LIBROS

El misterio del millón de libros robados por los nazis

Partiendo de un hecho real, el escritor gaditano Benito Olmo se adentra en el mundo de la bibliofilia para firmar una historia que discurre a medio camino entre la novela negra y la de aventuras

El escritor Benito Olmo, la pasada semana en la biblioteca berlinesa que todavía alberga miles de libros robados por los nazis.

El escritor Benito Olmo, la pasada semana en la biblioteca berlinesa que todavía alberga miles de libros robados por los nazis. / Javier Ocaña / Planeta / EFE

"Todo comenzó con una noticia sobre una familia de Barcelona que había recibido un paquete, procedente de la Biblioteca Nacional de Berlín, con un libro que había pertenecido al padre, sin que nadie supiera cómo había ido a parar allí. Cuando investigaron, descubrieron que, siendo adolescente, había sido deportado a Auschwitz. Afortunadamente sobrevivió, emigró a Argentina, pero nunca había hablado de su pasado con sus hijos. Cuando recibieron el libro, él ya había fallecido y fue gracias a ese objeto que conectaron con una parte de su pasado que desconocían. La historia me emocionó y me puse a investigar en el asunto", explica Benito Olmo, que acaba de publicar Tinta y fuego, una novela en la que aborda el robo de libros por parte de los nazis y cuya escritura le ha llevado por media Europa.

"Viajé a Berlín para conocer el departamento de la Biblioteca Nacional que se dedica a localizar aquellos libros que fueron en su día robados por los nazis para devolvérselos a sus legítimos propietarios. El asunto es más complicado de lo que parece porque se estima que un tercio de lo que hay en la biblioteca procede del expolio nazi. Eso supone que si tan solo en Berlín la biblioteca tiene tres millones de libros, un millón llegaron a esas estanterías de manera ilegítima".

La labor del departamento dedicado a restituir los libros a sus propietarios o sus herederos es meticulosa y muy complicada. Aquellos sin señales o anotaciones están prácticamente condenados a quedarse para siempre en las estanterías. Los que muestran algún signo distintivo, como firmas, dedicatorias o exlibris, tienen alguna posibilidad de abandonar ese lugar al que nunca debieron llegar.

"Es un trabajo detectivesco porque parten de muy pocas pistas. Revisan anotaciones, dedicatorias, los exlibris o incluso los exlibris arrancados, cuya forma coincide con el exlibris intacto de otro libro. También aprovechan las fechas o las direcciones que, cotejadas con los registros de víctimas, pueden dar con los propietarios. Me enseñaron un libro que en la primera página tenía una dedicatoria: “A mi querido Rudy en su décimo tercer cumpleaños, de su madre que lo quiere mucho", y la fecha. A partir de esa dedicatoria, se supo que en ese año Rudy tenía trece años, hicieron una triangulación y dieron con una persona llamada Rudy que en el 43 fue trasladado a Auschwitz y asesinado. Un año antes sus padres fueron deportados a Dachau y también fueron asesinados, así es que, a día de hoy, no queda nadie para recibir ese libro. Cuando lo tenía en mis manos, ese ejemplar gritaba una historia que iba mucho más allá de lo que contaban sus páginas", recuerda Olmo, que destaca cómo el valor de esos libros no está tanto en su precio como en su peso emocional.

"Son libros que en cualquier mercadillo costarían dos o tres euros porque fueron aquellos que la gente dejó atrás cuando tuvo que salir huyendo, cuando fueron expulsados de sus casas o cuando fueron asesinados. Son libros que cuentan una historia sobre ti o tal vez no, porque también pueden ser libros que están ocupando un espacio en tu casa que, con todos los respetos, ni siquiera se merecen", reflexiona Olmo.

Aunque se suele asociar el nazismo a la quema de libros, como la sucedida el 10 de mayo de 1933 en la plaza de la Ópera de Berlín, los nazis también se dedicaron a atesorar volúmenes procedentes de robos a aquellos que consideraban sus enemigos. Allí donde llegaba el ejército nazi, Alfred Rosenberg, al mando del Einsatzstab RR, se dedicaba a saquear las bibliotecas públicas y privadas que encontraban en el lugar.

Los nazis buscaban las bibliotecas que pertenecían al enemigo: judíos, comunistas, masones… Rosenberg pensó que apropiándose del conocimiento del enemigo conseguiría vencerlo, dejarlo sin historia y sin referentes"

Arrebatarles los libros, arrebatarles la historia

"Robaron bibliotecas en Polonia, Francia, Holanda… Buscaban las más importantes y, muy especialmente, aquellas que pertenecían al enemigo, como judíos, comunistas, masones… Rosenberg pensó que apropiándose del conocimiento del enemigo conseguiría vencerlo porque, si les arrebataba la historia a los judíos, estos no tendrían referentes, no tendrían dónde volver, no sabrían de dónde venían y acabarían desapareciendo. Además, Rosenberg tenía la obsesión de crear una especie de biblioteca de Alejandría que aglutinara todo el conocimiento del mundo. Esas fueron sus razones para saquear estas bibliotecas y almacenarlas en el castillo de Hartheim, en Austria, donde, cuando los aliados llegaron, se encontraron con más de un millón de volúmenes almacenados".

A diferencia de las historias sobre robos de obras de arte, las relacionadas con los saqueos de bibliotecas son casi desconocidas. Así sucede con la biblioteca del Colegio Rabínico y la de la comunidad judía de Roma, desmanteladas en octubre de 1943 e introducidas en dos trenes que partieron de la Ciudad eterna en noviembre de ese año rumbo a Berlín.

Benito Olmo acaba de publicar 'Tinta y fuego'.

Benito Olmo acaba de publicar 'Tinta y fuego'. / Javier Ocaña / Planeta / EFE

"Uno de los trenes nunca llegó a su destino. Aunque se creó una comisión para saber qué sucedió con la biblioteca desaparecida, no se alcanzó ninguna conclusión más allá de que el tren no llegó ni a Berlín ni a Frankfurt, que eran los destinos más habituales para ese tipo de materiales. No consta que el tren fuera bombardeado, por lo que se cree que la biblioteca no fue destruida y que continuó rumbo a Rusia o Polonia, cuyos gobiernos no son muy transparentes a la hora de informar de estas cosas. Se trata de nada menos que siete mil volúmenes, entre los que se encuentran incunables y textos de judíos sefardíes españoles, que confío en que aparezcan algún día. Supongo que estarán en manos de cualquier jerifalte, también puede ser que estén ocultos o incluso se pueden haber echado a perder por la humedad o la mala conservación", especula Benito Olmo, que ha incluido la historia de estas dos bibliotecas en Tinta y Fuego, un relato a medio camino entre el thriller y la novela de aventuras en la que tiene un papel destacado esa particular comunidad que conforman los bibliófilos.

No todos los libros son buenos y hay algunos que no valen ni el papel en el que fueron impresos"

"Hace mucho tiempo que desmitifiqué los libros. No todos los libros son buenos y hay algunos que no valen ni el papel en el que fueron impresos. Recuerdo una frase de Alberto Olmos que decía que un libro era tan malo que los árboles que habían dado su vida para que fuera impreso, la dieron en vano. En ese sentido, cuando he ahondado en el tema de la bibliofilia, he descubierto que ese amor por el libro es un amor ficticio. Tengo un amigo que colecciona libros sobre libros. Es capaz de gastarse sumas astronómicas en libros sobre libros, pero no compra ningún otro, ni siquiera los míos, aunque seamos amigos. También hay coleccionistas que dan con un ejemplar codiciado y, si hay dos ejemplares, compran los dos para que nadie más lo pueda tener. Otros son capaces de destruir todos los ejemplares de un libro menos uno, el suyo. Hay gente que colecciona libros intonsos, que son los que tienen los pliegos sin cortar y que, por tanto, no se pueden leer. Incluso conocí a uno que coleccionaba libros dedicados a otras personas porque consideraba que era impúdico que un libro que fue dedicado con cariño, estuviera ahí al alcance de cualquiera. Con la tontería tiene dos mil y pico libros dedicados a otras personas y le da igual que sea El Quijote, Ken Follet o Fernando de Rojas».

Como le sucede a Benito Olmo, Greta, la protagonista de Tinta y fuego, es una joven experta en libros que hace tiempo que ha desmitificado el objeto. Experta en tasar ejemplares raros y bibliotecas, es contratada por Edelmiro Fritz-Briones para encontrar en Berlín los libros que pertenecieron a su familia y que fueron robados por los nazis. Ayudada por su hermana Marla, Greta intentará cumplir con su misión al tiempo que se adentra en el misterio que envuelve a las bibliotecas del Colegio Rabínico y la de la comunidad judía de Roma

"Últimamente me gusta mucho utilizar personajes femeninos porque me dan una dimensión que, hasta no hace mucho tiempo, no contemplaba. Las mujeres tienen que hacer siempre un esfuerzo mayor que el de los hombres para que se les respete y se valore lo que hacen. Además, cuando iba a las librerías de viejo, apenas había mujeres, de manera que sabía que Greta y su hermana tendrían que hacerse respetar en ese ambiente que conocen bien, pero en el que trabajan de forma muy desapasionada. Greta, por ejemplo, no tiene una especial fijación por los libros salvo por uno, El juego del ángel de Ruiz Zafón, un libro que le acompañó en un momento muy complicado de su vida y que hace que, cuando tiene un ejemplar de esa novela en las manos, se siente segura", comenta Olmo, que también aborda en Tinta y fuego ese efecto terapéutico que tienen los libros.

"Dos personas pueden leer el mismo libro y que signifique cosas diferentes a cada uno de ellos, por tanto, es uno mismo el que le da valor. En ese sentido, reivindico al libro como lugar seguro y como compañía en los malos momentos porque los libros son pacientes, te esperan, no son rencorosos y van estar siempre ahí cuando los necesites".