HACIA EL FUTURO

La influencia de la ciencia ficción en la inteligencia artificial

La literatura y el cine de este género son tomados como referencia por los investigadores para valorar, entre otras cuestiones, cuál será el impacto social de esta tecnología

El escritor Isaac Asimov, creador de las leyes de la robótica.

El escritor Isaac Asimov, creador de las leyes de la robótica. / ARCHIVO

La palabra robot fue usada por primera vez por el dramaturgo Karel Chapek, quien adaptó el término checo rebota para referirse a "aquel que está sometido involuntariamente a la servidumbre". Es decir, un esclavo. La diferencia con el inglés slave es que robot se emplea para referirse únicamente a las máquinas. De esta forma, Chapek hacía una distinción entre seres artificiales y humanos.

Los robots, androides y, en general, todo lo referido a la inteligencia artificial han estado muy presentes en la literatura y cine de ciencia ficción. Esta tecnología despierta en los lectores fascinación, por las capacidades de la máquina frente a las limitaciones del ser humano, y al mismo tiempo horror, mostrando futuros distópicos y sombríos en los que la humanidad se convierte en la esclava de la IA, llegando a suponer una amenaza para la supervivencia de la especie y del planeta.

No obstante, pese a todas las preocupaciones vertidas por este género, para los investigadores la ciencia ficción ha supuesto una aproximación de lo que significa esta tecnología para la sociedad. Por ello, en muchas situaciones, acuden a las novelas y películas para empaparse de nuestras expectativas sobre la IA hacia el futuro. Pero la ciencia ficción ha tenido un mayor impacto en la tecnología moderna, llegando a asentar bases imprescindibles en áreas como la robótica y la roboética.

Las leyes de la robótica de Asimov

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En la novela Yo, robot (1950), Asimov presentó por primera vez las leyes de la robótica en el relato de El círculo vicioso. La primera establece que “un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño”. La segunda que “un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley”. Y la tercera indica que “un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley”.

Estas tres leyes fueron modificadas posteriormente por Asimov y por otros autores y fueron tomadas como referencia por los investigadores de inteligencia artificial. Asimov estaba interesado en llevarlas a sus propios límites, averiguar cómo se relacionarían los robots y los seres humanos y si se pudieran dar situaciones paradójicas. Inicialmente, los robots fueron creados para servir a la humanidad. Sin embargo, en algunas de sus obras los androides asumieron el gobierno de planetas enteros. Llegados a este punto, completó su teoría con una cuarta ley (o ley cero): “un robot no puede dañar a la humanidad o, por inacción, permitir que la humanidad sufra daños”.

En realidad, más que una ética para la máquina, las leyes de la robótica de Asimov son una guía para los programadores. Un robot, por sí solo, es incapaz de actuar por voluntad propia porque carece de conciencia y responde a los mandatos de su programación. Por eso, aunque un robot por sí mismo jamás atacaría a un ser humano, sí se pueden crear robots para la guerra si ese es el objetivo de su programador. Ya hemos visto cómo se está empleando la inteligencia artificial como arma en el conflicto entre Rusia y Ucrania.

Otras influencias

Las investigaciones en materia de inteligencia artificial continúan demostrando cómo la literatura de ciencia ficción influye en los avances científicos y tecnológicos. En La influencia de la ciencia ficción en la tecnología y la robótica, Daniel Cuartero, Sara Rietti, Anastasiya Raspitina y Alberto Jesús Zoreda señalan tres ámbitos muy claros.

Por una parte, el propio planteamiento teórico de la IA: cómo interactúan las máquinas y los humanos y la posibilidad de que se utilice esta tecnología para modificar el cuerpo humano. En medicina, ya se ha utilizado un algoritmo predictivo basado en inteligencia artificial –mediante machine learning y el Big Data– para pronosticar en tiempo real la progresión de muchos pacientes afectados por COVID-19 atendiendo a casi 400 variables distintas.

Además, las empresas y laboratorios de investigación suelen acudir a las fuentes literarias con el objetivo de crear una inteligencia artificial que sea capaz de responder adecuadamente a un determinado impacto social, como evitar que los avances tecnológicos aceleren el cambio climático o contribuyan al empeoramiento del planeta. Por ello, el tercer ámbito afectará fundamentalmente a la ética, apostando por una programación responsable que facilite una buena convivencia entre la humanidad y la máquina en el futuro.