LA SENSATEZ Y LA HISTORIA (III)

Mercedes Cabrera, historiadora y exministra: “No entiendo que políticos de hace treinta años se empeñen en negar la posibilidad de una realidad distinta”

La que fuera ministra de Educación en el primer gobierno de Zapatero reflexiona sobre la polarización del discurso político y la influencia de la posverdad y las redes sociales en un mundo, y en un país, cada vez más marcados por el desencanto y el enfado

La politóloga e historiadora Mercedes Cabrera.

La politóloga e historiadora Mercedes Cabrera. / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Mercedes Cabrera (Madrid, 1951) es historiadora, catedrática de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense. Ha ejercido la política, como diputada socialista en el Parlamento y, en 2006, al frente del Ministerio de Educación y Ciencia en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Su obra como ensayista incluye libros sobre distintas empresas periodísticas y personajes de los medios (Nicolás María de Urgoiti, Jesús de Polanco). Su historia familiar incluye a un presidente del Gobierno (de UCD), Leopoldo Calvo Sotelo, y a un importante científico canario, Blas Cabrera Felipe, tío abuelo suyo, que fue al exilio cuando la República perdió la guerra. También cuenta en su familia con la presencia de Fernando Morán, el primero de los ministros de Exteriores que tuvo Felipe González. Un líder monárquico de la Segunda República, José Calvo Sotelo, que fue asesinado antes de la contienda civil, es pariente suyo, como lo fue el académico de la Lengua Joaquín Calvo Sotelo.

Risueña y seria a la vez, afronta el tiempo actual con la sensatez que le ha dado su oficio como base para entender que “todo se aprende sabiendo un poco de historia”. En cuanto a los líderes actuales, en ellos echa de menos un mayor estudio de la pedagogía. La conversación, que tuvo lugar en su casa de las afueras de Madrid, comenzó evocando la figura de su tío abuelo, recientemente homenajeado en la Universidad Complutense, a la que fue a parar su legado.

P. ¿Qué suponen para usted recuerdos de personas como don Blas Cabrera, víctimas de un desastre que ha marcado a España hasta ahora mismo?

R. Ahora hemos visto su legado. Es como cuando descubres en las biografías cosas que no sabías, aunque estemos hablando de un pariente. Encuentras en su historia lo injusto, lo arbitrario, de la persecución y del exilio. Los exilios siempre son durísimos, nos dan idea de la magnitud de la ruptura de esas personas con su país. Tratas de poner nuestra guerra civil en contexto, buscas explicaciones, pero cuando te toca tan de cerca te das cuenta de lo tremendo que fue aquello. No en vano los grandes historiadores extranjeros han visto siempre la Guerra Civil y la dictadura de Franco como una de las grandes tragedias y dictaduras del siglo XX, algo que nosotros a veces tendemos no a olvidar, pero sí a suavizar.

P. ¿Cómo fue usted sabiendo de aquella guerra? ¿Por la familia?

R. Yo creo que lo supe leyendo. Lo que sé ahora no es tanto fruto de una conciencia familiar, de lo que se dijera en casa, sino de lo que he leído después. Nosotros nos hicimos adolescentes y entramos en la universidad en los años finales de la dictadura. Mis padres elaboraron recuerdos sobre aquel contexto, así que no hubo silencio, pero sí había la tendencia a no querer acordarse. En la universidad entré en 1968. Era un tiempo extremadamente conflictivo, y creo que mis padres preferían no preguntarnos por lo que pasara.

Como un porcentaje altísimo de ciudadanos de este país, veo la situación actual con preocupación porque la crispación es evidente, el tono de violencia, la utilización de adjetivos, las acusaciones totalmente desproporcionadas…"

P. Estamos muy lejos de aquel tiempo, pero hay cada día la sensación de que estamos en un tiempo en que se conspira para que también parezca que vivimos en un tiempo peligroso. ¿Cómo vive usted este momento como historiadora, como ciudadana?

R. Como un porcentaje altísimo de ciudadanos de este país lo veo con preocupación porque la crispación es evidente, el tono de violencia, la utilización de adjetivos, las acusaciones totalmente desproporcionadas… Pero por otro lado prefiero pensar que la crispación no es tanta, a gran parte de los ciudadanos no les gusta, no disfrutan de ello, y eso me hace ser más optimista. Tengo la impresión de que esta crispación está inducida por motivos de competencia política, lo cual me parece un enorme riesgo al mismo tiempo. Puede acabar como terminó en otras ocasiones, pero es cierto que no veo en la clase política mucha voluntad de bajar el tono. Situaciones así, sin embargo, se están produciendo en todos los países, así que tampoco somos tan excepcionales a la hora de los discursos más o menos encendidos.

Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo, el día de la entrevista en Madrid.

Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo, el día de la entrevista en Madrid. / José Luis Roca

P. ¿Por qué está tan generalizado este malestar?

R. Yo creo que no hay tanto una polarización como un malestar social. Quizá arranca de la crisis de 2008 y sus efectos y prolonga aquella frustración. Esa frustración incluye todas esas noticias y reportajes que escuchamos en torno a lo que puede ser peor vida para los jóvenes que la que hubo para los padres. Estamos transmitiendo a los más jóvenes una imagen de un futuro no solamente incierto, sino peor que malo. Eso facilita los discursos que buscan un culpable. Esa simplificación es lo que alimenta estos enfrentamientos entre ellos y nosotros, entre lo bueno y lo malo, y alienta el discurso populista que nos invade y la desaparición de lo que Habermas llamaba el debate de la deliberación nacional. En la esfera pública ese debate ya ha dejado de ser racional.

P. Parece que estamos en una campaña electoral permanente que no permite tregua.

R. Yo pasé por la política, fui ministra en la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, que fue tremenda. A veces se nos olvidan las cosas que sucedieron. El Partido Popular atribuyó su derrota a los atentados de Atocha, fue una oposición tremebunda, hubo manifestaciones mucho más multitudinarias que las que ahora tenemos, por ejemplo, contra la Educación para la Ciudadanía, que a mi me tocó vivir en directo. Y ahora los obispos no han salido a la calle, aunque se pronuncien incluso sobre la amnistía, algo que parece inverosímil. A Zapatero le dijeron cosas tremendas, aparte de pedirle la dimisión… Imagino que este clima electoral permanente se acabará, una polarización como esta llegará un momento en que se agotará. Tampoco ayuda el contexto internacional. No estamos, ni mucho menos, en aquellos tiempos, los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando la violencia estaba normalizada en la calle, y asustaba. Ahora la violencia no sólo no está normalizada, sino que está universalmente condenada. No hay ningún partido político, ni siquiera de la extrema derecha, que defienda la utilización normal de la violencia, como hicieron los partidos fascistas de aquellas décadas. Pero es cierto que están ahí, ya has visto a Ortega Smith abroncando a los policías cerca de la calle Ferraz…

P. ¿Cree que esas imágenes transmiten miedo?

R. El miedo es uno de los caldos de cultivo de los extremos, pero fundamentalmente de la derecha extrema. Se trata de fomentar esa sensación de miedo porque ésta hace reaccionar a un ciudadano normal de manera distinta que cuando no lo tiene. Sembrar este ambiente de miedo es una de las armas con las que se alienta este tipo de movimientos. El miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la culpabilización… Me parece que de momento este grado de violencia es mínimo, pero nos hace pensar, como ha pasado en la Argentina de Miley y su motosierra, que es muy peligroso jugar con fuego.

Hay políticos que dan prioridad a su deseo de pasar a la historia con una cierta imagen de coherencia y optan por mantener sus mentiras"

P. Entre las acusaciones que ahora caen sobre los políticos está la de mentir… ¿A qué obedece esa tendencia a la mentira en esta zona de la sociedad?

R. No se puede generalizar, pero sí es cierto que siempre se ha dicho que los políticos mienten. Tampoco sería, por tanto, una novedad. Lo que pasa es que ahora tendemos a llamarlo posverdad, hechos alternativos… Siempre hay un componente en la política de adecuar la realidad a tus intereses, para eso necesitas no contar las cosas tal como ocurrieron. Esa es una cosa, y otra es sostener la mentira cuando los hechos la han rebatido. Hay políticos que dan prioridad a su deseo de pasar a la historia con una cierta imagen de coherencia y optan por mantener sus mentiras.

P. ¿De qué modo contribuyen a este clima general las redes sociales?

R. Hay redes que se dedican a amplificar lo que ya está ahí, pasa con Internet en general. El mundo digital ha cambiado la esfera pública radicalmente. Se ha culpabilizado a las redes sociales, por ejemplo, de ciertos triunfos electorales por parte de políticos que son especialmente hábiles en el manejo de las redes sociales. La opinión sobre los políticos, en España, en todas partes, es demoledora, ante ellos hay una desconfianza general, es imposible que ellos hagan pedagogía, como en otro tiempo pudieron hacerla antepasados suyos de hace décadas. Ya no hay como aquellos, son otro tipo de líderes, ejercen otra clase de liderazgo. Deberían hacer pedagogía, ¿pero la hacen? Viven sin pedagogía los líderes actuales de la política.

P. ¿Qué le preocupa o le asusta de este tiempo?

R. Yo prefiero ser optimista, aunque ahora eso resulta muy complicado. Me asusta lo que no entiendo, lo que me desborda, no exactamente aquello que sea nuevo. Por ejemplo, no entiendo que políticos de otra época, de hace treinta años, por ejemplo, se empeñen en negar la posibilidad de una realidad distinta porque los problemas son distintos. Los que están ahora son otros, y van a hacer una política distinta, no hay que pensar que todo pasado fue mejor. Todos pensamos que en algún momento hubo un mundo feliz donde todo funcionaba maravillosamente y de pronto unos desalmados han irrumpido en la escena para desmontar todo eso. Eso es falso, necesariamente falso, es una manipulación del pasado y, en mi opinión, también una manipulación de lo que fue el espíritu de la Transición.

P. ¿Cree usted que el conocimiento de la historia, como reza el antetítulo de esta serie de entrevistas, ayuda a implantar cierta sensatez en los pueblos?

R. Completamente de acuerdo. Puede ser deformación profesional, porque yo he practicado la historia durante mucho tiempo y creo que me he vuelto más sensata de lo que era antes. Ahora mismo ya no sé si tengo tanta sensatez como la que tenía hace unos años, pero es verdad que el conocimiento de la historia ayuda enormemente a calibrar la dimensión de los problemas, a no sacarlos de quicio. A no buscar que las soluciones sean fáciles, que el azar te puede hacer descarrilar. Para prevenir los accidentes es bueno aprender un poco de historia. Yo creo que es muy necesario.