QUÉ HACER EN MADRID
Sala Villanos: el jazz tiene nueva casa en Embajadores
La nueva apertura en el local que ocupaba la mítica Caracol viene a demostrar el gran momento que viven el jazz y sus derivaciones en la capital. Este fin de semana se suben al escenario Queralt Lahoz y Compota de Manana
Madrid suena más que nunca a jazz. No es que antes no existiera una escena sólida vinculada a esta música en la capital o una oferta de directos más o menos reseñable, pero esta temporada se ha dado un salto notable. En menos de dos meses, el festival Jazzmadrid ha dispensado más de 70 conciertos en diferentes localizaciones, muchos de ellos de figuras internacionales de primerísima línea. Y este fin de semana otra cita más modesta, CLAZZ 2023, esta especializada en su derivación latina, se instala en los Teatros del Canal. Un movimiento profundo se está produciendo en la ciudad para convertirla en algo que no había sido hasta ahora: una gran capital internacional del jazz.
"Madrid está en un gran momento para esta música, mejor que nunca", dice Roberto Rey, uno de los impulsores de otro festival, Villanos del Jazz, que cierra estos días su tercera edición y que, integrado en el mismo paraguas, ha aportado dos tercios de la programación de Jazzmadrid, con nombres insignes como Bebel Gilberto, Corinne Bailey Rae o Billy Cobham. "Hemos llegado a tener tres conciertos en un día y hemos llenado prácticamente todo. Hay mucho público".
Que exista un sustrato así ha permitido a Rey y sus socios sobreponerse al vértigo de varios cierres recientes de locales de jazz (Bogui, Plaza, El Junco) y montar uno nuevo, la Sala Villanos, consagrado no solo a las músicas negras, sino también al flamenco, el pop o la electrónica. Es él quien se ocupa del día a día de la sala, que ocupa el espacio donde estuvo otro clásico muy añorado, la Sala Caracol. En las últimas semanas, Villanos ya ha acogido varios conciertos de su festival y sesiones de clubbing, y estos días se suben a sus tablas Queralt Lahoz (viernes y sábado), los cubanos Compota de Manana con invitados (el domingo) y, en las madrugadas, diferentes DJ.
Uno de ellos es el propio Rey, un lucense pasado por Londres en sus años jóvenes que es un clásico de la noche madrileña más musical. Suyo es el Tempo Club, y también fue socio de la emblemática sala Clamores. "Cuando lo dejé en 2020, como yo le compraba muchos conciertos a Julio Martí, el promotor de las Noches del Botánico, decidimos montar Villanos del Jazz -relata-. Hicimos dos años con conciertos en diferentes espacios, sobre todo en el Pavón, y nos surgió la oportunidad de coger esta sala. Conservar el nombre, Caracol, no fue posible porque había un conflicto del propietario con el anterior inquilino. Como llevábamos dos años de éxito con el festival, decidimos llamarla igual".
En el espacio han hecho obras que van más allá del lavado de cara. Se han tirado algunas paredes y se ha insonorizado al máximo. Los cambios en la decoración de baños y barras son notables, y ahora un gran arco enmarca el escenario. Quedan cosas por hacer: cerrar los laterales de ese arco y poner una pantalla led en la fachada en la que se anunciarán los conciertos, por ejemplo.
Además de Rey, Martí y otros dos socios vinculados a la música, el quinto vértice del proyecto es Pablo Márquez, un gastrónomo que acaba de fundar el Madrid Culinary Campus y que aquí se ocupa de todo lo que tiene que ver con beber y comer. En sus planes está tener en carta sus propios vinos, ginebras o whiskys que producirán para la sala bodegas y destilerías amigas. Está ultimando la propuesta coctelera y puntualmente se servirá comida, desde finger food hasta servicios de mesa desplegados en la pista. Eso sí, siempre vinculados con lo que ocurra en el escenario. Porque todo, dice, debe contribuir al mismo fin: "convertir Villanos en un referente cultural".
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