FESTIVAL DE VENECIA
Marina Alberti contra el olvido: "Perder a las personas que quieres y tus ideales es, quizá, lo más doloroso que puede pasarte"
A excepción de algunas imágenes de archivo de su regreso a España tras la muerte de Franco, ‘Aitana’ transcurre íntegramente en una habitación donde la directora comparte momentos de intimidad con su madre, que permanece postrada en la cama, y la obliga a recordar para combatir el avance del olvido
Marina Alberti tiene miedo a perder la memoria. “Desde muy pequeña fui consciente del terror que a mi madre le producía la posibilidad de que le pasase lo mismo que le pasó a mi abuela, que enfermó de Alzheimer”. Su madre, la autora Aitana Alberti; su abuela, la escritora María Teresa León, miembro de la Generación del 27 y esposa del poeta Rafael Alberti hasta su muerte en 1988. “Al final mi abuela era como una muerta en vida, porque perder los referentes de tu entorno, las personas que quieres y tus ideales es, quizá, lo más doloroso que puede pasarte. Como perder la vida misma”. Ese temor es una de las razones de existir de su debut en la dirección, el cortometraje Aitana, que hoy presenta a concurso en la Mostra.
La película funciona como reflexión sobre la memoria, sí, pero entendiéndola no solo como la capacidad individual para recordar. También habla del relato que tejen cuatro generaciones de mujeres pertenecientes a la misma familia, y a la memoria histórica del país que León y Alberti tuvieron que abandonar para irse al exilio cuando empezó el franquismo.
A excepción de algunas imágenes de archivo de su regreso a España tras la muerte de Franco, Aitana transcurre íntegramente en una habitación donde la directora comparte momentos de intimidad con su madre, que permanece postrada en la cama, y la obliga a recordar para combatir el avance del olvido; a su lado, invisible, el fantasma de León. Posteriormente entra en escena el personaje titular de la película, el bebé que acaba de empezar su vida y que de ningún modo puede entender que la persona que le agarra el pie, su abuela, está al final de la suya.
“Supongo que cualquier cineasta que decide hacer una película sobre su propia vida y su propia familia, inevitablemente, debe lidiar con el pudor”, afirma la directora. Ella, confiesa, durante mucho tiempo fue incapaz de sentarse frente a las imágenes que produjo el rodaje de su película. “Decidí ponerme delante de la cámara porque comprendí que solo así conseguiría que mi madre se abriera, y tardé mucho en reconciliarme con mi propia presencia en la película. Con el tiempo, afortunadamente, he logrado disociarme de lo que aparece en pantalla. Ahora lo único que quiero es compartirlo con el público”.
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