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Donacio Cejas: "El silencio con los libros LGTB ha sido apabullante, pero algo está cambiando"

El autor de 'La ciudad prohibida' considera que en los últimos 10 años se han escrito más libros de esta temática que en los dos mil anteriores

Donacio Cejas nació en El Hierro en 1983.

Donacio Cejas nació en El Hierro en 1983. / ARCHIVO

Nació en El Hierro hace cuatro décadas, aunque la mitad de su vida se la ha pasado de aquí para allá acumulando vivencias en Madrid, Beijing o Londres, la urbe en la que reside Donacio Cejas, arquitecto y escritor de temática LGTB que arma su última novela, La ciudad prohibida (Ediciones Hidroavión), alrededor de una relación sentimental entre dos desconocidos que madura en la capital china. 

P. ¿Doni o Donacio?

R. Donacio Cejas para no enfadar a la editorial y generar más confusión a la hora de buscar uno de mis libros, pero muchas personas me llaman Doni. Más de uno piensa que es un seudónimo pero es mi nombre.

P. A El Hierro siempre hay que volver, ¿no?

R. Siempre, la pasada semana estuve allí. Los emigrantes de larga duración necesitan buscar ese equilibrio para estar presentes en la vida de la familia, los amigos, los conocidos... Si no lo haces la ausencia es muy larga.

P. ¿Ese espíritu jiribilla es el que le ha permitido ver mundo?

R. Es el destino de un montón de canarios... En mi caso, dejé Canarias en 2001 para ir a Madrid a estudiar arquitectura. Un poco más tarde, tras la gran recesión de 2008, la crisis me llevó a China y a Londres, ciudad en la que vivo con mi marido desde hace diez años.

P. ¿Todo fue culpa de la crisis o lo tenía planificado?

R. Mi plan de vida en Madrid estaba hecho pero las consecuencias de la crisis de 2008 fueron devastadoras.

P. ¿En su caso, la emigración corre por sus venas?

R. A unos padres les resulta duro que en 2012, que es un mundo cercano pero que ya no existe, un hijo tenga que abandonar el país. Sobre todo, cuando ellos ya tuvieron que salir a Venezuela y los abuelos a Cuba. Está claro que no son procesos parecidos porque entonces se marcharon con unas maletas de cartón repletas de ilusiones y, en cambio, ahora hay una conciencia de ser europeos que es la que mueve muchos de esos sueños.

P. ¿Sin que suene algo presuntuoso, eso no es como buscar un espacio mayor?

R. El Erasmus ha abierto muchas puertas que antes costaba más abrir... No es ser presuntuoso, es admitir que podemos hacer cosas de una manera natural.

P. El acento sigue intacto...

R. ...parece que volví ayer de casa, ¿no? Aunque físicamente ya no esté allí,Canarias es una referencia vital en mi vida. 

P. ¿Se considera un ciudadano del mundo?

R. Se lo resumo bastante fácil: yo ya casi en ningún sitio me siento en casa sino cuando estoy en El Hierro. La idea de sentirme en casa la asocio con un sentimiento de atracción que tengo claro: yo pertenezco a esa Isla. Ese arraigo y desarraigo está presente en La ciudad prohibida.

P. ¿Y qué hace un herreño en Londres?

R. Mis últimos 10 años me he especializado en montajes de proyectos expositivos. Son actuaciones donde la arquitectura está muy presente pero que se desarrollan en espacios especiales. En este sentido, he tenido la fortuna de trabajar en el Museo del Holocausto de Londres que se inauguró hace dos años. Ésta es una ciudad donde todo el mundo es de otra parte, uno de esos sitios raros que conserva una enorme personalidad que se mantiene gracias al trabajo que hacen los emigrantes.

P. En París, que es otra ciudad con una generosa huella migratoria, los problemas de integración están a la orden del día...

R. ...a ver, los británicos son muy educados y su manera de verbalizar sus problemas fue el brexit. Esa fue su pataleta contra nosotros.

P. ¿Ahí cuesta mucho más quemar 500 coches en una noche?

R. Los británicos no queman coches de madrugada, pero dinamitaron los puentes con Europa con el brexit.

P. ¿Cree que volverán al redil de la Unión Europea?

R. Eso fue lo más parecido a un disparo en un pie que se dieron ellos mismos. Cuando uno actúa de una manera frívola tiene que apechugar con las consecuencias. ¿Volver? Estoy seguro de que pasará, pero ocurrirá dentro de al menos unos 20 años, justo cuando su gran orgullo nacional se suavice.

P. Y ya no reine Carlos III.

R. Su madre consiguió vivir muchos años...

P. ¿Dónde hay que buscar los cimientos de este libro?

R. En China... Yo viví allí en 2012 y no me pude quedar más por problemas de visado. Sí, la inspiración la encontré en Beijing.

P. ¿Cómo es la historia?

R. Yo me identifico como un autor LGTB [antes escribió Travestiario y El verano sin final]...

P. ...lo dice sin rodeos.

R. Con todo el orgullo posible porque ésa es una cuestión más que superada. Si todo el mundo leyera las etiquetas sobrarían, pero es importante que haya representación. Entiendo su pregunta porque venimos de donde venimos: en los últimos diez años se han escrito más libros de temática LGTB que en los dos mil anteriores. Son muchas las personas que creen que si hasta ahora no ha habido historias de este tipo es porque no hemos existido; la realidad es otra... El silencio con los libros LGTB ha sido apabullante, pero algo está cambiando.  

P. ¿Para bien?

R. Aquellos comentarios de que ahora hay más que antes están cada vez más pasados de moda. Nosotros siempre hemos estado pero nuestra realidad era invisible.

P. Ahora sí, ¿cómo es La ciudad prohibida?

R. Aunque incida en el hecho de que ésta es una novela LGTB, nada impide que cualquier lector se identifique con su contenido. Ese tipo de prejuicios existe más en las personas que en la novela en sí. La ciudad prohibida es una historia de casi amor, es decir, que prefiero que sean los lectores los que decidan lo que está ocurriendo entre los dos protagonistas: una relación entre dos hombres, uno es un español expatriado en Beijing, y el otro un joven chino que, a pesar de ser chino, se siente un extranjero en la ciudad. Está contada en primera persona pero no guía a los lectores por los monumentos turísticos sino por la ciudad en la que crece esta relación. Cada uno se alimenta de la soledad del otro...

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