Las críticas de cine de la semana: 'Disco Boy', 'Fallen Leaves' y 'El peor equipo del mundo'

Los destinos de un joven bielorruso que se alista en la Legión Francesa y un líder guerrillero nigeriano convergen en el primer largometraje de Giacomo Abbruzzese, que reflexiona sobre los efectos de la presencia industrial y militar de Europa en África sin excesivas sutilezas -sus personajes son más bien símbolos que gente de carne y hueso- pero sí con una lógica onírica y fantasmagórica. Descubrir las intenciones argumentales de la película exige cierto trabajo por parte del espectador, porque Abbruzzesse las envuelve deliberadamente de misterio y porque desde el principio queda claro que la disciplina narrativa le importa menos que proporcionarnos una experiencia seductora e hipnótica, algo que logra en buena medida gracias a la intrépida cinematografía, la apabullante banda sonora a cargo de Vitalic y la cautivadora interpretación del alemán Franz Rogowski.

Al ver Disco Boy resulta inevitable acordarse de las películas de Claire Denis -especialmente la magnífica Beau Travail (1999)- a causa de su interés en la herencia del poscolonialismo, su virtuosismo visual, la sensualidad que transmite a través de su retrato de los cuerpos y su laxísima relación con las convenciones narrativas; de hecho, las similitudes son tantas que van más allá de lo que entendemos como homenaje. Puestos a copiar, eso sí, lo importante es tanto hacerlo de los modelos adecuados como -sobre todo- hacerlo bien, y Disco Boy cumple con ambos requisitos.

Es una gran noticia que el año se cierre con el estreno de una película tan extraordinaria como Fallen Leaves. Lo es tanto para los espectadores familiarizados con el cine de Aki Kaurismäki (Un hombre sin pasado) como para los que tengan la suerte de descubrirle por primera vez. Su sorpresa va a ser grande. Es una gran noticia porque no hay tantas ocasiones hoy de encontrarse con una película tan personal, tan pura, tan alejada de tendencias (estéticas, temáticas, incluso emocionales) y tan fuera del tiempo –en el mejor de los sentidos– como ésta.

También tan capaz de mostrarse enamorada del cine (la sala, las marquesinas y la entrada del cine, punto de encuentro con el otro, son parte importante de esta historia) sin caer en la nostalgia de saldo, incorporando las referencias con un descaro delicioso: los comentarios a propósito de Los muertos no mueren, de Jim Jarmusch, son impagables. Sobre el flirteo (hermoso, de fondo tristón, señalado por una adversidad chaplinesca) entre una empleada de supermercado y un obrero de la construcción alcohólico, Fallen Leaves está puesta en escena y planificada con maestría, con un uso espectacular del color. Está tocada por un sentido del humor único y minimalista. Y captura la realidad sin tesis ni explicaciones (la precariedad, el alcoholismo, la clase). Todos ellos, rasgos esenciales de su autor. Fallen Leaves es la comedia romántica más atípica y hermosa que ha dado el cine reciente. - Desirée de Fez

Si algo ha caracterizado el cine del neozelandés Taika Waititi, gusten más o menos sus propuestas, es una clara voluntad desmitificadora o de directa incorrección política. Lo ha demostrado en sus dos socarronas películas Marvel sobre el guerrero Thor o en su apuesta más drástica, Jojo rabbit, sobre un niño alemán que tiene como amigo invisible al mismísimo Adolf Hitler. Pero todo radical desea a veces pactar con el sistema y hacer algo más cercano al gran público. El peor equipo del mundo sería el caso en la filmografía de Waititi, un filme amable –demasiado amable, sin ninguna transgresión digna de mención– que cuenta de forma algo distinta a la habitual una historia deportiva repetida muchas veces en pantalla: la de la superación de un penoso equipo real, el Samoa Americana de fútbol, que durante décadas ha sido considerado el peor del mundo y arrastran desde siempre el estigma de haber sido goleados por 31 a 0 por la selección australiana.

A la tarea de entrenarles y elevar su autoestima se entrega un holandés encarnado por Michael Fassbender y, pese a las reticencias y desastres iniciales, se gana la confianza de los jugadores a la vez que él se redime de su también desastrosa vida personal. Pero no hay ni un solo gramo de tragedia. Este es un filme de buen rollo con alguna puya a las películas deportivas, pero desprovisto de la mala uva gamberra del director. - Quim Casas