DOCUMENTAL

El manuscrito inacabado con el que Anthony Burgess intentó explicar la ultraviolencia de 'La naranja mecánica'

Se estrena en Filmin ‘Anthony Burgess, más allá de La naranja mecánica’, un documental que reivindica la obra del autor británico y nos cuenta cómo vivió la polémica que siguió al estreno de la adaptación de Stanley Kubrick

Una escena de 'La naranja mecánica'

Una escena de 'La naranja mecánica' / ARCHIVO

Si se busca en TikTok el hashtag #aclockworkorange, se descubre que, al menos en el momento de escribir este artículo, tiene más de 135 millones de visualizaciones. #Naranjamecanica, por su parte, tiene casi 44 millones.

Estos números, aunque ciertamente no supongan una evidencia científica incontestable, sí dan una idea de la importancia que todavía tiene entre los jóvenes la creación de Anthony Burgess, una novela publicada en 1962 (en España en 1976), y su adaptación cinematográfica, dirigida por Stanley Kubrick en 1971 (aquí se estrenó en 1975). Un libro contemporáneo de novelas que parecen tan lejanas en el tiempo como La plaza del diamante de Mercè Rodoreda, El siglo de las luces de Alejo Carpentier o Las ratas de Miguel Delibes. En comparación con estas, la novela de Burgess, más de 60 años después de su publicación, parece seguir en plena forma.

Anthony Burgess, en Manchester en 1980.

Anthony Burgess, en Manchester en 1980. / International Burgess Foundation

Como seguramente muchos lectores recuerdan, La naranja mecánica nos cuenta la historia de Alex DeLarge, un delincuente adolescente que pasa los días acompañado de un grupo de tres amigos a quienes él llama drugos y cuyas pasiones son la música clásica de Ludwig van Beethoven, el sexo, las drogas y la ultraviolencia.

Esta última se representa de forma particularmente cruda y gráfica tanto en el libro como en el film. Al principio de la historia, asistimos a un auténtico festival de palizas y violaciones horribles cometidas por Alex y sus drugos. Después de que una de sus fechorías vaya demasiado lejos y tras ser traicionado por sus supuestos camaradas, Alex es detenido por la policía y encerrado en prisión acusado de asesinato.

Esta primera parte de la novela (y de la película, en la que un magistral Malcolm McDowell interpreta a Alex), escandalizó a millones de personas en todo el mundo. El tratamiento que Kubrick le dio a algunas de las escenas tampoco ayudó ya que, tanto algunos planos, como los vivos colores y el uso de la cámara rápida, hicieron que las fechorías de los protagonistas les parecieran a algunos espectadores una especie de farsa digna de risa.

Sin embargo, es después de esa parte de la historia cuando la cosa se pone más interesante. En prisión, a Alex le ofrecen presentarse voluntariamente a probar una nueva técnica experimental, conocida como el Método Ludovico, que consiste en utilizar una terapia de aversión (en este caso la proyección durante horas de imágenes violentas) acompañada de drogas, para eliminar completamente la pulsión violenta de las personas.

Alex, en plena terapia.

Alex, en plena terapia. / ARCHIVO

El manuscrito perdido

Tras el lanzamiento del libro y, especialmente, tras el estreno de la película (que fue lo que realmente hizo llegar la historia al gran público y a los medios), Burgess se hizo mundialmente famoso. Además Kubrick delegó gran parte de la promoción de la cinta en él, convirtiéndolo en la cara visible de una profunda polémica. El autor fue acusado de banalizar la violencia, de legitimarla e incluso de hacerla atractiva a la juventud.

A partir de entonces, parecía que detrás de cada acto violento cometido por un grupo de jóvenes estaba la creación del autor. “Si violan a un par de monjas en el Vaticano, yo recibo una llamada”, explicaba el propio escritor en una entrevista en televisión. “‘Señor Burgess, ¿qué opina de esto? ¿Se siente responsable?’ Me han convertido en una especie de experto en violencia cuando no sé nada de ella”.

Cubierta de la edición original de 'La naranja mecánica'.

Cubierta de la edición original de 'La naranja mecánica'. / Iberlibro

Esta asociación sumió a Burgess en una profunda tristeza. Consideraba que su obra no había sido entendida y para intentar explicarse, entre los años 1971 y 1973 se dedicó a pensar sobre el tema, reuniendo notas, apuntes, reflexiones y breves esbozos de ensayos que agrupó bajo el título de The Clockwork Condition (La condición mecánica). Un texto que permaneció inédito hasta 2019, cuando fue encontrado en un cajón de su antiguo apartamento en Roma.

Ese texto es el germen de Anthony Burgess, más allá de La naranja mecánica, un documental dirigido por Elisa Mantin y Benoit Felici recién estrenado en Filmin.

La pieza, a través de abundante material de archivo, entrevistas con expertos en el tema y los propios textos del escritor, contextualiza la creación de La naranja mecánica y reivindica la importancia que sigue teniendo a día de hoy.

En The Clockwork Condition, Burgess se esfuerza por definir lo que él entendía como la “condición mecánica”, la auténtica esencia de su novela. “Un conflicto perpetuo entre el bien y el mal”, explica, para después añadir: “No creo que sea mi mejor libro pero, al mismo tiempo, revela mucho sobre este dilema y también sobre el miedo a la violencia irracional. En muchos sentidos, el libro soy yo, y presenta mi propia batalla interior contra esta fuerza, el mal. Trágicamente nos volvemos indiferentes cuando día tras día las noticias nos muestran imágenes de nuestra violenta realidad y un artista no solo tiene el derecho sino también el deber de escandalizar, si lo considera necesario, para hacernos reflexionar sobre la humanidad y su destino”.

Condicionamiento y libre albedrío


De eso va la segunda parte del libro, cuya carga política es mucho más profunda que la de la primera. La terapia a la que Alex se ve sometido acaba funcionando: cada vez que intenta cometer un acto violento se siente mal, le entran ganas de vomitar y pierde toda su fuerza. Se ha convertido en una especie de perro de Pavlov o un animal de los experimentos de B.F. Skinner, el padre del conductismo.

Las técnicas de condicionamiento al estilo del Método Ludovico, aunque ahora podamos verlas como una absoluta locura, estaban muy de moda en la época en la que Burgess escribió su libro. La derecha más radical las consideraba modernas y adecuadas para controlar a una población (especialmente la juvenil) que se estaba volviendo más y más contestataria. ¿Y si fuera posible eliminar comportamientos “indeseables” para los ciudadanos “bienpensantes” de la sociedad como el alcoholismo, la drogadicción o la homosexualidad, a través de terapias de aversión?

De hecho, el libro es también, secretamente, un pequeño juego de adoctrinamiento. Alex y sus amigos tienen un lenguaje propio llamado nadsat, que contiene palabras como drugo, korova o moloko. Este lenguaje fue inventado por Burgess para la novela pero está inspirado, en realidad, en el ruso. Drugo significa “amigo” en esa lengua, korova es “vaca” y moloko es “leche”. “Pretendí convertir el libro en una especie de manual de lavado de cerebro. Al final, deberías encontrarte en posesión de un mínimo vocabulario ruso sin esfuerzo, por sorpresa”, escribió el autor.

La leche y la neolengua de 'La naranja mecánica'.

La leche y la neolengua de 'La naranja mecánica'. / ARCHIVO

De todo esto es precisamente de lo que quería advertirnos Burgess, de cómo el estado podría dar el paso de querer controlarnos de una forma mucho más profunda y sutil. Convencernos, de hecho, de qué es lo mejor y que acabemos pidiendo a nuestros gobernantes que nos controlen.

En este sentido, la novela es heredera directa de obras como 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley. “Para la mayoría, la vida transcurre como un despertador de Woolworth’s”, escribe el autor en su ensayo. “Nos acostumbramos a un ritmo impuesto por la necesidad de subsistir. Pronto nos gustará nuestra esclavitud”.

Esto conecta automáticamente la temática del libro con nuestro presente. El documental introduce el tema en nuestro contexto actual de una forma muy sutil. Mientras escuchamos al autor diciendo: “Todos podríamos estar de acuerdo con el profesor Skinner en que una sociedad bien dirigida y condicionada es algo excelente para crear una nueva raza. Una raza convencida racionalmente de la necesidad de ser condicionada, siempre que el condicionamiento se base en recompensas y no en castigos”, en la pantalla se muestran imágenes de las redes sociales, de personas dando y recibiendo “me gusta”, como una especie de metáfora de las formas más modernas de tiranía. “¿Es la libertad de elección tan importante?”, continúa Burgess. “Es más, ¿es el hombre capaz de ejercerla? ¿Tiene el término libertad un significado intrínseco?”