en el centro de la foto), que compartió labores de guionista con William Faulkner, durante el rodaje de 'El sueño eterno' (1936) con el director Howard Hawks (izda.) y sus protagonistas Lauren Bacall y Humphrey Bogart.

Leigh Brackett (en el centro de la foto), que compartió labores de guionista con William Faulkner, durante el rodaje de 'El sueño eterno' (1936) con el director Howard Hawks (izda.) y sus protagonistas Lauren Bacall y Humphrey Bogart. / ARCHIVO

"Tendemos a pensar que cuestiones como la fluidez de género, el ecologismo, el ambientalismo o el racismo son preocupaciones actuales. Sin embargo, como muestran estas historias, la gente con mentes modernas ha lidiado con estos problemas durante décadas e incluso siglos. De hecho, tampoco el feminismo apareció en un vacío político, sino que más bien surgió en conjunto con otras causas progresistas", comenta Lisa Yaszek a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, quien destaca que, a pesar de ser un género consumido principalmente por hombres, el porcentaje de lectoras aficionadas a la ciencia ficción fue más que notable. En la década de 1950, se estimaba que las mujeres constituían el 40% de los lectores de las revistas de ciencia ficción quienes, además de disfrutar de las historias, utilizaban la sección de cartas al director para contactar entre ellas y generar redes para compartir intereses comunes.

En 1960, Elinor Busby, coeditora del fanzine Cry of the Nameless, se convirtió en la primera mujer en ganar un Hugo, uno de los premios más importantes de la comunidad de ciencia ficción"

Lisa Yaszek

— Compiladora de los relatos de 'Retrofuturismos'

"Se cuenta que las grandes revistas de la época cambiaron su formato, semejante al de un periódico normal, a uno más manejable justamente para que las mujeres pudieran llevarlas en el bolso. Además, al igual que sus homólogos masculinos, las lectoras mostraron su entusiasmo por la ciencia ficción en otros muchos ámbitos de su vida. En 1939, Myrtle 'Morojo' Rebecca Douglas inventó el cosplay, al diseñar y confeccionar disfraces inspirados en la película de 1936 La vida futura, basada en un relato de H.G. Wells, para que ella y su novio los usaran en la primera convención mundial de ciencia ficción. Por esa misma época, Lilith Lorraine fundó varias revistas de aficionados a la ciencia ficción como The Raven, Different, The Avalonian y, ya en la década de 1950, Orma McCormick editó Starlanes, la única revista de ciencia ficción escrita íntegramente en verso. Por último, en 1960, Elinor Busby, coeditora del fanzine Cry of the Nameless, se convirtió en la primera mujer en ganar un Hugo, uno de los premios más importantes de la comunidad de ciencia ficción", recuerda Yazsek.

La recepción de las historias escritas por mujeres por parte de los lectores masculinos fue muy positiva, aunque hubo de superar ciertas dificultades. Algunos editores llegaron a decir públicamente que las mujeres no podían escribir buena ciencia ficción, opinión que iba especialmente dirigida a esa nueva generación de escritoras que, después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó a publicar historias ambientadas en el hogar.

Portada de un número de 'The Magazine of Fantasy and Sience Fiction' de 1954.

Portada de un número de 'The Magazine of Fantasy and Sience Fiction' de 1954. / ARCHIVO

"Aunque era una forma innovadora de analizar el impacto de la ciencia en la unidad más fundamental de la sociedad, a una pequeña pero ruidosa minoría de lectores no les gustó este tipo de narración especulativa a la que calificaron de 'historias de corazones rotos y pañales'. A pesar de estas críticas, editores como Anthony Boucher de The Magazine of Fantasy and Science Fiction acogieron muy bien estas nuevas historias por considerar que se trataba de 'ciencia ficción sensible contada desde el punto de vista de una mujer'", relata Yazsek, que marca el siguiente gran avance en la ciencia ficción escrita por mujeres en la década de los 60.

"En ese momento, la literatura especulativa escrita por mujeres se volvió más experimental. Escritoras como Sonya Dorman, Ursula K. Le Guin y Joanna Russ recurrieron a la psicología, la antropología y la sociología para explorar temas como el consumismo, la superpoblación, la realidad virtual, el corporativismo, la manipulación tecnocientífica del sexo y el género…". Como había sucedido en épocas anteriores, algunos editores se mostraron reacios ante esta nueva forma de abordar este tipo de literatura. La editora Judy Lynn Del Rey, por ejemplo, la calificó de "ficción de segunda categoría escrita por intelectuales de segunda categoría". No obstante, como demuestra Retrofuturismos, estas críticas y trabas no fueron lo habitual. Los lectores la acogieron con satisfacción y la escritora Leigh Brackett llegaría a declarar que nunca se sintió despreciada por los editores masculinos porque, puntualizaba, "los editores no compran sexo, compran historias".