MITOLOGÍA

El perro de acero que desata pesadillas en Cataluña y otras nueve bestias que aterrorizan España

Los mengues de Andalucía, las mouras de Galicia y los tibicenas de Canarias son parte del folclore que aún sigue desvelando a nuestro país: Carla Dies ha recopilado sus historias en un libro en el que subraya el valor de las lenguas locales en su pervivencia

Ilustraciones de La Pesanta, Mengues y Mari.

Ilustraciones de La Pesanta, Mengues y Mari. / CLARA DIES

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Basta con un leve crujir de madera para que su imagen torpedee la cabeza de niños y niñas. Casi siempre aparecen de noche, cuando la oscuridad les ofrece su particular túnica de invisibilidad. Parece que se mueven, que se acercan, que se ríen. Todo miedo cobra fuerza bajo unas sábanas que, inocentemente, tienen poco de fortaleza. Es cierto que estos monstruos nunca llegan a tocarlas, pero la leyenda que gira en torno a ellos convierte este remoto en una posibilidad. “Las historias con estructura de cuento que evocan la tradición oral tienen un gancho mágico”, subraya Clara Dies, autora de Bestiario de tierra y tinta. En este libro autoeditado ha recopilado parte del folclore que aún sigue desvelando a España. Un espejo de aquellos seres que, transmitidos de generación en generación, se han vuelto una capa más de su identidad.

“Nuestro país junta costumbres que han evolucionado y convivido dentro de su diversidad cultural. A grandes rasgos, encontramos diferencias llamativas. Por un lado, el norte acoge criaturas de flora y fauna que pertenecen a su entorno. Por otro, el sur difunde relatos asociados a eventos específicos. No hay una mitología central, sólida y estructurada como la que podemos reconocer en Grecia, Japón o Noruega, pero existen arquetipos en común: mouras y fadas, anjanas y encantadas, cuélebres y lagartos, sacamantecas y meigas xuxonas…”, explica Dies, que inició el proyecto tras un reto artístico surgido en redes sociales. Para desarrollarlo, recurrió a las fábulas que había escuchado de pequeña. En cambio, para las que aún desconocía, se empapó de la información que halló en internet en busca de puntos comunes.

Con el fin de preservar su autenticidad, la escritora e ilustradora decidió publicar los textos en su idioma original. No sólo las oficiales, sino también aquellas que sufren la pérdida constante de hablantes: “Fue una decisión visceral que ha ido cogiendo cohesión con el tiempo. Mi lengua materna es el valenciano y me resultaba incoherente escribir sobre el Drac del Patriarca en castellano. Por lo que, a partir de ahí, lo lógico era hacer lo mismo con el resto”. Así, aparecen el català, valencià, el balear, el aragonés, el euskera, el cántabru, el galego, el asturianu, el extremeñu, el andalú y el castellano. Un patrimonio inmaterial que, gracias a su enorme atractivo para conectar con las personas, sigue despertando pasiones… y disparando pulsaciones. Las 10 bestias que aquí se recogen son una pequeña muestra de los mitos que nos acechan, un peculiar modo de explicar el mundo que nos rodea.

Tibicenas (Canarias)

De procedencia incierta, estos demonios con cuerpo de perro oscuro tomaron el Archipiélago para atemorizar a los guanches que vivían en ella. Según los aborígenes, aprovechaban el atardecer para atacar los poblados y sembrar el caos. “Son tan letales como silenciosos. Y, antes de enfrentarse a uno para salvar el ganado o la piel, es preferible dejar un altar con comida para calmar su hambre”, relata Clara. En Tenerife y Gran Canaria, se han hallado cráneos de tamaño considerable que no han podido ser identificados… lo que reforzaría su existencia.

El bú (Castilla-La Mancha)

“Duérmete niño que ya viene el bú. Que se lleva a niños, así como tú”, dice una de las canciones de cuna más populares de Castilla-La Mancha. Hace referencia a un búho de alas grandes, ojos rojos, pico afilado y zarpas puntiagudas que, a altas horas de la madrugada, sale de su caverna para cazar su próximo trofeo. “Se posa en los tejados sin hacer ruido y busca cómo entrar, picoteando ventanas entrecerradas para alargar sus garras al interior y llevarse volando a su botín”, recoge la escritora. Una figura que, en función de la localidad, ha ido cambiando su aspecto.

Mari (Euskadi)

Es la personificación de la madre tierra y, como tal, se representa como una mujer de pelo rubio y vestido verde. “Vive en las montañas, donde su magia es más fuerte, entre cavernas y riscos… pero no en una fortaleza impenetrable porque sabe compartir su sabiduría”, escribe Dies. Cada siete años cambia de casa y se le puede ver surcando los cielos en su carro de fuego: así, en función de la cima que habite, el tiempo cambiará a su antojo. Antiguamente, para que no estropease cosechas ni pábulos, los pastores le hacían ofrendas y le rendían homenaje. Una práctica a la que, aún hoy, algunos guardan respeto.

Mouras (Galicia)

Conocidas como donas, hadas, encantos… estos espíritus encarnan chicas bellas y seductoras capaces de transformarse en serpientes. Pasan los días hilando o lavando, a la espera de enamorar a quien quiera enfrentarse a las pruebas que tienen preparadas. Por ejemplo, besar nueve veces en la boca al dragón en el que ellas se convertirían. “Escuchan, aprenden, construyen, crean y olvidan canciones que ni siquiera los mejores músicos soñarían componer”, sostiene la autora. Tal es el fervor que provocan que, en O Val, los vecinos las representan durante la noche de San Juan.

Fadas d’os ibons (Aragón)

Los ibons son lagos pirenaicos de alta montaña formados durante la era glaciar cuya profundidad puede alcanzar los 25 metros. Hasta aquí llevan las magas aragonesas a sus conquistas gracias a los fascinantes cantos que entonan. Una vez sumergidos, no les dejan salir: “En la víspera de Navidad, los turistas desorientados caen bajo la maldición de sus encantos, sus voces y sus llamadas”. Es por ello que, aseguran los residentes, no hay que tirar piedras a estas aguas… podrían enfurecer a sus moradoras.

Mengues (Andalucía)

El origen de esta palabra se encuentra en la lengua caló, que la creó para evitar pronunciar otra más temida: diablo. Con especial incidencia en Cádiz, se trata de duendecillos que se cuelan por tragaluces, puertas y tuberías para hacernos olvidar lo que tenemos pendiente: “Aunque no los sepamos, son ellos quienes nos dejan en blanco, pensando para qué habremos entrado en una habitación”. Es habitual escuchar numerosas referencias a ellos en las chirigotas carnavalescas debido a su gran popularidad entre los locales.

Barruguet (Baleares)

Ojo al dato: “Durante la noche San Juan, los chicos y las chicas que quieran descubrir uno, tendrán que esperar bajo un puente, en silencio, sin hacer ni un movimiento”. En la cultura popular de Ibiza y Formentera, este ser vive en los agujeros de las paredes o en las grietas de las cisternas para desatar el desorden tan pronto son invocados. Son pequeños, listos y traviesos. Y entre sus cometidos está estropear comidas, hacer llorar a bebés o traspapelar documentos. Se mueven en rebaño, por lo que mejor no enfadarles.

La Pesanta (Cataluña)

“Trepa sobre el pecho de su víctima y se deja caer aplastando las costillas y llenando sus sueños de angustia y terror”. Así describe Clara la singular manera que La Pesanta tiene de atacar a sus objetivos: a medio camino entre el perro y el gato, este animal de patas de acero se cuela por el ojo de las cerraduras para desatar las pesadillas más sombrías jamás imaginadas. Está figura está relacionada con la parálisis del sueño: quien la sufre, se despierta sin poder moverse ni, en consecuencia, pedir auxilio.

La Chancalaera (Extremadura)

A pie del Pico de las Corujas, en las Hurdes, se esconde una criatura mitad ave y mitad bestia que tiene el poder de convertirse en una mujer de fuerza sobrehumana. Tal y como recoge Dies, “reina entre los cazadores, pelea como gato con su presa, dejando que se escapen una y otra vez en vez de llevarlos a su madriguera”. Posee el don de dar zancadas de gran longitud que le permiten cruzar ríos enteros de un paso, lo que dificulta toda posibilidad de huida. Importante: no llore, es la señal que las moviliza para, una vez atrapados, comerle asado.

Curuxa (Asturias)

Esta lechuza es conocida en Asturias por la cantidad de mitos que la circundan. Pero, sobre todo, por el mal augurio que anticipa. Su simple presencia cerca de casa presagia una muerte: “Hay quien dice que es la reencarnación de la Guaxa, la terrorífica vieja que se oculta las cuevas y que, con un sólo diente, bebe la sangre de los que están muriéndose”. Como contraposición, en la cultura occidental, esta fiera es símbolo de felicidad y sabiduría. Un dato que ha enfrentado históricamente a distintos segmentos de la población.