BERLINALE 2024

¿Qué pasaría si el ser humano hibernara? El debut de Anna Cornudella, una película sensorial y rotundamente política

La cinta empieza de noche, en medio del gélido bosque, donde un niño emerge de un agujero y se pone a caminar, observado por diferentes animales

Un fotograma de 'The human hibernation', de Anna Cornudella.

Un fotograma de 'The human hibernation', de Anna Cornudella. / ARCHIVO

Todo empezó con un puercoespín, o algo parecido. En realidad "el animal se llama equidna, y vive en Australia. Hace un tiempo leí un artículo en el que se explicaba que, a causa de los incendios que el país padeció hace más de diez años, el equidna empezó a hibernar; la comunidad científica se preguntaba cómo había podido sobrevivir en un entorno inhabitable, y la respuesta es que fue gracias a que había ralentizado su metabolismo". La que habla es la catalana Anna Cornudella, que acaba de presentar en la Berlinale su primera película, The Human Hibernation, inspirándose en ese fenómeno de la fauna. “Descubrir eso hizo que me hiciera una serie de preguntas: si nuestro entorno dejase de ser habitable a causa del cambio climático, ¿nos convertiríamos los seres humanos en hibernadores para sobrevivir? Y, de haberlo sido desde el principio, ¿cómo se habría desarrollado nuestra especie?”.

The Human Hibernation empieza de noche, en medio del gélido bosque, donde un niño emerge de un agujero y se pone a caminar, observado por diferentes animales. Luego llega la primavera, y se abren más agujeros de donde salen más personas que se observan, se olisquean y se tantean. Una de ellas es una joven que emprende la búsqueda del niño. Entretanto, vemos un caballo en medio de un salón, unas gallinas en el fregadero de una cocina abandonada y vacas, muchas vacas. “Solemos tomarlas por tontas, pero las vacas son inteligentísimas y están dotadas de un gran sentido grupal”, explica Cornudella acerca del animal que probablemente protagonice más planos de su película. “Sus valores están muy por encima de los nuestros, y me gustó la idea de retratarla como un ser superior al humano”. 

Se trata de un tipo de escenario que el cine de ciencia-ficción suele usar para plantear futuros distópicos, pero The Human Hibernation propone todo lo contrario. “Me apetecía retratar algo parecido a un mundo utópico, en el que el ser humano ha sido despojado del poder de control porque está sometido a los mismos ciclos que marcan al resto de los animales, y en el que tanto los animales como los vegetales tienen su propia voz”.

El resultado es una obra extraordinariamente sensorial pero, al mismo tiempo, rotundamente política. Después de todo, imagina un futuro en el que las estructuras sociales, económicas y familiares que sostienen el sistema capitalista han sido desmanteladas y que, por tanto, añade Cornudella, “es una alternativa a un tipo de vida que no solo está acabando con el planeta sino que también ha limitado la capacidad del ser humano para desarrollar sus propias habilidades cognitivas. Nos hemos olvidado de escuchar a nuestro entorno”. 

Para completar el proceso de documentación de The Human Hibernation, la directora contó con la ayuda del jefe de investigación de la Agencia Espacial Europea, organismo que estudia la hibernación en vistas a aplicarla a los viajes al espacio exterior, recibió ayuda de expertos de la NASA. LA filmó en localizaciones del norte de Nueva York, Dakota del Sur, Nashville y el Ripollès, con un equipo de rodaje de tan solo seis personas.

El germen de la película es un proyecto de investigación artística impulsado por el Museu D’Art Contemporani de Barcelona (MACBA), inicialmente resultante en una pieza de vídeo de unos 20 minutos que Cornudella presentó muy poco antes de que la pandemia obligara al confinamiento. “Me acuerdo de que, en cuanto suceidó, mucha gente me escribió para bromear diciéndome cosas como ‘¿la que has liado!’. Lo cierto es que el confinamiento permitió que se materializaran algunas de las ideas que yo planteo, en especial. Fue fascinante comprobar cómo, en efecto, en cuanto el ser humano desaparece un rato la naturaleza inmediatamente revive y recupera el espacio que nosotros ocupábamos. Me pareció muy hermoso”.

Madres e hijos

El sufrimiento de una madre a causa de su amor por su hijo es tema común de las últimas dos ficciones aspirantes al Oso de Oro en presentarse este año. ‘Sons’, el nuevo trabajo del director germano-danés Gustav Möller, contempla a una oficial de prisiones que decide tomar medidas drásticas ante el ingreso en el centro del violento joven que tiempo atrás mató a su hijo sin anticipar las consecuencias que su necesidad de venganza acarreará; es una película de arranque absorbente que pierde fuelle en cuanto su director, incapaz de decidir un camino concreto por el que hacer avanzar el relato, empieza a hacer que sus personajes se comparten de forma absurda.

Por lo que respecta a Who Do I Belong, de la tunecina Meryam Joobeur, contempla el ingreso de dos jóvenes en el ISIS principalmente a través de los ojos de su progenitora. Es una película que recurre a malas artes para posponer lo más posible el momento de dar explicaciones al espectador, y que entretanto lo exaspera a base de secuencias oníricas y de planos en los que los personajes ponen cara de circunstancias. La exasperación se convierte en enfado habida cuenta de lo insatisfactorias que esas explicaciones resultan ser.

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