CRÍTICA DE SERIE

'El quinto mandamiento', novedad de Filmin: una serie espeluznante y maravillosa

Llega una de las mejores producciones televisivas de los últimos tiempos, acercamiento a un crimen real desde la sensibilidad y el respeto a las víctimas

Timothy Spall como Peter Farquhar en 'El quinto mandamiento'.

Timothy Spall como Peter Farquhar en 'El quinto mandamiento'. / ARCHIVO

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

'El quinto mandamiento'

Creadora: Sarah Phelps 

Dirección: Saul Dibb 

Reparto: Timothy Spall, Éanna Hardwicke, Anne Reid 

País: Reino Unido

Duración: 57 min. (cuatro episodios)

Año: 2023

Género: Drama

Estreno: 13 de febrero de 2024 (Filmin)

★★★★

Crudo antídoto a la cursilería de San Valentín: El quinto mandamiento, serie nada rosácea sobre los (falsos) romances sufridos por buenas personas que, para colmo de males, existieron realmente. Es la historia del profesor jubilado y escritor Peter Farquhar (Timothy Spall) y una vecina suya en el pueblo de Maids Moreton (Buckinghamshire, Reino Unido), la antigua directora de colegio Ann Moore-Martin (Anne Reid), ambos víctimas de Ben Field (Éanna Hardwicke), joven capillero que se aprovechó de sus soledades y los colmó de atenciones mientras los iba envenenando para conseguir, finalmente, que reescribieran sus testamentos.

Actor fetiche del cineasta Mike Leigh, Spall está brillante, incluso más de lo que se puede esperar, como ese hombre incapaz de vivir su vida y homosexualidad plenamente por devoción a Cristo. Incluso cuando, casi septuagenario, tiene ante sí una oportunidad para seguir sus deseos, prefiere dejarlo todo en casto abrazo; solo eso ya es más, mucho más, de lo que esperaba poder llegar a experimentar. A su lado, Hardwicke ofrece el perturbador retrato de un asesino: talante obsequioso, verbo impoluto y, al fondo, una abisal ausencia de empatía. 

Tras aniquilar lentamente a Farquhar, Field inició una relación con otra persona demasiado buena para este mundo, la citada Moore-Martin, para creciente preocupación de Ann-Marie Blake, la sobrina de aquella, encarnada por una Annabel Scholey más implosiva que explosiva. Y, en realidad, cada intérprete de la serie, hasta el último secundario, sabe desprender verdad emocional sin grandes gestos. Conor MacNeill borda, como en Industry, a una persona mezquina pero con rastros de vulnerabilidad: Martyn, cómplice de Ben, aspirante a mago que en el fondo es solo otra víctima de un retorcido manipulador. Anna CrillyJonathan Aris y James Harkness aportan humanidad a la intriga criminal como investigadores de la policía del valle del Támesis. 

La creadora y guionista de la serie, Sarah Phelps, no es extraña a las tramas negras. Sus oscuras adaptaciones de la obra de Agatha Christie (Diez negritos, Inocencia trágica, El misterio de la guía de ferrocarriles, El misterio de Pale Horse) han enfurecido a algunos puristas por sus cambios argumentales y su afán de actualización, pero son simplemente excelentes. Además, adaptó a la escritora Tana French en The Dublin Murders. En esta última coincidió con Saul Dibb, director también de la fantástica Muerte en Salisbury, sobre el envenenamiento del exespía Sergei Skripal y sus tristes reverberaciones en una pequeña localidad inglesa. El quinto mandamiento conecta con aquella creación de Declan Lawn y Adam Patterson (Blue Lights) en el intento de contar un true crime sin los efectismos habituales en esta clase de producciones, tanto las del ámbito puramente documental como las ficcionalizadas. Por respeto al espectador, pero, sobre todo, quizás, respeto a quienes murieron. 

El quinto mandamiento es cualquier cosa menos aburrida; funciona muy bien como drama familiar, thriller de invasión doméstica, procedimental policial e incluso ejercicio de terror puro. Pero está filmada con un sentido de la contención nada común, una resistencia clara a la estilización y lo decorativo. La utilización de la sutil música de Rael Jones es ejemplar. Cuando se recurre a un impactante corte trap, es uno de Dies Irae cuya letra lo hace idóneo. Se podría decir que ese momento contribuye a mitificar ligeramente al asesino y algo de cierto habría, pero los autores de esta gran miniserie no se olvidan durante demasiado tiempo de poner en el centro a víctimas e investigadores.