MÚSICA

El salto mortal de Depresión Sonora, el joven de Vallecas que tocará en Coachella junto a Lana del Rey: “No me gusta prostituir el mensaje”

Marcos Crespo creó su ‘alter ego’ durante la pandemia y, tras un meteórico ascenso en Latinoamérica, se ha convertido en el único español del cotizado festival de Estados Unidos. Presenta 'Makinavaja', su último epé

Depresión Sonora es el 'alter ego' de Marcos Crespo.

Depresión Sonora es el 'alter ego' de Marcos Crespo. / AITOR LASPIUR

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Marcos Crespo habla tan efervescente como Depresión Sonora canta. Aunque son la misma persona, su frontera es la piel. Así, en función de la herida, toma la palabra uno u otro. Por un lado, el chico de Vallecas que, en 2020, enclaustrado por la pandemia, encontró en el arte una vía de escape. Y, por otro lado, el artista de Madrid que, este año, reconvertido en una estrella, llegará en abril a Coachella como un referente. Es el único español que, junto a Bb Trickz, ocupa un puesto en el codiciado festival de Estados Unidos. Lo ha conseguido en cuatro temporadas, impulsado por un puñado de canciones que, entre punk y pop, han dado voz a una generación hastiada. Con sólo 26 primaveras ha escrito letras que, sin pretenderlo, se han convertido en el mejor testimonio de una era. Un saco de inquietudes que colgó en su barrio y que, desde entonces, zurran quienes vibran como él.

“Me preocupa la poca salud mental que tenemos. Y, sobre todo, el tiempo que nos dedicamos. En parte, por culpa de unas redes sociales que encubren una realidad en la que muchos no tienen dinero para comprar lo básico, pagar un alquiler o ir de vacaciones”, cuenta Marcos, que acaba de publicar Makinavaja (Sonido Muchacho, 2024). En este epé, el tercero de su carrera, y tras un álbum conceptual, se confiesa con una franqueza que escuece y reconforta a la par. Hay truenos, cristales, apósitos… Fisuras de sinceridad que han ido destapando su corazón. Con lo que esto supone: “Da miedo exponerse. Aún sigue siendo complicado abordar ciertas cosas”. De ahí que, como un mandamiento, haya decidido anteponer su discurso al sonido. Para templar el mundo, primero hay que entenderlo.

Depresión Sonora cuenta con 605.000 oyentes mensuales en Spotify.

Depresión Sonora cuenta con 605.000 oyentes mensuales en Spotify. / AITOR LASPIUR

Identificar emociones inexploradas es un reto que, desde el principio, fijó como base del proyecto. Su particular manera de llegar a miles de personas: “No me gusta prostituir el mensaje. Es verdad que, a veces, he cambiado algún verbo o adjetivo… Pero prefiero cuidar las frases para que no pierdan su sentido. Por ello, justamente, hay partes en las que casi estoy rapeando. Todo para darle prioridad a la letra”. De igual modo que sus anteriores trabajos, éste también ha nacido de la más absoluta soledad. En ella es dónde Marcos se siente cómodo para componer. Antes la buscaba en casa de sus padres, ahora en la suya propia. Allí, alejado de la sociedad que le inspira, saca lustre a sentimientos y reflexiones que se han vuelto universales. Basta con echar un vistazo a los datos: es tendencia en Colombia, Chile, Perú, Argentina y, en especial, México.

“Me va mejor allí que aquí. Tal vez porque comencé a sonar antes. Gracias a foros de Facebook, mis temas se fueron moviendo. Además, hay un fenómeno de música oscura e introspectiva enorme. Tienen una forma de ser más abierta en algunos puntos, por eso han conectado tanto”, mantiene. En total, 605.000 oyentes mensuales en Spotify, 268.000 suscriptores en YouTube y 211.000 seguidores en Instagram. Cifras que le colocan a la altura de otras figuras del momento. Sin embargo, él prefiere quitarles hierro. No es de los que se deja llevar por la fama. De hecho, cuando los pies de Depresión Sonora levantan un pelín el vuelo, ya está Marcos pendiente de bajarlos a tierra de nuevo: “Son números muy locos. Ahora bien, no me considero un personaje público como ocurre con colegas con datos similares. Yo soy músico y no me gustaría dejar de serlo para vivir de mis canciones”.

P. ¿Tener tantas reproducciones reportan grandes ingresos?

R. Depende de los porcentajes que hayas fijado para los royalties, gastos de gestión, discográficas… No obstante, tener muchas escuchas no quiere decir que un proyecto sea bueno o malo. Los hay pequeños que son increíbles y los hay grandes que no tienen calidad. Vivimos una época extraña: si lo piensas, la música de antes perduraba en el tiempo. En cambio, hoy, no sé si la que aparece en TikTok, a la que dedicas segundos y rara vez sabes de quién es, lograría lo mismo. Los números suben tan rápido como bajan. Es una industria más caótica, pero me encanta. Se ha democratizado y, por ende, se puede llegar a más sitios.

P. En este sentido, ¿cree que la etiqueta música buena y música mala sigue siendo categórica?

R. Si bien se trata de una percepción subjetiva, se nota cuándo hay cariño detrás. También hay que tener presente que, al final, uno consume lo que le llega. Y para que esto suceda tienen que darse distintos factores. Estoy dando esta entrevista porque pertenezco a un sello que tiene a una persona encargada de buscarla. Ya con esto tengo más exposición que otros.

P. ¿Tiene otros trabajos?

R. Hago más cosas por puro placer, como la dirección musical en directo a Rojuu. Quizá, tenga que cortar en un futuro. Me gustaría centrarme en Depresión Sonora porque siento que, cada vez, me requiere más energía.

¿Mensajes inmaduros?

“Aprende matemáticas si quieres engañar a los pijos del centro” (Mala), “Si sigo así voy a disparar” (Estupefacientes) y “Vivo de ser alguien por quien podría matar” (Vivo del aire) son tres de los pensamientos que ido recogiendo. Para él, el motor de una etapa. Para otros, problemas de críos. “Hay quien dice que son mensajes inmaduros. Cuando recupero canciones antiguas, veo a un chaval más pequeño… pero reconocible. Me gusta no haberme estancado”, señala Marcos, que subraya el bagaje que ha adquirido gracias a las giras. Sobre el escenario ha aprendido, ha compartido, ha evolucionado. Un avance al que se han ido sumando quienes, a través de un relato costumbrista, se han visto reflejados en él. “Esto va de transmitir. Dan igual los géneros: cuando un grupo te atraviesa no importan las etiquetas. Te sientes atraído por su carácter y eso, en ocasiones, es más que suficiente”.

Las redes sociales han jugado un papel clave en el descubrimiento de estos nombres. Incluido el suyo, que encontró en internet un lugar donde criarse. Desde la otra cara de la moneda, la ventaja no es tanta: se ha instaurado la obligación de producir contenidos para que el algoritmo no te penalice y, en el mejor de los casos, llegar a nuevos públicos. “O lo haces o desapareces. No entiendo cómo se le puede exigir a un cantante que sea influencer. Mi vida no es tan interesante: hoy hago esta entrevista, mañana iré a ensayar, pasado jugaré a la Play un rato… Es complicado porque, además, he visto a peña crecer por un post y no por una canción. Tengo una relación abusiva con ellas, como la mayoría. Es un estímulo continuo desde que me levanto hasta que me acuesto. Estoy haciendo un esfuerzo para reducir su uso”.

P. En 2023, hubo casos sangrantes de censura en la Cultura española. ¿Por qué a los artistas les cuesta posicionarse políticamente?

R. No estamos obligados. Podemos hacerlo, aunque no me parece bien que tomen nuestra opinión como absoluta. No soy politólogo. Puedo estar más o menos puesto en el tema y, en consecuencia, mostrarlo... pero no nos deberían cargar con esa responsabilidad.

P. ¿Le da miedo que con cada nuevo disco, en los que refleja su desarrollo personal y profesional, haya quien se baje del carro?

R. Ha sido un motivo de ansiedad a menudo. Hay quien me ha dicho que le molaba más lo que hacía antes. No pasa nada. Es mío y lo tocaré en directo, pero no puedo estar siempre en el mismo punto. Somos los músicos los que debemos decir a la gente lo que le tiene que gustar, no al contrario. Si no, vives atado al mercado.

P. Por cierto, ¿cómo se llega a Coachella?

R. Dos giras por Latinoamérica con todo vendido. Otra por Estados Unidos con sold out en Los Ángeles. Por suerte, tengo una agencia que se ha encargado de cerrar las negociaciones. Son un conjunto de elementos que, de repente, se alinean.  

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