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Juan Garaizabal, escultor: "Ahora todo el arte es conceptual. Yo intento mi camino, no hacer una masa que se justifique por una idea"

"Igual que en el arte no tengo ningún tipo de defensa contra lo extraordinario, en la vida personal he lidiado con un tema y he tenido bastante suerte, porque no me ha arrastrado"

Juan Garaizabal

Juan Garaizabal

Llama a sus esculturas monumentales públicas en París, Los Ángeles, Berlín o Shangai Memoria Urbana. Dice luchar contra la ignorancia del pasado y buscar elementos arquitectónicos olvidados, en diálogo entre historia, urbanismo y arte contemporáneo, que resuelve con acero, led, cristal o madera. Tiene taller permanente en Shangai y estudio en Berlín y Madrid. Le interesa, dice, algo que no se haya hecho antes, la experimentación.

Este año cumple 15 seguidos exponiendo en ARCO. ¿Es una acreditación artística incuestionable?

Es una acreditación del oficio, efectivamente. ARCO es donde yo he nacido. Mi revelación viene a través del contacto directo en las ciudades con arte público, y ARCO es lo que me completa a mí como escultor. Álvaro Alcázar [su galerista] fue el primero en apostar por mí, más allá de mis obras monumentales.

Dice haber alcanzado la libertad artística en Berlín. ¿La iglesia bohemia de Belén -800 metros de tubo de acero, 300 metros de led- es la niña de sus ojos? 

Es descubrir un tipo de energía que no sabía que existía. La devolución de un elemento que forma parte de la vida, del recuerdo, de las referencias de una ciudad es una manera como ninguna otra que yo podía imaginar de participar en la escena cultural y de emoción de esa ciudad. 

¿Qué es eso de la recuperación de la memoria urbana? ¿Volver a poner tranvías en la Puerta del Sol?

Nunca sería literal. Eso debe de hacerlo un consistorio. Yo lo que hago es con un fragmento, con una línea, con el mínimo de elementos y con un lenguaje contemporáneo generar un sentimiento de algo extraordinario que ha sucedido allí, en este caso el tranvía. Pero puede ser con un faro, o con una línea. La materialización que permita ser muy respetuoso con el espacio público, con todos los usos que en ese momento hay, y sumar, porque es un recuerdo que debe sumar, si de verdad lo merece. 

Su pieza monumental permanente Ever Time Gate ganó la Bienal de Escultura Jing’an, en Shangai, en 2020. Y les explicó la escultura en chino. ¿Cree que se enteraron?

Sé que sí, porque estaba el alcalde, e hicimos luego un pimpampún en chino. No lo entiendo todo, pero tuve suerte.

Pues hacer un pimpampún en chino ya es un puntazo.

Alguien allí me dijo: "¿Estás de coña?" Yo practico una ignorancia selectiva. Hay muchísimas cosas que no meto en mi cabeza, y tengo bastante espacio para cosas como el chino. Practicar los idiomas me ordena mucho la cabeza. Y me parecen una herramienta esencial para participar en un entorno. Yo vengo de una generación que convertimos un poco Berlín en una galería de arte al aire libre y vi cómo eso, viniendo de un entorno de país tremendamente triste, supuso un salto en la manera en que la gente vivía la ciudad. 

Recuperar la memoria sobre lo que ha sido derribado. ¿Por qué no recuperar, por ejemplo, la cárcel de Carabanchel, en Madrid? Eso sí que es memoria del pasado.

Me parece una idea buenísima. Estaba con pánico de que me hablaras de un sitio en el centro de la ciudad, porque considero que para recuperarla habría que quitarle bolardos, palos, mobiliario urbano, carteles, publicidades, y, una vez hecho orden, empezar a añadir con muchísimo cuidado. Para mí Madrid está contaminadísima visualmente. 

Dice que la energía queda grabada en los lugares donde algo ya no existe. ¿Se le ha aparecido algo o alguien? ¿Mao, por ejemplo, a usted que va tanto a China?

Hombre, por supuesto. En China se me ha aparecido un estilo de vida en el que mi piel ha notado esa mezcla de arquitecturas, épocas, historia. Shangai, la ciudad donde más he trabajado, me ha transmitido toda esa vida de andar, de bicicleta, de callejones y pintadas. Lo que me hace más difícil la sensación de que se me aparezca nada es el coche, un invento que a mí me machaca. En Sanghai lo han electrificado todo y no hay ruido. 

Cuando Frank Gehry le compró una obra en miniatura, ¿tuvo la tentación de comprarle a él el Guggenheim de Bilbao?

Sí, pero miré la cuenta y vi que no se podía.

"Artista conceptual". ¿Eso no se lo llaman a quien no se dedica a nada concreto?

Sí, y voy intentando que eso se corrija, porque yo soy un escultor. Ahora mismo todo el arte es conceptual. Yo he intentado mi camino, no hacer una masa que simplemente se justifique por una idea, sino que además se justifique por sí misma como una escultura, una obra de tres dimensiones. Y artista conceptual sería que yo ahora mismo cogiera un chicle y lo pegara en esa pared con un cable colgando y diga que es el origen del Universo. Yo no estoy ahí. 

Es usted carne de ¡Hola!. Casarse con la dircom de Pedro del Hierro e hija de la marquesa de la Cañada le ha llevado al couché. ¿Encantado? ¿Preocupado?

Me ha preocupado siempre. Lo que pasa es que yo solo he hecho ese tipo de concesiones por amor. Igual que en el arte no tengo ningún tipo de defensa contra lo extraordinario, en la vida personal he lidiado con un tema y he tenido bastante suerte, porque no me ha arrastrado. 

¿Salió de su boda en bicicleta por ecologismo o por enfant térrible?

Bueno, porque era una zona peatonal [ríe]. Y porque era una idea bonita. 

Los Reyes le han apoyado en algunas inauguraciones. ¿Es porque les hace mucho la pelota?

Es que los Reyes son para hacerles la pelota. Apoyan al arte. Internacionalmente, nadie produce la expectación de los reyes de España. Son una imagen de tolerancia, de serenidad, de unidad, de tender puentes y de internacionalidad. En la situación actual, que ellos estén empujando al arte me genera un agradecimiento enorme.